Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

11 febrero 2011

"Los reos de Porcuna" II



   En la primera entrada que le dediqué al caso de los “Hermanos Nereos” aludía a mi propósito se suscitar un debate, que no ha llegado. He considerado oportuno seguir con el tema a pesar de no haber sido atendidas mis demandas. Con mas elementos de juicio, y ya que la información seguirá colgada en la red a disposición de quien se quiera acercar a ella, siempre queda abierta esa posibilidad.

Las fuerzas antidinásticas

   Habíamos hecho referencia en la entrada anterior a la participación de la minoría de la conjunción republicana socialista en la campaña pro indulto de los "Reos de Porcuna". El republicano federal Manuel Hilario Ayuso, diputado electo por el distrito de Montilla (Córdoba), único representante del republicanismo rural andaluz en aquellas Cortes, se había sumado a las reuniones conjuntas de parlamentarios jiennenses y cordobeses que laboraron en pro de estos reos. 

    
   Tanto El Socialista como el diario republicano El País el 9 de junio de 1915, a la par que veían la luz las cartas redactadas por Niceto Alcalá Zamora y Manuel Bueno, se ocuparan también del asunto.
    El PSOE, con el veterano Pablo Iglesias, como único representante de su partido en aquella cámara, a través de su órgano de prensa, publicaba una extensa editorial sobre “La pena de muerte”. Se suma a la acción conjunta, pero matiza su participación con un claro alegato a favor de la supresión de la pena de muerte:




La pena de muerte

   En Jaén hay dos reos sentenciados en espera de que se cumpla la terrible condena. Se ha pedido su indulto por muchos elementos, entre ellos nosotros, que insistimos en la manifestación de nuestro deseo de que no se prive de la vida a esos desgraciados.
   Ocurre siempre: en la víspera de la ejecución que se agrupan muchas voluntades para pedir gracia. Se da el caso sorprendente, en estos movimientos compasivos, que entre los que solicitan el indulto, se encuentran partidarios decididos de la pena de muerte.    ¿No hay en esto un contrasentido?
   Todas esas inquietudes de ultima hora, todas esas súplicas a los poderes, estaban evitadas con una medida bien sencilla, y que esta reclamada clamorosamente por la moderna jurisprudencia, para quedar limpia de una de sus manchas mas afrentosas. Todo estaba evitado con la supresión de la pena de muerte.
   Los que piden el indulto ¿lo hacen por creer en justicia que ningún poder humano tiene derecho sobre la vida de los hombres? En este caso, representan una fuerza bastante poderosa para imponer en la ley la supresión de la pena de muerte. ¿Creen por el contrario, que la pena de muerte es justa, los jueces tienen el derecho de aplicarla, y obedece su petición de gracia sólo a un impulso de misericordia? En este caso no obran con una rectitud muy perfecta. La justicia está por encima de la misericordia. La misericordia -hay una composición de corazón y de mísero en la etimología de esta palabra, que la hace sospechosa- es una virtud inventada por el tartufismo católico para desnaturalizar la justicia, contemporizar con los que hacen el mal y corromper el criterio moral de los pueblos.
Los socialistas, siempre que hemos unido nuestra voz a los que piden indulto, lo hemos hecho en la convicción de que pedíamos una cosa de justicia. Si no lo hubiéramos creído así, no lo hubiéramos hecho.

   Y, no obstante nos tenemos por muy humanos- por muy misericordiosos dirían los apegados a tópicos sin sentido claro- , por infinitamente mas humanos que quienes han hecho una mercancía de la piedad y un valor cotizable del perdón. Todo lo que otros hacen por compasión hipócrita, nosotros lo reclamamos como justicia estricta.

   De aquí porque protestamos contra el absurdo derecho que una institución social se atribuye de quitar la vida a un semejante. Nadie puede hacer eso. Presenten los que ese derecho defienden los casos mas espantosos de la delincuencia, los crímenes mas horrorizantes, los episodios mas estremecedores de la perversidad de los hombres. Ni uno sólo de ellos, ni todos ellos en la monstruosidad de su conjunto, tienen la perversidad, el horror, que el asesino frío de la ley condenando a un delincuente al patíbulo.
   Karr en su manoseadísima frase “que empiecen los señores asesinos”, se refería a los reos que comparecen ante el Tribunal, sin duda. Pero un espíritu ecuánime, al aplicar la frase, quizá no se refiera ya al reo que está ante el tribunal, sino al tribunal que está frente al reo.
   ¿Qué empiecen los señores asesinos?...Bien. Autores de Códigos, aplicadores de leyes, legisladores de pueblos, atended a la invitación.
   Por justicia, no por misericordia.



Roberto Castrovido
    No tan explícito, el diario El País, dirigido por Roberto Castrovido, publica en primera plana la carta de Alcalá Zamora y un amplio editorial a favor de los reos de Porcuna, con el título de “Por justicia y por decoro”. Tras incidir en detalles ya conocidos como el de las guayaberas y sombreros de paja que vestían los guardias en lugar de sus uniformes reglamentarios, dan su apriorística, y algo tendenciosa versión sobre unos hechos que se produjeron a campo descubierto sin testigos presenciales:

    
   “Detenidos, cogidos, fueron agraviados de palabra y obra por los aprehensores, y exasperados Los Nereos (porque Nereo se llamaba de nombre su padre), cogieron sus propias escopetas que con licencia de uso de armas llevaban cargadas con perdigones, y tuvieron el desdichado acierto de matar a sus atrapadores”.

