Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

01 noviembre 2011

Lorenzo Antonio Calderón y Espada: Comandante del Cuerpo de Voluntarios RR. de Castro del Río y Hacendado (1792-185?)




    Comienzo esta nueva entrada de la que es protagonista el Comandante de los Voluntarios Realistas de Castro del Río durante la Ominosa Década (1823-1833), don Lorenzo Antonio Calderón, de la misma manera que terminara la dedicada a los años de residencia forzada de Bartolomé José Gallardo en esta villa, quién tuvo que sufrir estoicamente las humillaciones  que constantemente le propinaba aquel. Nuevamente recurro a esas primeras estrofas de “A Zelinda, preso y ausente”, en las que Gallardo se lamenta de la ausencia de su amada, magnificando su propio llanto:


     El poema completo, publicado por primera vez en el Semanario Pintoresco Español (1853) e inédito en la red (para el copia y pega divulgativo), debido a su considerable extensión, lo meteré con posterioridad en comentarios o entrada aparte. Los impacientes pueden visualizarlo en formato pdf en el enlace que incluyo.

     Don Lorenzo Antonio  Calderón y Espada había nacido en Priego (Córdoba) el 10 de diciembre de 1792. Se hace castreño, cuando su padre don José Calderón y Jaramillo de naturaleza extremeña (Zafra), que había sido con anterioridad Corregidor de Priego y abogado de lo Reales Consejos, traslada su residencia a orillas del Guadajoz  nombrado para ejercer el cargo de Corregidor de esta villa. En el padrón de habitantes  de Castro de Río del año 1809 consta como hijosdalgo viudo, que vive con su hijo Lorenzo Antonio de 16 años.
     Lorenzo Antonio terminará echando raíces en esta villa cordobesa al contraer matrimonio con la castreña de linajuda familia, Francisca de Paula Corral Mazuelo (n. 1793) el 25 de julio de 1812. En el padrón 1820 aparece como Hacendado con 27 años, con vivienda en la calle Ancha. En informaciones testamentarias se mencionan a 10 hijos naturales de este matrimonio como herederos (José, Joaquín, Mª Paz, Lorenzo, Rafael, Mª Concepción, Federico, Luis, Fernando y Serafín).
     A la altura de 1820 era ya el mayor hacendado vecino con 504 fanegas en propiedad y otras tantas de superficie arrendada (Cortijo Fuente Cebadera).
     En el Archivo de la Real Chancillería de Granada se conservan el expediente y Real provisión por la que se reconoce su condición de hijosdalgo notorio de sangre, así como para sus hijos José Joaquín y Joaquín María Calderón Corral, con fecha del año 1817.
    Otra distinción que le acompaña es la de Caballero de la Real Maestranza de Caballería de Granada, que suponemos obtenida con posterioridad a la “Expedición de los cíen mil hijos de San Luis”



    Tras consolidarse la reacción absolutista, con el aval de los valiosos servicios prestados en pro de la causa, se despierta en él cierta aspiración nobiliaria y apuesta por la obtención de algunos títulos de Castilla que se hallaban vacantes, tales como el de Vizconde de Sotogordo o el del Marqués del Tomillar. No me consta que se los concediesen.


Revista Hidalguía nº 93 (1969)

    Lo que también consta documentalmente es su incondicional apoyo a la causa absolutista de Fernando VII. Una misiva publicada en la Gaceta de Madrid remitida desde Castro del Río, nos sirve para conocer a las claras cuales eran los presupuestos ideológicos que alimentaban a los absolutistas castreños, antes incluso de la liberación del Rey, entre cuyos firmantes aparece el Señor Calderón:




   El cuerpo de Voluntarios Realistas de Castro del Río sería uno de los primeros en constituirse en la provincia. Entre la oficialidad se encuentran varios notables que ayudan desde un principio a sostenerla económicamente. En 1925, su flamante Comandante Lorenzo Antonio Calderón, con el propósito de sufragar equipo para la tropa por valor de 4.000 reales, pone en práctica un arbitrio especial que carga impositivamente a los cuatro mercaderes de ropa más destacados de la villa, que precisamente habían simpatizado con los liberales durante el trienio (Trifón Azpitarte, José del Río, José I. Sáenz y Placido Sánchez).Se adquieren 50 fusiles, 12 sables y 8 carabinas. Se nutre de soldados mercenarios que cobran entre 8 y 12 reales diarios, de ahí que las solicitudes de ingreso sean numerosas y se requiera de la creación de Juntas de Admisión.


Estado Militar de España- Año 1832
Batallones de la Provincia de Córdoba

       Con la muerte de Fernando VII se pone fin a la ominosa década absolutista y regresa la aurora liberal a partir del año 1834, al abrigo del apoyo interesado demandado por la Regente María Cristina en defensa de los intereses sucesorios de su hija Isabel frente al pretendiente Carlista. Esto provocara el viraje de los viejos absolutistas hacia el Carlismo.

