Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

17 julio 2012

Castro del Río. Julio festivo del año 1915.


Calle Corredera (Joaquín Costa)
     En mi alargado propósito de seguir sacándole partido y contextualizar, de camino, esa colección de fotografías de Castro del Río del año 1915, he tomado una serie de referencias de la prensa histórica, que acompañadas del pertinente aparato gráfico, nos permitirán desentrañar algunos pormenores sobre las tradicionales celebraciones religiosas y festivas que durante el mes de Julio, de ese mismo año, tuvieron lugar en la villa del Guadajoz.


La Virgen del Carmen
En retablo Altar Mayor iglesia parroquial del Carmen
     Se iniciaban el día 9 con la novena en honor de Ntra. Sra. del Carmen, en la parroquia del mismo nombre: “A las seis de la tarde rezo diario del Santo Rosario, letanías, coplas, lectura y sermón”.
     “En estos cultos han ocupado la cátedra sagrada el M.R. padre Patricio Mediavilla, misionero del Sagrado Corazón de María y superior de la residencia de Córdoba, acompañado del coadjutor de la expresada parroquia don Tadeo Millán Moreno, los que han interpretado preciosos temas de la letanía y han ensalzado las virtudes de Nuestra Señora”.
     Se remataban actos y cultos el día 18 con la fiesta grande y procesión:
     “El día dieciocho a las ocho de la mañana fue la comunión de los cofrades siendo muy numerosa y a las diez se celebró la fiesta grande propia de la cofradía en la que expuso las gracias del Santo Escapulario el presbítero don Tadeo Millán Moreno. En la referida fiesta se cantó la misa del Santísimo Sacramento del maestro Rivera, magistralmente ejecutada por el inteligente profesor organista de la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de esta villa y un nutrido coro de voces de varios jóvenes de esta localidad. El templo resultó muy hermoso, pues lucía sus mejores galas y los altares que adornaban la espaciosa nave, ricamente engalanados por varias personas de esta feligresía, respiraba el celo de nuestro apreciable párroco, que con su asiduo trabajo y su amor a la Virgen vela por el esplendor de los cultos católicos.
     Terminada la novena salió en procesión la preciosa imagen de Nuestra Señora del Carmen, la que llevada por las más respetables personas de esta localidad recorrió varias calles de la misma.- Un devoto de la Virgen”.              
     Como el devoto cronista hace referencia a la condición de “personas respetables”, conviene aclarar que esa respetabilidad vendría impuesta por su preeminencia desde el punto de vista social y económico, así como por su habitual e imprescindible concurso en las manifestaciones externas de culto, en contraposición al pueblo llano, que cuando participaba, lo hacía siempre relegado a un papel secundario. 
   
La procesión de la Virgen de la Salud

     El día 25 se verificaría el tradicional traslado de la patrona de la villa, Nuestra Señora de la Salud, desde su ermita extramuros, hasta la parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, donde permanece anualmente por espacio de tres meses.


     Cuando Castellá realiza sus trabajos fotográficos en Castro del Río para la Casa Editorial Alberto Martín de Barcelona, durante aquel verano del año 1915, la imagen de la Virgen de la Salud ya se encuentra en la parroquial de la Asunción, por lo que forzosamente tuvo que ejecutarse durante esos tres meses de morada en la iglesia de la villa, aunque por el vestuario de quienes aparecen en esas fotos y otros detalles me inclino a pensar de que no iría mucho más allá del mes de septiembre.


Velada de Santiago
    
     El mismo día 25, festividad de Santiago Apóstol, se inicia la tradicional feria, que por coincidir con el final de las labores relacionadas con la recolección del cereal, son numerosas las personas las que se dan cita al reclamo del divertimiento.
     La del año 1915 iba a estar revestida por la polémica en cuanto al lugar elegido para su instalación. Según reza la tradición, ésta se había venido desarrollando en la calle Alta (Marqués de la Vega y Armijo), pero por voluntad expresa de la mayoría republicana, al frente de la Alcaldía, se determinará su traslado a la calle Corredera, recientemente rotulada y dedicada a la memoria del prócer del republicanismo Joaquín Costa.
     El corresponsal local del diario ultraconservador El Defensor, no parece comulgar con la decisión y son varios los argumentos que esgrime en contra del nuevo emplazamiento:

     Primero: “La proximidad de la Plaza de Abastos, donde no es posible desterrar (a pesar de ser mucha limpieza que en ella se observa) cierto mal olor, peculiar y corriente en estos sitios”.     
      Segundo: “El acentuadísimo declive del suelo, que aumenta considerablemente por las malas condiciones del empiedro”.
      Tercero: “Existen en dicha vía este año algunas respetables familias que la desgracia de haber perdido seres queridos las tiene alejadas de todo bullicio y a las que no habrá agradado mucho la alegría original que reina en esta clase de fiestas”.