   Aunque destapa y argumenta cierto agravio comparativo, que Don Niceto elude referir en su famosa carta, entre otras cosas, porque ponía en evidencia el caciquil sistema político de la Restauración:

   “Los reos de Porcuna no fueron comprendidos en los indultos del pasado Viernes Santo porque se creyó que este indulto prejuzgaba el de los condenados a muerte por el motín electoral de Benagalbón. Indultados el matrimonio Roldán y su hijo mayor, se nos sale ahora que hay que ejecutar la sentencia dictada en Jaén porque no se ejecutó la dictada en Málaga. La muerte adopta una mueca grotesca. ¿Caben en lo humano estos cambalaches? ¿No sería una injuria horrible esta permuta de reos? Si los de Porcuna iban a ser indultados y no lo fueron porque de esa piedad podía derivarse otra, ¿puede, en buena lógica y en sana moral, servir la gracia de precedente para el rigor?
   Ni en los tiempos bárbaros anteriores al Cristianismo, en que se inmolaban victimas humanas en holocausto a divinidades terribles, se permitian los sacerdotes estos gitanescos trucos, este dar una víctima por otra, esta sustitución de ejecutados.
   Ya es repugnante que influyan el favor y hasta las festividades religiosas en la suerte de los condenados a muerte. ¿El reo comete el crimen en una provincia caciqueada por gente poderosa? Pues se le indultará así  sea su crimen más espantoso que el perpetrado por otro criminal de tres al cuarto en provincia con caciques y representantes de segunda clase. Reos cuyo expediente está despachado cuando la reina da a luz o en vísperas de la Semana Santa, ¡indultados! Al revés de lo que ocurre al criminal, que al asesinar no tiene presente el calendario ni el parte facultativo de la Gaceta.
   Cuantos hemos trabajado por el indulto de los reos de Benagalmón – señor Encina, alcalde de Málaga; señor Bergamín, comisión malagueña – tenemos que esforzarnos en conseguir este indulto, porque a los Nereos los ejecutamos nosotros, si es cierto que se les va a matar porque los otros viven.
   No es un indulto vulgar este que solicitamos; es una consecuencia de las circunstancias del delito, de la sentencia, del tiempo transcurrido y de los que se ha dicho y hecho al relacionar delitos con delitos, indultos con indultos.
   Confiamos en que, al enterarse la conciencia pública demandará unánimemente que no sea ejecutada la sentencia recaída en la causa de Porcuna”.



   Los reos de Benagalbón (Málaga) habían obtenido el indulto por conveniencia política de un régimen que tenía la necesidad de purgar su mala conciencia. La pena impuesta a estos reos, también sometidos al fuero de guerra, procede de un motín electoral, motivado por un impopular alcalde cacique local, que ante la reacción popular para evitar ciertos amaños en un colegio electoral, requirió la presencia de la fuerza pública. Cuando el alcalde ordenaba la detención de los revoltosos, la indignación de la muchedumbre estallo violentamente arrojándose piedras contra el propio alcalde y contra los guardias que lo protegían. Un disparo de estos, provoco que la multitud se abalanzara sobre ellos resultando muerto por arma blanca un guardia y otros tres con lesiones de diversa consideración.


Reacciones

    Fue mayormente el elocuente y hábil artículo de Alcalá Zamora el que consigue despertar la conciencia pública. El diario La Época, principal órgano de prensa progubernamental encaja el golpe con relativa tolerancia. Significativo el suelto que se publicó en sus columnas:

   “El diputado Alcalá Zamora ha dirigido a varios colegas un elocuente articulo abogando por el indulto de los reos de Jaén. El intento es noble, y sin entrar en consideraciones jurídicas, que no podríamos fundar a adecuadamente, puesto que no conocemos el proceso, y si solo la petición de clemencia del ilustre diputado liberal, hallamos en estas alegaciones que merecen examen, aunque nada pretendemos prejuzgar respecto al acuerdo del gobierno, pues escribimos exclusivamente por propio impulso, y movidos por el artículo del señor Alcalá Zamora”.

   Diferente fue la reacción que se produce entre el estamento militar o dentro del propio instituto armado. Mientras que el capitán general Don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja (marqués de Estella),  a la sazón presidente del Consejo Supremo de Guerra, manifestaba el profundo disgusto con el que había leído el articulo de Alcalá Zamora, calificando de erróneas muchas de sus apreciaciones, un X articulista en “El Ejercito Español”, periódico militar y militarista, órgano de la dirección general de la Guardia Civil, recurre al espíritu de cuerpo, al prestigio de la institución, para terminar abogando por la necesidad de que la ejemplaridad del castigo satisfaga a la corporación ofendida, y consiguientemente se muestra contrario al indulto de los reos de Porcuna.
   Estas manifestaciones para que se aplique sin piedad la rigurosa condena, encontraran el diario El Socialista una valiente contestación:

   “Bien está que se ame a la corporación a la que se pertenece. Pero ese amor no puede significar el cerrar los ojos ante sus defectos, y negar a todo extraño, sobre todo cuando éste sufre las consecuencias de esos defectos, el derecho a reconocerlos también y a señalarlos enérgicamente.
   El espíritu del cuerpo es una negación implícita de la justicia, y lo que niega la justicia es enemigo de la sociedad.
   El prestigio de un cuerpo está en el mismo, en su propia labor, en su propia composición. El ocultar su desprestigio, si tal desprestigio existe, ¿le borra?, ¿limpia la mancha que significa? Lejos de ello, pone el agravante de la complicidad colectiva.
   ¿Es la Guardia civil un cuerpo superior a todos los demás, inmaculado, inatacable?
   ¿En que daña a la Guardia Civil que sean indultados los reos de Porcuna, ni cualquier otro reo que haya realizado un acto más o menos punible, relacionado con ella?
   Entendemos que, por lo contrario, lo que daña al cuerpo entero es que haya miembros de él – o peor si a él no pertenecen – que sostengan las teorías absurdas y mezquinas que el X de “El Ejercito Español” viene estos días sosteniendo, con grave detrimento, del sentido moral y del sentido común”.

   El gobierno presidido por Eduardo Dato, presionado y atrapado entre dos frentes de dispar opinión, no terminaba de definirse sobre el pretendido indulto, por lo que durante el mes de julio se reactivará, con más fuerza si cabe, la campaña pro reos. En esta ocasión orquestada desde las páginas de El Imparcial, y que arranca con una entrevista realizada por el periodista José Fernández Cancela, redactor de Tribunales, a los reos en la propia cárcel de Jaén en la que se hallaban recluidos. Con sus alusiones a la buena conducta observada por éstos  y sus manifestaciones de arrepentimiento, consigue trasmitir una visión bastante humanizada de estos “terribles criminales” de Porcuna.


(Continuará)

09 febrero 2011

Venturas, desventuras, vocaciones y devociones de un vinatero cordobés de principios del siglo XX: El formidable Pepe Codes.



   De un tiempo a esta parte, vengo padeciendo cierta indiferencia y un progresivo desinterés por las noticias que nos depara la actualidad. De la prensa diaria, apenas si llego a leer los titulares en el trabajo, no da tiempo para más, tengo que atender demasiadas desideratas de los usuarios de mi servicio. El resto de las informaciones, las tomo al vuelo del transistor que me acompaña en la cocina mientras preparo el desayuno, el almuerzo o la cena. Hasta he dejado de comprar el Ideal con su dominical de fines de semana. El artículo de Pérez Reverte, del que era un ferviente seguidor se me ha empezado a atragantar.
   En mi última visita al loquero/a (maja chica), me han diagnosticado bloguermanía (otra dependencia además de la del tabaco), que viene a ser algo así como una necesidad imperiosa de buscar y rebuscar noticias e informaciones del pasado, para después plasmarlas, con tecnología bloguer, en páginas que andan por hay colgadas a disposición de quien quiera compartir mis curiosidades. También di altos niveles de  egocentrismo en la analítica espiritual a la que me sometieron. Bueno estoy en vías de, si no de solucionar del todo el problema, al menos predispuesto a racionalizar la distribución de mi tiempo de ocio. Hay que hacer otras cosas. Iremos saliendo.
   Aunque esa dependencia temporal me ha resultado provechosa para sanear mi maltrecha economía, al prescindir de parte del  importante capítulo del presupuesto que suponen los gastos de calle, en detrimento del sector de la hostelería. Recomendable para tiempos de ajustes.
   Otro aspecto positivo de la analítica ha sido el progresivo desarrollo de las relaciones interpersonales, con gente que comparte, que se interesa, que pregunta, que responde, un continuo intercambio que enriquece personalmente. En base a esto, mi doctora, que es una gran profesional, me ha prohibido terminantemente cerrar el blog, cual era mi propósito en un principio, de romper por lo sano, a cambio de, ir reduciendo progresivamente la dosis nociva de nicotina. Sé que me va a costar…

   Como todavía, por provisional prescripción facultativa, puedo sumergirme en las jugosas páginas de la prensa histórica, estas me siguen deparando estimulantes sorpresas.
   Mi especial debilidad por los personajes raros y curiosos, y por los vinos de la denominación de origen Montilla-Moriles, a cuya área de influencia cultural pertenezco, y de los que soy ferviente consumidor y propagandista, provocó que me detuviera en la lectura de un reportaje periodístico en el que convergen ambas aficiones.

Heme aquí expuesto al escarnio público
Consejo Regulador Montilla-Moriles


   La acción trascurre en la capital cordobesa, un par de meses después de que el político conservador Eduardo Dato, en ejercicio de la jefatura del gabinete ministerial, fuese asesinado por tres pistoleros anarcosindicalistas catalanes.
   El autor del reportaje, un desconocido periodista de provincias, redactor del diario gráfico cordobés "La Voz" durante los primeros años de la década de los veinte del pasado siglo. El protagonista del mismo, el formidable y bondadoso Pepe Codes.
   Se publicó con otro título, que yo, propenso al barroquismo, he sustituido por el que aparece en la cabecera de la entrada.

Informaciones pintorescas

El hombre que ha rendido más culto a Baco

   Al pasar por los jardinillos de la plazoleta de San Nicolás, observo un bulto misterioso junto a un canapé. Con todo género de precauciones, por si se trata de un artefacto explosivo, me acerco al lugar.
   Pronto salgo de dudas. Se trata de mi gran amigo Pepe Codes, que duerme el sueño de los justos en plena noche primaveral. Le invito a que me siga y, siempre amable, accede. Atravesamos la calle Torre de San Nicolás, continuando por la de José Zorrilla.
   Al pasar por el primer establecimiento vinícola, mi gran amigo siente un mareo que llegó, francamente, a preocuparme.
   Las tabernas ejercen en el organismo de Pepe una influencia enorme, semejante a un poderoso imán que, sin poderlo remediar, lo atrae a su seno.
   Me cuesta un tanto de trabajo hacerle salir de aquel lugar, pero al pasar de nuevo por otro gran templo del dios Baco, nuestro acompañante se pone en carácter y exclama:
   - Mira, yo voy contigo al fin del mundo, pero es necesario que me eches combustibles. ¿Tú concibes un automóvil andando sin gasolina…?
   Aquella pregunta, de una filosofía real y aplastante, me hace acceder a su petición. Penetramos en la taberna. El pide un vaso de tinto; yo, para no ser menos, uno de blanco. Y hemos aquí, querido lector, bis a bis, en plan de ataque periodístico.


Veamos Pepe, di algo que pueda interesar al público.
   Codes ríe, con risa ingenua, infantil, de corazón bondadoso y grande. Y responde seguidamente:
   - Te diré, mi infancia se deslizó vulgarmente, sin sobresalir hecho notable. De chico hice las travesuras propias de la edad. Fui un excelente estudiante de bachillerato, pasando después a la Universidad granadina, para cursar la carrera de Derecho. Pero Dios no me llamaba por aquel camino. Mi corazón místico se inclinaba hacia derroteros mucho más altos. Así lo hice.
   - ¡Bravo! ¡Hasta aquí es la vida de San Luís Gonzaga!
   - ¿En aquel tiempo eras ya aficionado al rico mosto?
   - Te soy franco; entonces me gustaba mucho, muchísimo. En la actualidad, bebo por beber, las más de las veces por ahogar preocupaciones, que aunque pocas, las tengo. El vulgo cree que soy un empedernido bebedor, y está en un error. Yo bebo…por beber…no se por que. Bebo porque si, por lo mismo que podía tocar la ocarina o hacer jaulas para canarios flautas.
   Esta afirmación la hacía Pepe con tal sinceridad, con tal fe y entusiasmo, que no dudé un momento de la veracidad de su interesante relato.
Continuamos.