    
     “Sin los inconvenientes reseñados, la velada hubiera resultado más lucida, por la extraordinaria iluminación, música y la enorme cantidad de caras bonitas que en ella se han visto.Tampoco han faltado los indispensables circos, norias y barcas, con algunas rifas, puestos de juguetes, buñolerías y otras chucherías que constituyen la delicia de la gente nueva”.


     Otra cosa que ha llamado poderosamente la atención en esta velada y que no puedo echar en  olvido: ¡El nuevo uniforme color kaki de la guardia municipal!

Fuentes utilizadas:


  • Crónicas remitidas desde Castro del Río al diario el Defensor de Córdoba publicadas los días 26 y 30 de julio de 1915.
  • Fotografías Fondo Alberto Martín de la Biblioteca de Cataluña (menos la de la noria, ya utilizada para ilustrar otra entrada festiva, y cuya procedencia no recuerdo).

15 julio 2012

Jumentos, jamelgos y otras bestias de carga. Castro del Río (1915).


     Hasta hace relativamente poco tiempo este tipo de ganado era indisoluble e imprescindible para la mayoría de las actividades humanas desarrolladas en las zonas rurales. Mientras que en las cortijadas prevalecían los bueyes de sangre y seleccionadas razas de mulos/as para la labranza, dentro del casco urbano, para el diario en las labores de huerta, de ruedo o suministro de agua, entre otras, eran estas otras caballerías menores las ocupaban un lugar preferente en las pequeñas cuadras de las que solían estar dotadas la mayoría de las viviendas populares.

     La colección de fotografías de Castellá, procedente de la Biblioteca de Catalunya, nos permite extraer algunas muestras significativas e ilustrativas sobre este tipo de ganadería ya prácticamente en extinción.

Extrayendo arena en el Puente Viejo

 Otros areneros en una isleta del Guadajoz

Abrevando

Descansando

     En primer plano, mujer de rostro curtido con su borrico, aguaderas y cantaros en dirección a la Fuente de San Roque. Detrás aparece una mula cargada con sacos de paja.
                                                                            

    Bestia amarrada a una ventana a la espera de sus cántaros, custodiada por un zagalillo, con la mollera a buen recaudo, para quien no pasa desapercibida la presencia del fotógrafo.
A la puerta de su casa (Cuesta de los Mesones nº 31)

Arriero con una carga de grano

Carretón de madera


    Esta forma de montar, que en equitación clásica se denomina “a la jineta”, y en el agro “a la mulera”, es la única compatible con la carga de arreos y pertrechos agrícolas necesarios.
Caballería con serones al inicio de la calle Corredera

El burro del hortelano


     He querido dejar para el final este detalle de la fotografía mostrada en la cabecera, que desde mi punto de vista tiene un especial valor estético y etnográfico. A ese jamelgo quijotesco, de paso cansino y cabeza gacha a consecuencia de su discurrir por la pronunciada cuesta de Santo Cristo, cuyo trayecto final es por fin alcanzado, se une la figura erguida de su guía, que luce el peculiar sombrero de ala ancha de estos lares y el característico capotillo o blusa abotonada al cuello, prenda de notable arcaísmo y abolengo entre los trabajadores agrícolas de la región andaluza.

08 julio 2012

Curiosidades arqueológicas de Bartolomé José Gallardo en Castro del Río.


     La profusa correspondencia de ida y vuelta mantenida por Bartolomé José Gallardo con estudiosos y eruditos de las diferentes ramas del saber, desplegada durante ese periodo de cuatro años en que fuera condenado al destierro en la insigne y leal villa absolutista de Castro del Río (1827-1831), nos ha permitido reconstruir y desarrollar episodios relacionados con el maltrato del que fue objeto por parte de los voluntarios realistas y su terrible Comandante Calderón, conocer su estado de ánimo a través de su producción poética, además de aportarnos otras noticias relacionadas con la amistad favorecedora que le dispensaron algunos castreños y comarcanos que, sabedores de su valía intelectual, no mostraron reparo alguno a la hora de prestarle la ayuda necesaria para sobrellevar aquel penoso periodo de confinamiento y aislamiento forzado.
    