   - …Y penetré en el claustro, en el sombrío y lóbrego claustro de cierto convento, que no es del caso señalar. El padre prior, una buena persona, creyendo ver en mí la imagen fiel de San Francisco de Paula, me confirió el cargo de más confianza en la casa: encargado de la bodega. Figúrate como recibí tan preciada distinción. Aparenté no darle importancia a la cosa, aunque mis compañeros me miraban con descarada envidia, y lo primero que hice al tomar posesión de mi cargo fue coger una soberana cogorza, que disimulé fingiendo una indigestión de “bocaditos de ángel”, plato del día.
  


   ¡Que días más felices pasé en aquel sótano! Cuando me hallaba en estado de pellejo, que era la mayoría de las veces, me iba a la celda y a dormir. Los hermanos decían: ¡Pobre hermano Fray Ángel José; que estómago mas delicado!
   Pero como el demonio siempre anda alerta para meter el remo, una mañana bebí más de lo reglamentario, provocando un escándalo fenomenal dentro de la santa casa, y ya “en plan” salí a la calle. El hermano Fray Emeterio y el portero intentaron reducirme a la obediencia, pero fue inútil, y seguido de la chiquillería penetre en una taberna.
   La batalla de Marne fue un vulgarísimo velatorio, comparado con lo que ocurrió. Yo con los santos hábitos, bailándome una rumba, entre vítores y palabras soeces de la concurrencia, y los nenes, alarmados ante aquel espectáculo tan poco edificante, arrojando piedras a la casa. Resultado, que me formaron juicio sumarísimo, expulsándome del local y…de la orden.



   - Dime aproximadamente que cantidad de vino habrás ingerido en lo que llevas de vida.
   Codes, hace un cálculo y exclama:
   - Sin exagerar, te diré, que me habré bebido allá como tres mercancías llenos de barriles…
   - Ahora soy completamente feliz. Hago una vida moderada, y como cuento con grandes y verdaderos amigos, me ayudan. Por la noche me situó en la calle Gondomar frente al café La Perla, en donde tengo mi cuartel general. Allí opero, siempre con éxito. Los sablazos son según la categoría de la víctima. Si es adinerado, dos perras gordas. Si es de baja estofa, una perrilla. Como, casi siempre, en los soportales de la Plaza de Abastos. Y luego me acuesto muy tempranito, unas veces en el Gran Hotel de San Nicolás, que es donde me has hallado, y otras en el Palace Hotel del Duque de Rivas, vulgo jardines altos. Estoy muy contento con el hospedaje, sobre todo por lo económico.

Pérgola Palace Hotel Duque de Rivas (vulgo jardines altos)

   - Y para terminar ¿Cuál es tu mayor deseo?
   Codes, el formidable Codes, calla un instante. Medita la pregunta, y con su risa de siempre, bonachona y franca exclama:
   - Quiero que me sepulten en un palmo de terreno montillano, en las entrañas sacrosantas que me dieron el néctar delicioso, lenitivo único para soportar la vida perra, mísera, absurda e incompresible…

Chateau

(Diario La Voz de Córdoba – 14 de mayo de 1921)

   Cuando se abría paso la primavera del año 1923, el bueno de Pepe Codes, que venía arrastrando desde hacía algún tiempo una bronconeumonía, dejaba de existir en una casa de recogimiento de la calle del Cáñamo.  A pesar de sus economías en hospedajes, sin metálico, no encontró ayuda, de aquellos grandes y verdaderos amigos que en otro tiempo le dieran perrasgordas para vino, para poder ingresar en el Hospital.
    Posiblemente fuese aquel prometedor periodista que le entrevistara años atrás, quien insertara la noticia de su fallecimiento en la prensa local.
    Por la solemnidad de su pobreza, sería la beneficencia pública quien se hiciera cargo de sus restos mortales, con probable destino para la fosa común del cementerio de San Rafael.
  

   Aquel, su último deseo, de yacer junto a cepas montillanas, no creo que nadie lo tuviera en consideración. Sólo se me ocurre una manera de poder atender tardíamente su desiderata. Bien el consejo regulador de la denominación de origen Montilla Moriles, o un modesto viticultor montillano, entre dos cepas, podrían colocar un sencillo rótulo con el siguiente epitafio:

   “Aquí debería de estar enterrado el ingenuo, risueño, bonachón y formidable vinatero Pepe Codes, que entregó la vida por su causa. Fue incapaz de aprender a tocar la ocarina o de construir jaulas para canarios flautas”
   El autor de la crónica-reportaje o entrevista a Pepe Codes, que firmaba como Chateau, se llamaba José del Castillo Plasencia. Entre 1920 y 1923 trabajó como redactor para el moderno y renovador, en cuanto a información y maquetado, diario gráfico La Voz, antes de que éste cayera en manos de la familia Cruz Conde durante los años que duró la Dictadura de Primo de Rivera. También llevó, durante un tiempo, la corresponsalía en Córdoba para el Imparcial.

07 febrero 2011

"Los reos de Porcuna" I



   Hasta la ratificación definitiva de la sentencia que condenaba a los hermanos Antonio y Justo Ramírez Muñoz  "Los Nereos” a sendas penas de muerte, la opinión publica se había mantenido al margen del proceso. No trasciende información alguna a la prensa. Don Niceto Alcalá Zamora, su defensor, se muestra celoso guardián de las presuntas o evidentes anomalías de aquel caso, con las que esperaba obtener un final lo menos lesivo posible para los intereses de sus defendidos. Cuando finalmente se truncan sus expectativas, el propio Alcalá Zamora orquestará una campaña en su favor con el firme propósito de eludir su comparecencia ante el patíbulo.

Virgilio Anguita
   Las primeras manifestaciones pro indulto parten de la provincia de Jaén por iniciativa de Don Virgilio Anguita Sánchez, subjefe provincial de los liberales y diputado a cortes por el distrito de Martos, al que Porcuna pertenecía. Desde Jaén se dirige un telegrama al jefe de Gobierno Don Eduardo Dato (conservador), para que interceda cerca del rey por el indulto de estos reos. Suscriben la petición el mismísimo prelado, el alcalde y los presidentes de los círculos y sociedades oficiales de esta capital.
   Cuando el sentimiento empezaba ya a generalizarse, las fuerzas conservadoras de la provincia, a través del diputado provincial porcunense Don Ricardo Dacosta Ortega, también secundarán la petición.

   Se organizará una multitudinaria manifestación pública en Jaén el día 7 de junio de 1915, en la que tomaron parte todas las clases sociales y a la que se suma todo el comercio de la capital, que cerró sus puertas durante el transcurso de la misma.



   De aquella manifestación saldría una heterogénea comisión que marcha hasta Madrid para gestionar el indulto cerca de gobierno y del rey si fuese preciso.
   Mientras tanto, en la corte, reunidos en una de las secciones del Congreso los diputados representantes de las provincias de Córdoba y Jaén estudian gestiones en pro del indulto de los Nereos. El Sr. Alcalá Zamora, que conocía uno por uno todos los folios de la causa, informa a sus compañeros de ciertas circunstancias importantes que patentizan la enormidad de la pena impuesta. De aquella reunión sale el acuerdo unánime de solicitar audiencia al presidente del consejo de Ministros y de "rogar a la prensa en general la publicación de un comunicado que será remitido a los directores de los periódicos, evidenciando las circunstancias aludidas, a fin de que la opinión pueda juzgar de ellas".
   Para evitar erróneas interpretaciones sobre la utilización partidista del caso y sumar el mayor número posible de voluntades, se reparten la redacción del comunicado Don Niceto Alcalá Zamora y Don Manuel Bueno Bengoechea, diputados electos de la provincia de Jaén por el partido liberal y conservador respectivamente.
   La minoría de conjunción republicana socialista del Congreso también se adhiere a dicha campaña y acuerdan, así mismo, elevar su petición de indulto ante el gobierno. Aunque con importantes matices en los que más adelante nos detendremos.
   Cuando Eduardo Dato recibe a la comisión de diputados y senadores por Jaén y Córdoba, y al socialista Pablo Iglesias como portavoz de la conjunción, los alegatos firmados por Alcalá Zamora y el menos efectista de Manuel Bueno, ya se habían publicado en los principales periódicos del país y de provincias. De entrada, no trasciende la predisposición del jefe del gobierno para salvar el escollo de quienes defendían la ejemplaridad del castigo. Solamente ofreció tener en cuenta "estas nobilisimas aspiraciones".

Don Niceto Alcalá Zamora


   Lógicamente de las cartas publicadas en los periódicos, por conocimiento de causa, sería la de Don Niceto, con su excepcional dialéctica y elocuencia, la que consigue llegar hasta la fibra sensible de amplios sectores de la población española de la época. Había pensado en un principio ceñirme a los párrafos esenciales de esa carta, pero para evitar perversas acusaciones de manipulación lo copio tal cual (que la opinión juzgue). Tiene hasta su poquita de guasa mordaz:


Los reos de Jaén



   “Por ellos he trabajado sin descanso, con alternativas de sufrimiento y de emoción, entre la esperanza y la alarma; por su salvación me he perdonado a mi mismo la insistencia extrema de la súplica y el razonamiento cerca del gobierno; por su indulto ha llegado mi voz respetuosa, pero respetuosa, a la augusta persona del monarca; por la vida de esos dos desdichados, desde un gran periódico acudo a todos los hombres de buena voluntad para que me acompañen en esta demanda, que lleva la convicción honrada y segura de mi espíritu. He suplicado e imploro por esos hombres con toda la humildad del ruego; pero librándome a la vez de arrogancias que serían imperdonables y de fingimientos que no tendrían excusa, al acudir a la opinión no he de ocultar que la gracia a pedir encuentra abierto, no ya el camino, siempre amplísimo, de la misericordia, sino aquel otro sendero mas estrecho y difícil que deslinda el contraste entre la magnitud de la pena impuesta y las circunstancias del hecho ejecutado.
   ¿Dejara de ser humilde la súplica porque invoque la razón? ¿Perderá en su nobleza y hermosura la clemencia porque el impulso de generosidad se fortalezca en el sostén del convencimiento?
   A los maestros del periodismo, a los grandes escritores, que en la concisión lapidaria de una líneas o en la sencillez alada de una crónica saben conmover el alma de los hombres, les pido que glosen; yo les daré el texto escueto, pero fiel, de un relato cuya certeza me consta, porque conociendo la causa folio por folio y recordándola línea por línea, en mi empeño humanitario sólo me ha impuesto mi sinceridad un límite: el de no mentir, y cuanto afirmo, con el sumario a la vista, lo sostendría y probaría ante cualquier intento de contradecirme.
   Los dos paisanos condenados a muerte por el fuero de Guerra, y presentados espontáneamente a la autoridad, cuando pudieron huir, eran de esa honradez sin tacha, de esa conducta sin sombra necesaria en los pueblos para obtener de la delegación exigente de la autoridad la confianza recelosa de los propietarios rurales que supone la guardería particular de tierras y frutos. Con armas cuyo uso legitimaba la licencia, y sintiendo la debilidad generalizada de la caza en tiempo de veda, quiso la fatalidad que a ella se dedicaran en tierras de persona que, sintiendo hacia aquellos, por esto, o por otros motivos, rencor, incitaron a una pareja de la guardia civil, que en su cortijo pasara la rigurosa siesta de un día de julio, a salir en persecución de los cazadores. Debieron éstos suponer o temer la persecución, y como no pensaban en resistir y si en escapar huyeron, enterrando la caza y dejando las balas con que habrían cargado las escopetas si hubieran querido luchar con hombres armados de fusiles.
   Lleváronse los cazadores las escopetas, más difíciles de enterrar, poseídas legítimamente, y con la carga misma de perdigones utilizada en la cacería. Entonces, al verlos huir, por imprudencia de los guardas y de los cortijeros, para que aquellos pudiesen alcanzar y sorprender a los que escapaban, le proporcionaron los segundos a los primeros un disfraz completo. Los guardias dejaron los correajes en un cortijo, escondieron los tricornios dentro de unas alforjas, se vistieron con blusas y se pusieron sombreros de paja, propios de la gente del campo y corriendo sobre la yegua de un labrador alcanzaron a los dos reos. ¿Cómo murieron los guardias?
   Si los reos hubiesen querido asesinarlos sin huir, los hubiesen matado a distancia o al acecho, imposible donde ocurrió el triste suceso: es un rastrojo de 20 centímetros de alto, en plena campiña, sin árboles ni haces que hieran posible la ocultación. Si los cazadores, al alcanzarlos la pareja, hubieran intentado resistir en vez de entregarse, no habrían muerto los guardias de disparos hechos a quemarropa en el sentido más gráfico e inmediato de la expresión, porque la experiencia de una pareja mandada por un sargento no permite poner los cuerpos sobre los cañones de armas en manos de hombres que aguardan para acometer. No pudieron, por tanto, morir los guardias, si han de tenerse en pie las afirmaciones terminantes de los peritos y del Juzgado que levantó los cadáveres, más que en una lucha surgida después de entregarse, sin resistencia, los cazadores. ¿Pero como pudo surgir después en el ánimo de éstos la idea de matar, que al huir y dejarse coger notoriamente no tenían? Yo no lo vi; yo, que pido el perdón de los que viven, siento honda pena por los que murieron, yo comprendo y siento los prestigios del poder; pero yo recuerdo que en la soledad, sin testigos ni auxilios de aquellos campos, podía creerse la vida de cualquiera de las dos parejas a merced de la amenaza de la otra; yo conozco la confesión de los procesados, yo conozco una carta de su padre, interceptada por la autoridad militar para sorprender las revelaciones de aquel a su familia, y yo conozco los informes del medico forense que reconoció los cuerpos de los reos, y que se ratificó al ser requerido después de concluido el sumario por el capitán general…Fue el temor absurdo, brutal, pero temor al fin, de ser víctimas de una agresión de la que lo que determinó veloz, fatalmente otra, y no pueden ser distintos móviles, porque de rencores antiguos no hay ni un indicio y el miedo a la pena por la caza prohibida era el miedo a unos días de arresto o a unas pesetas de multa.
   Estos son los hechos que se muestran en un sumario nutrido de las declaraciones de los cortijeros, enemigos de los reos, colaboradores del disfraz y de la imprudencia de los guardias, y formado con ofuscación tal que lo cierra un resumen acusatorio en el que se dice que los dos reos delinquieron en cuadrilla, para lo cual, como ésta exige su mínimo de cuatro malhechores armados, hay que extender este concepto a la pareja muerta y sumar las víctimas con los agresores.
   Según el famoso artículo 7 del Código de justicia Militar, el delito de insulto a fuerza armada, sin el cual no se hubiese podido imponer la pena de muerte, exige, cuando de Guardia Civil se trate, que vista su uniforme reglamentario. La justicia militar, sintiendo el saludable estímulo de severidad, fundamento muy principal de su existencia, entendió, y por ello hay que pasar con respeto, que era obligada la interpretación extensiva de una ley penal severísima en contra del reo, y calificó y penó el delito, no obstante el disfraz.
   Cosa juzgada es el fallo, y, como tal, es inconmovible; pero sometiéndonos a la plenitud de la jurisdicción, al cabo falible, como humana; mirando para estos momentos de equidad la majestad soberana de la ley, sin exégesis vanas en esta hora, innecesarias ante este problema ¿No es verdad que el derecho y el hecho, al chocar, nos gritan que los reos de Jaén no deben de ser ejecutados?      Así debió pasar en noble misión, como una ráfaga de piedad, por el Consejo Supremo de Guerra y Marina en el momento mismo en que fundamentaba su sentencia, y, al leerla, se tiene que reflejar la creencia y el deseo de dar pie al Gobierno para que propusiera el indulto de una pena, que si el deber obliga a imponerla, la piedad dice que no se ejecute. La demostración de las vacilaciones y de las evidencias en el ánimo del Consejo de Guerra ni es secreta para el Gobierno ni inaccesible para mí.
   ¿Por qué si la misión del Gobiernos es buscar un asidero para los indultos, se van a ejecutar estas penas? ¿Por horror moral? En una lista de todas las monstruosidades humanas hay veintitrés circunstancias agravantes, y ni una sola ha podido apreciarse contra estos reos. Cuando por delitos tan enormes como la traición, el regicidio y el parricidio no se puede condenar a muerte sin una circunstancia de agravación, siquiera, ¿no habrá piedad para estos reos?
   ¡Ejemplaridad militar! ¡Escarmiento rápido de esa jurisdicción! Si se trata de dos paisanos que en agosto de 1913 estaban ya en situación de ser juzgados con su sola declaración, porque no habiendo testigos presénciales del hecho, son los acusadores de si mismos con inusitada sinceridad de confesión que no puede moralmente descoyuntarse para creer cuanto afirma su delito y rechazar cuanto atenúa su responsabilidad.
   ¡Perversidad de los delincuentes! Allá en la comarca entre los pocos que conocen lo intimo de las confesiones y los detalles del drama, se dice al oído y se comenta con asombro que uno de los hermanos condenados no llegó a disparar siquiera, y para no agravar la situación del otro (que sólo sabe que el intervino en la confusión de la lucha) se resigna en la obstinación de una conformidad que conmueve a la acusación, demasiado matemática para ser real, según la que cada cazador agredió sin concierto ni colaboración del otro a cada guardia. Donde pueden anidarse semejantes abnegaciones no pueden estamparse estigmas de execración.
   ¡Disciplina militar y social! Ya se yo que en la dureza necesariamente cruel de la educación colectiva alguna vez ha de entrar con sangre la letra del respeto en aquellos que, no percibiendo las esencias de la autoridad, la comprenden en sus signos exteriores, y por lo mismo, como amparo de los pacíficos y temor de los forajidos, para el pueblo la Guardia civil es el uniforme, y dentro de este se simboliza en el tricornio. Y para afirmar la disciplina social ¿se va a ser inexorables cuando el uniforme está oculto por el disfraz y los tricornios que lo resumen se alejan y se arrastran dentro de las alforjas que lleva en su carrera de espanto la yegua en que montaron los guardias?
   A la opinión de España entera la pido auxilio, y volviéndome hacia la derecha digo: no aceptéis para el culto del sentido conservador, del principio de autoridad, del prestigio del uniforme esas dos vidas, porque en todo altar el sacrificio que no merece ser ofrenda constituye profanación; y tornándome hacia la izquierda digo: auxiliarme con fervor, clamorosamente, sintiendo vuestros arrebatos generosos, porque si no lo hacéis ahora, en estos días, en este caso, por el encadenamiento inevitable de los sucesos, sentiríais, y no lo merecéis, el sobresalto de una desigualdad injusta, el resquemor de una inquietud dolorosa.
   A todos llamo, y asumiendo para mi las inflexiones humildes del ruego a pedir y los reconocimientos efusivos de la gratitud al obtener, siento que en mis palabras hay un eco resonante de equidad excelsa, transfiguración de la justicia, que en aquella encarna, para seguir abogando en estos instantes supremos, diciendo a todas las almas generosas lo que al rey y a España dice con emoción un hombre que ahondó en esta causa, que al servicio de la ley y al estudio, no frío, sino intenso, apasionado, del derecho, consagró su vocación y su vida, y eso que digo es que los reos de Jaén no deben ser ejecutados.