     Tenía algún conocimiento sobre su afición por los temas arqueológicos y las antigüedades. En 1834, ya establecido en la Corte (una vez fallecido el monarca absolutista), fue visitado en varias ocasiones por Francisco de Borja Pavón, un joven cordobés estudiante de farmacia con inquietudes literarias, que iba recomendado por el común amigo Luis María Ramírez de las Casas Deza. De una visita girada a su casa de la calle de Preciados (1º de febrero de 1834) extraemos lo siguiente:
     “Me mostró una arquita llena huesos de los encontrados en las tumbas sepulcrales de la familia de los Pompeyos y un vidrio de la vasija que contenía la luz inextinguible. De esta invención o hallazgo ha hablado Gallardo en un artículo remitido al Vapor de Barcelona” (1)


      Imagino que aquellas muestras arqueológicas le llegarían a través del joven erudito Aureliano Fernández-Guerra y Orbe, primero en ocuparse de una manera “científica” del hallazgo. La familia Fernández-Guerra tenía a Gallardo en especial consideración. El abogado José Fernández Guerra (padre) y el egabrense con despacho en Granada José de la Peña Aguayo (defensor de Mariana Pineda) fueron quienes le defendieron en aquella causa por la que daría con sus huesos en las Higuerillas de Castro del Río:
     “Por un efecto de la claridad y descaro con que una vez se expresó hallándose en las casas del Ayuntamiento de Castro, diciendo que las leyes no se extendían a las opiniones sino a los actos exteriores únicamente, y que el siempre pensaría como mejor le pareciera, sus enemigos, aprovechándose de esta confesión que creyeron o afectaron que era criminal, le formaron causa en 1829, y lo tuvieron preso en la cárcel algunos meses, de la cual salió después de haber sufrido los disgustos y malos ratos que se dejan entender, y tenido que hacer gastos, tanto más gravosos, cuanto Gallardo no disfrutaba de facultades muy amplias” (2).

    Movido por la curiosidad me predispuse a la caza y captura del artículo publicado en "El Vapor" de Barcelona, que finalmente pude encontrar alojado dentro de la hemeroteca digital de Cataluña. Después de tenerlo localizado me percaté de que ya se hallaba incluido en un monográfico dedicado al Mausoleo de los Pompeyos publicado en el nº 1 de la Revista Salsum, aunque procedente de otra publicación y de una fecha ligeramente anterior. Según consta en dicho trabajo el artículo vio la luz en el Boletín de Comercio del 10 de septiembre de 1833, dando primicias de la noticia sólo 22 días después del hallazgo. En enlace del monográfico de Salsum se puede leer el extracto del original remitido por Gallardo, encontrado en el Archivo Familiar Fernández Guerra que conserva Emilio Miranda Valdés, aunque firmado todavía con pseudónimo (B.D. Gtábaro). Resulta extraño que cuando este mismo artículo se reimprime siete días después en el  "El Vapor" de Barcelona (nº 78 de 17 de septiembre de 1833), el B.D. aparece ya acompañado de su auténtico apellido.
     He detectado un pequeño error en este monográfico de Salsum. Dice: “Gallardo, por su cercanía a Baena, estuvo enterado desde el primer día del proceso del descubrimiento”. Éste no pudo ser testigo presencial de aquel fortuito hallazgo, ya que por esas fechas (agosto de 1833) ya llevaba un par de años alejado de la ribera del Guadajoz. Las noticias de las que se vale Gallardo para publicar su artículo le llegan por correo a través de un amigo y conocido desde Baena (V.N. y P.). Esa carta fue publicada justo en el número inmediatamente anterior al que su artículo viera la luz en el Vapor de Barcelona (nº 77 de 14 de septiembre de 1833). En esta misíva queda certificada su también afición y curiosidad  por los temas arqueológicos, desarrollada con frecuentes excursiones entre vestigios y riscos de la rica campiña de Córdoba, durante los cuatro años en que permaneció confinado en Castro del Río a merced de sus huestes absolutistas. Aunque aparece algún término peyorativo para los castreños como destinatarios, que supongo dirigido a esos mismos que el propio Gallardo bautizara como “garamantas fieros”, se hace merecedor de ser transcrito tal cual:




     Nuestro apreciable amigo, el erudito D.B.J. Gallardo nos ha remitido la siguiente carta que le ha dirigido un amigo suyo de Baena, explicándole el descubrimiento del sepulcro de los Pompeyos; no dudamos de que su contenido será agradable a nuestros lectores.

    
     SEÑOR DON B.J. GALLARDO


     Mi amigo y dueño: V. que ha hecho apreciar más la tierra que pisamos: en este que llamaba V. “país clásico de la libertad”, por la heroica, si malograda, resistencia que en las guerras Pompeyanas hizo contra la tiranía de Cesar por sacudir el yugo romano, acabamos de descubrir un testimonio justificativo de este dictado con que V. le favorece. ¡Tanto como usted la ha corrido y sendereado en los cuatro años que pasó en estas tierras, siempre campeando, siempre echando compases por el terreno, midiéndole a palmos, contemplando las ruinas de la antigua Osca (hoy Iscar), y todos los lugares famosos de esta campiña, de que no se halla el más leve rastro en Cesar, Hircio, etc ! Y después de

“Tantas idas
y venidas,
tantas vueltas
y revueltas”


     ¡Lo mejor se ha dejado V. por ver! Este sí que es tesoro, y no los que los gansos de Castro, que le tenían a V. por zahorí, decían que andaba usted buscando, al verle atrochar por esos despoblados, revolviendo en los villares escombros y piedras mohosas.