Niceto ALCALA ZAMORA

05 febrero 2011

Historiografía castreña del XIX. Juan José Jurado Valdelomar (1763-1843 aun vivía)


   Con él completamos la terna de castreños que se ocuparon de la historia de su pueblo durante el siglo XIX. Si los anteriores pertenecían al estamento eclesiástico, de quien  hoy nos ocupamos siguió la carrera militar como guardiamarina dentro de la Real Armada Española.
  
  Nacido en Castro del Río, hijo de Don José Jurado Valdelomar (hidalgo) y de Doña Ana Alarcón y Marín. Sus hermanos, Antonio María y Francisco, también pertenecieron a la Armada, Teniente-Capitán de Navío y Teniente de Fragata respectivamente. Emparentados con otros marinos de secano, también naturales de Castro del Río: Juan Ramón Jurado Valdelomar (Teniente de Navío) y José María Jurado Valdelomar y (Guerrero) de Escalante (aspirante a guardiamarina).

   Debió de mostrar desde joven afición por la historia, pues en la primera de las obras que se le conoce “La Firila”, se vale del teatro para desarrollar una ficción alusiva a la guerra entre romanos y cartagineses en Castro del Río, su patria.

   La Filira / Tragedia en cinco actos. Impresa en la Isla de León (Cádiz),  imprenta de D. Pedro Segovia, año 1793, en 4º, 60 páginas.

   No han llegado ejemplares de este impreso hasta nuestros días. Aunque, la Biblioteca Nacional de España conserva el manuscrito original catalogado con el número 16.127:

La Firila/ Tragedia en cinco actos por Don Juan José Jurado Valdelomar.
Emp.: Hoy la corte leal de Postumiano.
Fin: Recibidme, moradas cristalinas.
Autógrafa? 46 hojas., 4º, holª.
Incluye una dedicatoria a la Marquesa del Real Transporte (María Lutgarda de Ulloa) esposa del ilustrado brigadier y comandante principal de los batallones de marina Don Juan de Langara y Huarte.

   En 1796 por méritos y antigüedad ascendía de Teniente de Fragata a Teniente de Navío. No tenemos noticias sobre su posterior carrera militar, anterior a su retiro definitivo en su patria, Castro del Río.

   Conocemos un documento fechado en 1809 que vincula a esta terna de hermanos de la Real Armada con la explotación del cortijo de Torreparedones, perteneciente a los Propios de Córdoba, de cuyo padre posiblemente habrían heredado los derechos de arrendamiento. 

A.H.N. Consejos, 12008, exp.14
     
   Antonio María Jurado Valdelomar y sus tres hermanos en instancia dirigida al Intendente de Córdoba “solicitan espera para el pago de la cantidad (que no expresan) que se hallan debiendo al caudal de Propios de Córdoba, por razón del año y medio de arrendamiento del cortijo y tierras titulado de los Paredones, en atención de que no han tenido cosecha este año”. 


   Los hallazgos fortuitos favorecidos por la reja del arado, en este rico yacimiento arqueológico, tendrían algo que ver en que nuestro protagonista mostrara esa temprana afición por los temas históricos, que seguiría desarrollando con el tiempo.
   Se le atribuye su pertenencia a varias academias y corporaciones científicas.
   Nos consta que el 13 de febrero de 1814 fue elegido académico de la General de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba. No asistió nunca a sus sesiones, pero envió una obrita que se leyó el 10 de mayo del mismo año, y que se titula así:
   “Memoria sobre si hay o no fuegos centrales o subterráneos inflamables, y caso que se esté por la afirmativa, como cooperan estos a la erupciones volcánicas”.
   También escribió una obra  sobre agricultura y un tomo de poesías manuscritas en 4º.
   Pero a lo que dedicó principalmente sus desvelos fue a su “Historia de Castro del Río”. Tuvo que ser testigo directo del descubrimiento de la “Cripta de los Pompeyos” en el año de 1833 en el cortijo de Torreparedones. De hecho, se ocupó por escrito de tal hallazgo bajo el título de “Dilucidación historial sobre el descubrimiento de 12 urnas con sus inscripciones, y una lucerna de luz perenne, escrita en honor de Castro del Río, mi insigne patria y extractada, de nuestra historia de la misma aún inédita” (ms.1834).


 
   Manuel de la Corte y Ruano, al final de la entrega que publicó en el Semanario Pintoresco Español (1839) sobre este descubrimiento, menciona como muy meritoria esta obra de Jurado Valdelomar, que ya próxima a imprimirse en Córdoba padeció su original un inevitable extravío durante las ocurrencias de septiembre y octubre de 1836. 

   Debe de referirse a los sucesos acaecidos en Córdoba y Castro del Río durante la incursión de las partidas carlistas acaudilladas por el General Gómez. Las célebres y  famosas huestes absolutistas de Castro del Río con la muerte de Fernando VII, al apoyarse la Regente María Cristina en los liberales para defender los derechos sucesorios de su hija ( Isabel II), parecen tomar partido por el pretendiente carlista. Las casas de los más relevantes representantes del liberalismo en Castro del Río fueron asaltadas. Si bien no nos consta la presencia de Juan José Jurado Valdelomar entre las autoridades pro isabelinas, le presuponemos relacionado con el liberalismo progresista.
    