     Si amigo; si está V. aquí ahora, enloquece de gozo: hemos descubierto nada menos que el sepulcro de los POMPEYOS.- Ya V. se acuerda, en el despoblado de Castro Viejo, del cortijo que llaman de las Vírgenes, donde se encontró aquella estatua sin cabeza, que hoy existe en el lugar llamado del Rey, que fue de nuestro buen amigo don Diego Carro.

 
      Pues en él, a la vista de la torre de Padrones, un zagalón vaquero, este 16 de agosto, como notase días antes en un paraje cierto sonido de oquedad, soñándose, lo que aquí es tan común imaginación, que se encerraba en el algún tesoro moruno, empezó a hurgar y socavar con el cayado. Cuando más ahondaba, más sonaba hueco,; por fin, encontrado en piedras recias con una resistencia que no pudo vencer con tan endeble palanca, acudió al cortijo en busca de otro más amañado instrumento, y (¡Dios y en hora buena!) con el auxilio de otro zagal, su compañero, cavaron hasta que abrieron un resquicio, por donde a la vista de una opaca lámpara que dentro lucía, traslumbraron una cámara, y en ella unos (dicen ellos) como “cofrecitos de piedra”.
     Encandilados ya con esta vista, y figurándoselos no menos que llenos de oro, se abrieron una entrada capaz a aquel subterráneo, por la cual se colaron a él; pero quedáronse luego a oscuras, porque la escasa luz que antes alumbraba, luego se apagó: más por la que entraba por el boquerón que abrieron, pudieron ver la pieza (y yo la he visto también). Es de cuatro varas de largo, unas dos y media de ancho, y sobre tres de alto.
     La luz que divisaron, salía de una de las que llaman lámparas inextinguibles o perennes; la cual era (digo que “era”, porque la rompieron al sacarla de una como caja de plomo que la chapaba) de cristal con varias figuras de colores, y con el suelo redondo al modo de una caldera. Tenía una cubierta plana, igualmente de plomo, con un reborde de más de dos dedos de canto; y en medio una agujero redondo, por donde la luz tuviese respiradero. El tamaño de este vaso, media vara de hondo, por cuarta y media de boca o diámetro.
     En su fondo conservaba todavía como un cuartillo del licor con que ardía la lámpara cuando la descubrieron, al cabo de la friolera de sus dos mil años que estaría ardiendo sola, sin necesidad de que la atizara sacristán, ni beata lamparera.
     Encontráronse también otros varios vasos y utensilios; de todo lo cual queremos mandar a V. fiel inventario y puntual dibujo. Pero el tesoro más inestimable que se encontró, fueron las cenizas venerables con algunos huesos, restos todos de la ilustre familia POMPEYA, en doce urnas de piedra-franca, con sus tapas de lo mismo, y sendas inscripciones, cuyo tenor es el siguiente:


     La figura de estas urnas es cuadrilonga; su longitud tercia y media, con una cuarta de latitud, y otra de altura.


     A la novedad de tan peregrino hallazgo se han agolpado aquí gentes de estas inmediaciones, que ni a jubileo de toties-quoties.
     Esos poquitos renglones darán ahora no poco que borrajear a los sabios de esa Corte. V. mande en todos sentidos cuanto se escriba, y cuanto guste a su invariable amigo y S.S.- V.N. y P.- Baena 22 de agosto de de 1833.

      Para Rodríguez Moñino, el autor de la carta parece ser un tal V[icente] N[oriega] y P[osada], aunque se desconoce en que se fundamenta para tal asociación. El apellido Noriega por estos lares parece estar ligado a un individuo de origen gallego llamado Francisco Noriega de Bada, abogado de los Reales Concejos, que durante los años finales del siglo XVIII recaló en la villa de Porcuna con el empleo de Contador y Juez Subdelegado de las Reales Rentas de la Mesa Maestral de la Orden de Calatrava. Uno de sus hijos llamado Vicente Noriega de Bada y Mestas, oficial mayor en dicha subdelegación, se casará en Porcuna 1817 con Juana de Dios de la Coba y Gascón, donde terminaría echando raíces. Creo que se trata del mismo individuo que después supo y pudo aprovecharse de las subastas a las que se vieron sometidas las posesiones de la extinta Mesa Maestral durante el proceso desamortizador puesto en marcha por los liberales.

B.O.P. de Caceres (diciembre 1837)
     Bien pudiera tratarse también del autor de esa carta remitida desde Baena, cuya amistad con Gallardo, además de por la afición mutua por la arqueología, estaría relacionada con la comunión de ideas liberales, que parece profesar por resultar beneficiado por el Decreto de Desamortización de Mendizábal.

            (1) Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo.
      (2) Durante los meses de mayo y junio de 1853, al año siguiente de su muerte, el erudito cordobés Luís María Ramírez de las Casas Deza, se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, en el Semanario Pintoresco Español varios artículos sobre la trayectoria vital del polifacético Bartolomé José Gallardo.

07 julio 2012

El CACIQUE ANDALUZ (Manejos políticos y electorales en el distrito de Martos. Las elecciones de 1910).



     Para las elecciones a Cortes del año 1910, por primera vez, las fuerzas políticas antidinásticas (socialistas y republicanos), como respuesta a los hechos de la Semana Trágica de Barcelona, unen sus fuerzas para concurrir a un proceso electoral juntos. Dentro de aquella conjunción, dirigida por el escritor canario Benito Pérez Galdos, sería elegido para contender contra las poderosas fuerzas caciquiles del distrito de Martos (al que pertenecía Porcuna) el joven abogado y publicista Eduardo Barriobero y Herrán.


     Aquella su primera toma de contacto con la realidad sociopolítica andaluza la dibujo en una serie de conferencias desarrolladas después de su frustrado intento para hacerse con el acta de diputado, en este distrito electoral tradicionalmente cunero y caciquil.
Heraldo de Madrid (30 de mayo de 1910)

     Lo más probable, es que todas estas conferencias vieran la luz en la prensa de sus ideas. Sólo he sido capaz de encontrar una de ellas: “El cacique andaluz”, que transcribiremos  a continuación, en la que consta una breve, pero suficientemente contundente, referencia a las habituales  prácticas de los caciques de Porcuna. Por informaciones extraídas, también de prensa republicana, durante la campaña electoral Barriobero sería detenido en Porcuna, aunque desconocemos los motivos, que tal vez, pudiéramos desentrañar localizando la fuente donde aparezcan publicadas el resto de conferencias anunciadas, como “Hablemos de mi distrito”, “La conjunción republicana socialista en Martos”, “Un mitin presidido por el cometa” y especialmente las tituladas “Caciques ejemplares” y “El Chato, el Palojo y el médico de su honra”. Detalles sobre la catadura moral del encargado de velar por la salud pública de la villa de Jamilena, los derrama con creces en el artículo que podrán leer a continuación. El referido Chato, presumible culpable de su detención en Porcuna, forzosamente tienen que ser el honorable prócer local Don Luis Aguilera y Coca, cuya bonhomía he osado cuestionar recientemente en una de mis entradas, interpretación  no compartida por otros paisanos que, desde su óptica o cristal, reconocen en él un especial talante liberal. 
     Les dejo con el artículo de Barriobero, donde se denuncian unas maneras que difícilmente pueden saltar a órganos de prensa de línea editorial monárquica. Otras apostillas las dejamos para el final.
El cacique andaluz


     Yo conocía muy bien al cacique castellano, intrigante, servil para con los grandes y déspota entre los pequeños; le vi en mis mocedades inventar dolencias y defectos físicos para librar del servicio militar a los hijos de sus corifeos; suponer plagas para que el Gobierno perdonara la contribución a los de su partido; azuzar a los mozos del pueblo para que incendiaran las hacinas o descorcharan las cubas de su adversario; castigar al vecindario dejándole sin fiestas; hacer elecciones con urnas de doble fondo; torear de capa y hasta poner banderillas al gobernador de su provincia; tener criados que le llevaban en sus procesiones la vara de juez municipal, puesto que él llevaba en la diestra la de Alcalde, tener otros criados que le prestaban el nombre para contratar en subasta los arbitrios municipales y las obras públicas, todo esto y mucho más hacen los caciques castellanos; pero cuando en mayo se desborda el hambre o cuando las épocas de siembra plantean para el modesto labrador horribles conflictos, el cacique abre su granero y a los suyos les da el trigo sin rédito y muchas veces sin esperanza de recobrarlo.
     Y no sólo dispensa estos favores a los suyos el cacique castellano, sino que además sus casas y sus tierras se las trasmiten los arrendatarios de generación en generación, y no pagan hoy de renta mayores cantidades que las que pagaban a fines del siglo XVIII.
     Así, el cacique castellano poco dañino para el individuo, lo es en grado sumo para los pueblos, que ni se redimen n progresan, estáticos dentro de unas costumbres puramente feudales. ¡Si se pudiera capitalizar esos réditos intangibles que cobra por su trigo el cacique castellano!
     El cacique manchego y levantino tienen las llaves de la cárcel, y de la cárcel se sirve para imponer y sostener su dictadura; no dispensan beneficios, no hacen sino gravar o desgravar la hipoteca que tiene impuesta sobre la libertad individual de los que viven dentro de los lindes sometidos a su jurisdicción.
     En Levante y en La Mancha, si cuentan con la benevolencia del cacique, gozaran de la impunidad el ladrón y el asesino; en cambio, los inocentes a quienes el cacique le sea hostil, vivirán siempre expuestos a ver como sus vidas se extinguen prematuramente entre calabozos y cadenas.