   Una serie de noticias sobre Castro del Río, con cierta componenda historicista, aparecidas en “El Eco del Comercio”, portavoz del liberalismo progresista durante aquellos años, nos induce a pensar razonadamente que ostentaría la corresponsalía de dicho periódico en la localidad:

   “En la última época constitucional (1820-23), a propuesta el sr. diputado Lobera, aprobó la diputación provincial la formación de una colonia en la campiña entre Castro del Río y Bujalance en el oportuno local que ocupó antiguamente Castro Prisco, junto al cerro de las Vírgenes, hacía donde se encontraron los sepulcros de los Pompeyos. Los propios de Córdoba tienen allí cuatro cortijos, y hay inmediatos varios otros que deben de ir al crédito público, y cuya extensión total será de una 700 o más fanegas de tierra de la mejor calidad. Este proyecto es digno de llevarse a cabo, y en el día es su ejecución bien sencilla. Creemos que la autoridad de ocupa de ellos” (8 de Abril de 1836).

   Tres años más tarde el corresponsal del Eco se nos muestra entre ilusionado y escéptico con el citado proyecto, a la vez que aboga por los intereses proletarios:

El Eco del Comercio 26 de noviembre de 1839

   En una última noticia con referencias historicistas, aparece  Juan José Jurado Valdelomar con nombre y apellido:

   “En Castro del Río, provincia de Córdoba, se ha establecido una sociedad con el título de Itucense para explotar dos minas de preciosos metales descubiertas en su territorio que se denominarán Himilce y Julia, la primera de plata en memoria de Himilce princesa de Castulo y esposa del grande Aníbal que llevó en dote una mina de este metal; la segunda Julia, mina de oro, en recuerdo de Julio Cesar como dominador y defensor de esta colonia productora de oro blanco resplandeciente y cristalizado que tan famoso y célebre se hizo en Roma.
   El nombre de la sociedad es tomado de Ituci, ciudad de los antiguos turdetanos y hoy Castro, próximo a Baena, en cuyos términos también se acaba de descubrir un gran sepulcro del tiempo de Diocleciano, y no muy distante del panteón descubierto el 16 de Agosto de 1833 en el cortijo de las Vírgenes, que contenía 12 urnas cinerarias con los restos mortales de uno de los Gracos, y los de casi toda la familia del gran Pompeyo cuyos últimos vástagos murieron en España defendiendo la libertad contra el absolutismo de Cesar, 30 años antes de Jesucristo.
   El director de esta asociación lo es en Castro Don Juan José Jurado Valdelomar, a quien podrán dirigirse los que deseen tomar parte en la empresa cuyo reglamento fecha de 11 de mayo tenemos a la vista, y su capital consiste en cinco mil duros distribuidos en 200 acciones a 500 reales cada una pagaderos a plazos” (El Eco del Comercio 11 de junio de 1842).
  
   No debió de erigirse definitivamente tal Sociedad Itucense pues el B.O.P (Boletín Oficial de la Provincia) de 1843 menciona a un ya octogenario Juan José Jurado como  propietario de “La Victoria”, mina de oro blanco ubicada en el cerro de Madrigueras.

   Su vida no debió de prolongarse mucho más allá, pero tuvo tiempo aun de reeditar y publicar su “Dilucidación historial sobre el descubrimiento de 12 urnas con sus inscripciones, y una lucerna de luz perenne, escrita en honor de Castro del Río, mi insigne patria y extractada, de nuestra historia de la misma aún inédita” destruida durante aquella asonada carlista.
   Conservo una copia de dicho trabajo tomada precisamente de un volumen encuadernado del B.O.P donde vería la luz definitivamente a través de la imprenta. Por mas que la he buscado, se me sigue resistiendo (cuestión de orden), pero prometo divulgarla una vez que me pueda tirar dicho volumen nuevamente a la cara.
   Sobre el resto de su “Historia de Castro”, el manuscrito inédito, independientemente del valor científico que pueda tener a estas alturas del siglo XXI, cabe la remota posibilidad de que ande por ahí perdido en manos de sus descendientes. Don José Navajas Bravo, contador de fondos del Ayuntamiento de Castro del Río, en los cuadernillos que se publicaron en 1909 de su “Historia de la Noble y Leal Villa de Castro del Río” utilizó los apuntes de Jurado Valdelomar junto a los de Sánchez de Feria. En un apartado que denomina “Pareceres emitidos por varios historiadores respecto a ser Castro del Río la población fenicia de Ituci” recurre a los papeles de Jurado Valdelomar, que a su vez se limita a transcribir las opiniones de Fray Juan Félix Girón (Origen y primeras poblaciones de España) y Fray Francisco Ruano (Historia General de Córdoba) sobre el orígen mítico, fundación histórica y antiguedad de la ciudad de Ituci.




   Por sus inquietudes científicas y culturales, y  por su demostrado afán por contribuir al desarrollo económico y social de su pueblo, debió de formar parte activa de la “Sociedad Económica de Amigos del País" de Castro del Río, que según la Guía del Ministerio de la Gobernación del reino para 1836, ya existía en esta localidad de la campiña cordobesa para esa fecha, pero que terminaría languideciendo con el tiempo.    
   En el ya referido Eco del Comercio aparecen rememoraciones nostálgicas sobre esta sociedad “que se distinguió mucho por sus  importantes trabajos:

   “Esta interesante villa tiene una fundación de instrucción pública de segunda clase bajo el título de Colegio de Ciencias de San Pedro y San Pablo, que ha florecido mucho y que pudiera estar al nivel de las de Cabra o Lucena, pero en lugar de restaurarlo hay quien pide que se suprima o traslade, para enterrar así todos los muertos como suele decirse, y tapar todas las cacas y picardías. Lástima que ya llegó a estar muerta la laboriosa academia y sociedad de amigos que era el Pailadiom” (30 de octubre de 1845).


04 febrero 2011

Torreón de Boabdil

Una imagen vale más que mil palabras 
(Para los Porcuneros por el Mundo)

Unos materiales y un poco de maña
pueden convertirla en regalo.


Biblioteca Virtual de Andalucía
[S.l. : La Ilustración Española y Americana, 1880] 
1 estampa : xilografía, col. ; 14 x 33 cm