     El cacique andaluz es tan osado y tan dañino como todos los demás caciques, pero no da trigo sin interés. Por el contrario, lo cobra todo, de todo saca provecho, y así logra reunir esas grandes fortunas que plantean para los Gobiernos el problema de los latifundios.
     El cacique andaluz cobra en Agosto por la fanega de trigo, de cebada o de habas que prestó seis meses antes, quince o dieciséis celemines. La friolera de un 65 por 100.
     Tan general es este abuso que en un pueblecillo, acaso el más atrasado de España, me decían: “Aquí estamos libres de la usura, unos señores han constituido una sociedad para darnos el trigo a catorce celemines”.
     Los infelices pagan de interés anual un 33,20 por 100… ¡Y además se obligan a dar el voto al cacique para que conceda el poder al verdugo, si así se le antoja!
     Este pueblo se llama Jamilena y en él vive el ejemplar más hermoso de la raza caciquil; ríase don Benito de los Gaitines, Gaitones Gaitanes que tan admirablemente nos pinta en El caballero encantado. Junto al médico de Jamilena, resultan tan cándidos como don Pio Gullón o don Bernabé Dávila.
     Este médico es juez municipal y tiene encomendado el papel de Alcalde a su padre, un anciano de más de ochenta años, que nos recibió cuando fuimos a dar un mitin, con la bragueta abierta y unas cuantas parejas de la Guardia civil, cuyo auxilio había reclamado para impedir nuestra propaganda; no obstante, el mitin se dio; pero esto no hace el caso, tengo al médico tendido sobre la mesa de disección.
     Para formar juicio sobre su “odio-sincracia caciquil”, puede bastar una anécdota de su vida, que en el distrito corre de boca en boca.
     El párroco del pueblo habíase rebelado contra su autoridad, y versado también en la intriga política, se anunciaba como enemigo poderoso. En las próximas elecciones municipales haría el cura concejales suyos, que pudieran perturbar al médico en el tranquilo dominio de aquella ínsula. Era preciso conjurar el peligro. Costase lo que costara.
     Y agotado su ingenio y fracasados cuantos medios lícitos e ilícitos puso el médico en juego para vencer al cura, decidiose a cometer la mayor felonía, la mayor infamia de cuantas figuran en la historia del caciquismo cuando se escriba, que será indudablemente el día en que se abaraten el papel y la tinta. Presentó una denuncia en el Juzgado de Martos en la que daba cuenta de haber sorprendido a su propia mujer y al cura en el momento más práctico del adulterio.
     Se instruyó proceso, y cuando la pobre señora, citada para presentar indagatoria, se enteró de la infame maquinación de su marido, falleció en el mismo local del Juzgado.
     Me lo contaron muchas veces, en todos los pueblos del distrito, y como siempre opusiera mi honrada duda, un curial de Martos me invitó a ver las actuaciones…
     El médico de Jamilena anda suelto y tiene a su servicio parejas de la Guardia Civil para impedir los mitins de campaña electoral. Verdad es que aquellos guardias no parecían muy dispuestos a obedecerle; sin duda les repugnaba estar al servicio de una autoridad sin autoridad moral.
     Como este cacique hay por lo menos dos en cada pueblo, uno conservador y otro liberal; pero sus torres ya empiezan a desplomarse.

Porcuna 1915

     Uno de Porcuna dijo a un grupo de electores que votaban mi candidatura, sin miedo ni pudor: “Así, así se hace, ya os dará Barriobero tierra para melones o trigo”. Y pronto en réplica, como buen andaluz, díjole uno de aquellos peoneros esforzados: “No nos dará tierra ni trigo porque no lo tiene; pero nos defenderá si alguno tenemos la necesidad de cortarle a usted la cabeza”.
     ¡Tierra y trigo! He aquí los dos problemas agrarios cuya solución debe preocuparnos a cuantos de la política vivimos: la Caja Rural y el latifundio.
     En Italia, la ley de Colonización Interior, del ministro Matessi, ha disminuido la emigración y ha mejorado la vida del proletariado. Las Cajas Rurales funcionan ya en casi todos los países de Europa. En España no tendremos cajas rurales ni colonización interior mientras haya monarquía; estas instrucciones matarían virtualmente el caciquismo., y muerto el caciquismo vendría la República por sufragio universal.
     El Banco de España, que es estómago agradecido y la Empresa más monárquica, estudió el problema de las cajas rurales y advirtió sin duda el efecto que habrían de producir; por eso continua prestando dinero a crédito personal al 5 por 100 a los fuertes propietarios, para que estos se encarguen de repartirlo al 30 entre los pequeños propietarios, quienes, además, quedan obligados a dar el voto para quien no se encuentre en condiciones de levantar su voz contra tanta infamia.

Eduardo Barriobero y Herrán (junio de 1910)


     Sobre esa habitual y vergonzosa práctica de la usura, reflejada en el artículo, así como de otros abusos, tenemos alguna noticia de su normalidad en la todavía villa de Porcuna, gracias a ese pequeño grupo de obreros conscientes situado al frente de la sociedad obrera "Paz y Libertad" allá por el año 1905, que, aunque escondidos aun en el anonimato (miedo a la represalia), fueron capaces de denunciarlas en las páginas de El Socialista:
     “La Junta Repartidora del impuesto de Consumos en Porcuna ha procedido con tanta equidad y justicia en el desempeño de su cometido, que mientras ha asignado una cuota insignificante a los que poseen fincas, la ha señalado de 18 y 20 pesetas a infelices, que ganan, cuando trabajan, 5 o 6 reales. ¡Serán …frescos estos repartidores!
     En este pueblo dominan el clero y los caciques, habiendo uno de éstos, muy rollizo por cierto, que toma dinero al 8 y el 10 por 100 para prestarle luego al 30. Tales abusos e infamias solamente las corregirá la unión de los explotados”.


     No creo estar muy descaminado al asociar como destinatario de esta lanzada al talante liberal de don Luis Aguilera y Coca, impulsor también de las obras de construcción del nuevo templo parroquial. En 1897, siendo alcalde, remitió a la redacción de Blanco y Negro una fotografía en la que se puede apreciar el avanzado estado de de las mismas, y el mismo que luego se mostrara tan hospitalario y generoso con el pintor cordobés Julio Romero de Torres cuando recaló en Porcuna para hacerse cargo de la decoración pictórica del mismo. El artista supo corresponderle con un retrato al oleo, que es precisamente el que nos permite conocer algún detalle sobre la oronda figura de este señor, a quien no se le conoce formación o actividad al margen de las propias de su condición de propietario y cacique del liberalismo local hasta 1915, en que dejaría de existir. Eso sí, fue durante toda su vida un gran aficionado a las diferentes modalidades de la caza, cono venía siendo costumbre en las zonas rurales entre las clases privilegiadas. 
     Las mayoría de las fuentes utilizadas son sectarias y tendenciosas, pero las únicas de las que disponemos para destapar estos manejos, habida cuenta de que el sistema político de la Restauración sabía sabiamente protegerse para que sus estrategias trascendieran lo menos posible.


     Por lo que respecta a aquella contienda electoral de mayo de 1910, pese al obstruccionismo puesto de manifiesto contra la candidatura de conjunción, la lucha parece ser que estuvo reñida según los resultados globales publicados en la prensa. El candidato adicto, el liberal Virgilio Anguita Sánchez, que terminaría haciéndose con el acta de diputado, aglutinó el voto monárquico, con un total de 5.571 votos frente a los 3.451 obtenidos por Eduardo Barriobero, con un porcentaje de abstención en torno al 40%. Los apoyos para el candidato antimonárquico hay que localizarlos principalmente en aquellas villas y ciudades donde socialistas y republicanos tenían estructuradas agrupaciones locales que pudieron velar por la limpieza del proceso. De momento no dispongo de fuentes que nos proporcionen el voto parcial en las respectivas localidades, pero que tuvo que ser importante para la conjunción en Valdepeñas de Jaén (villa de tradición republicana y con gran ascendencia y prestigio de su mentor local, Gregorio Milla), y las predominantemente socialistas Martos, Torredonjimeno y Porcuna, mientras que en aquellos pequeños feudos del caciquismo, cuyos votos terminaban siendo determinantes para el resultado final, como Jamilena, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava o Fuensanta de Martos, lo más probable es que se volcara el censo descaradamente casi al 100% en favor del candidato monárquico.
     Los amaños escandalosos perpetrados en Jamilena por la pareja formada por el famoso médico Manuel Martínez Gutiérrez y su señor padre, José Martínez Garrido (propietario agrícola, comerciante y prestamista), que se alternaron en la detentación de la alcaldía y otros cargos de poder, ya saltaron a las páginas de prensa en las elecciones del año 1896. Especialmente turbulento fue aquel proceso también en la villa de Porcuna (véase enlace ilustrativo).
     En el proceso de 1910, además del típico amaño de Jamilena tuvo que ser determinante la actitud de determinados sectores del socialismo marteño. Las palabras de Barriobero contra los socialistas de Martos, recogidas por la prensa y pronunciadas en el banquete celebrado en Madrid en honor de los republicanos derrotados, nos inducen a pensar en desunión por encono o hasta incluso de que alguno de los líderes locales pudiera haber sido atrapado por las garras del caciquismo:
El Bien Público (30 de mayo de 1910)

     Si fuera capaz de dar con esas otras conferencias que nos permitan desentrañar los entresijos políticos del distrito durante aquel proceso, prometo volver a ocuparme del tema.  

     La ilustración de la cabecera pertenece a un folleto de Salvador Cordón Avellán publicado en el año 1919, de cuya autoría es responsable el famoso dibujante y caricaturista Tito (Exoristo Salmerón).

04 julio 2012

La transfiguración de San Antonio Abad en Castro del Río.


    
     Las imágenes de culto católico, al igual que las personas y sociedades, pueden verse sometidas a vaivenes históricos que alteren su régimen ordinario de vida. Es el caso de la que mostramos en la cabecera.
     Del capítulo que Fray Juan de Castro le dedica al presbítero Doctor Cristóbal López de Cañete (1567-1637), dentro de su manuscrito “De los escritores naturales de Castro del Río” (se comenzó en 1804) entresacamos la siguiente noticia que nos informa sobre los avatares históricos de la referida imagen:
     “Desde que concluyó sus estudios y se graduó, hasta que fue comisionado a la Real Chancillería, tuvo en Castro su ordinaria residencia, según consta en diferentes documentos, que también manifiestan sus ocupaciones, de los quales citamos algunos. Estando presente aceptó la donación inter vivos , que el 19 de marzo de 1604 por ante Luis Fernández, otorgó en favor suyo su tía paterna Juana Fernández la Peinada, de unas casas en el cercado de la villa en la calle que va al Hospital de San Juan, y de otras en la calle Lobo, que por aquel tiempo se llamaba San Antón, por estar en ella una antigua ermita del Santo Abad: su antigua imagen de talla, de estatura mediana, con el hábito de carmelita, de túnica parda y capa blanca. Arruinada la ermita, se trasladó a este convento del Carmen, donde por muchos años la vimos venerada por los fieles con particular devoción, hasta que en nuestros días, por una providencia inconsiderada, o por una devoción indiscreta, fue transformada y transfigurada en imagen de nuestro padre San Elías Profeta, y se colocó en el retablo del Altar mayor”.



     Todo indica que esta talla de madera, que en la disposición de ese retablo, que conocemos gracias a la ya famosa fotografía de Castellá del año 1915, aparece situada en la hornacina superior, y el Crucificado de la primitiva Hermandad de la Veracruz (Cristo del Carmen) del escultor flamenco Luydvinos de Bruna, se encuentra entre las más antiguas y de mayor valía artística de las que se conservaban dentro de aquella Iglesia-Convento.     
     A Fray Juan de Castro no parece cuadrarle demasiado este cambalache. Debía sentir más apego por el Santo Abad que por el Profeta. De forma algo sibilina pasa por el asunto responsabilizando del mismo a “una providencia desconsiderada” o “devoción indiscreta”, lo que difícilmente nos permiten conocer los motivos exactos del cambio de advocación. Imagino que fuerzas mayores determinarían tal resolución, posiblemente por el especial empeño del Prior de turno o de alguna otra persona influyente en el seno de aquella comunidad religiosa del Carmen Calzado de Castro del Río.


     Apunto la hipótesis, con cierto fundamento, de que el responsable de esa transfiguración pudiera ser su coetáneo y hermano de orden, Fray Miguel Rodríguez Carretero, a quien deliberadamente dejo fuera de su obra por cuestiones personales.
     Podemos constatar la presencia y participación protagonista de Fray Miguel como predicador en una especie de fiesta solemne-rogativa rematada con procesión, celebrada en el Convento del Carmen el 20 de abril de 1817, en la que a San Antón ya se le había operado la metamorfosis:

     “El referido día 20 en la tarde hubo procesión general de penitencia con asistencia del Clero y del Ayuntamiento; casi todos los vecinos concurrieron, unos con capas, los más pudientes de corto y otros con túnicas y todos con luces. Llevaron al Santísimo Cristo del Carmen los sacerdotes, delante el clero y la comunidad y el R.P.M Quiroga predicaba de cuando en cuando. En medio de la procesión iba N.P.S. Elías como abogado de la Curia y delante de la Sgda Imagen predicaba el R.P.M fr. Miguel R.Carretero”.

     P.Mº Fr. Miguel Rodríguez Carretero / Epytome historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia. Primera edición del manuscrito original de la B.N.E. Sevilla 2000. Presentación de la obra a cargo de Ismael Martínez Carretero (O.Carm).
     El material gáfico pertenece a la ya tantas veces referida colección de fotografías procedente de la Biblioteca de Cataluña. Año 1915 (Fot. Castellá).