      Se va a operar a partir de entonces un cambio radical en la vida de nuestros protagonistas. Mientras Bartolomé José Gallardo llega a recuperar antiguas dignidades como la de Bibliotecario de las Cortes y hasta resulta elegido como Diputado por la circunscripción de Córdoba, el Comandante Calderón era desterrado por carlista a la localidad gaditana de Vejer de la Frontera y prendido con posterioridad (mayo de 1834) a raíz de ser encontradas cartas suyas en el equipaje del pretendiente Don Carlos:




     Se da la paradoja, de que en aquellas elecciones en las que resulta elegido Diputado Bartolomé J. Gallardo, celebradas ya bajo el marco jurídico de la recién estrenada Constitución de 1837, con el sistema de sufragio censitario, obtiene en Castro del Río un total de 99 votos (el más votado) de los 2327 totales obtenidos en la demarcación.


    Es de suponer, que por encontrarse aun preso o desterrado, no estuviese presente Lorenzo Antonio Calderón durante la famosa incursión por tierras cordobesas protagonizada por el General Carlista Gómez (septiembre-octubre 1836), que era natural de Torredonjimeno. En Castro, durante la misma, con la población dividida y los ánimos muy excitados, llegaron a ser asaltadas las casas de significados liberales.




     Finalizada la primera guerra carlista, ya durante los últimos compases de la Regencia deMª Cristina, las diversas familias liberales de Castro del Río y esos antiguos realistas evolucionados ahora hacia las filas Partido Moderado, firman un convenio de reconciliación política a nivel local, con el que se pone fin momentáneamente a “esos ánimos sobradamente agitados a consecuencia de las contiendas y enemistades que produce la guerra civil”. Entre los firmantes aparece Lorenzo A. Calderón nuevamente domiciliado en Castro del Río tras el “Abrazo de Vergara” que puso fin a la guerra, y nombrado ahora para ejercer como juez de paz.




     El artífice de la concordia, el nuevo Comandante de Armas don José Mogrobejo que según consta en la nota remitida al Nacional, se hace merecedor del título honorífico de “Pacificador de Castro del Río”, por su demostrada capacidad para preparar los ánimos hacía la reconciliación.

     La posterior evolución política (Regencia de Espartero apoyado por el liberalismo progresista) vuelve a relegar a nuestro protagonista a un segundo plano en cuanto a parcelas de poder. Será durante la Década Moderada (1843-1854) cuando los individuos de la alta sociedad castreña, entre ellos Calderón, que ya colaboraron con el absolutismo, recuperen el poder municipal.


Isabel II Reina de España

    Al siguiente cambio de rumbo propiciado por la Vicalvarada (1854) no creo que llegase con vida. El padrón de 1863 nos certifica su fallecimiento con anterioridad al mismo, pues solo aparecen la viuda e hijos.
    Los cuadros y genealogía que acompañan a la tesis doctoral de Francisco López Villatoro titulada “La Villa de Castro del Río (1833-1923). Aspectos económicos, políticos y sociales”, así como ella misma, me han resultado de gran utilidad para hacerle un seguimiento a la trayectoria vital de este castreño de alta alcurnia y muchas fanegas. Precisamente en uno de los cuadros de propietarios vecinos y forasteros que se incluyen, fechado en 1849, sigue apareciendo como 6º propietario vecino con 81 fincas y 413 fanegas, aunque superado por el liberal Antonio del Río Muela (soriano) que supo beneficiarse del proceso desamortizador




29 octubre 2011

"Entre garamantas fieros" (sobre la estancia de Bartolomé Gallardo en Castro del Río)


Retrato caricaturesco

    Ya he referido, en alguna que otra ocasión, los años de confinamiento o residencia forzada sufridos por el polifacético extremeño (escritor, bibliófilo, bibliógrafo, bibliotecario, periodista, político, poeta…) Bartolomé José Gallardo en Castro del Río (1827-1831), y de qué manera  se las hicieron pasar las famosas huestes absolutistas de esta villa cordobesa, hasta donde sería derivado ex profeso por el subdelegado del gobierno absolutista de Fernando VII en Córdoba, expuesto a merced de aquellas.
    La especial animadversión de realistas y absolutistas en su contra obedece al espíritu de amplia libertad que trasmite en algunas de sus obras y a su valiente animosidad hacía quienes «tratan de vedarnos el uso del pensamiento, y cuando necesitamos ver más claro, apretamos nudo sobre nudo la venda del error y la ignorancia». Sus análisis sobre el tradicional atraso cultural del país podían resultar molestos para los cómodamente instalados en los privilegios que les otorgaba el Antiguo Régimen: “España es un país desgraciado; en la mayor parte de sus pueblos y aldeorrios, todos los vecinos ponen la señal de la cruz por no saber firmar; no hay libros en ellos, a lo sumo se encuentran el breviario del cura, el catecismo, algún Belarmino, o el David perseguido y alivio de lastimados».
   Las dos citas pertenecen a su famoso Diccionario crítico-burlesco, publicado por primera vez en 1812, en el Cádiz de las Cortes, que desencadenó la ira de obispos y reaccionarios contra él por su aguda y mordaz sátira que le dedica el tradicional oscurantismo español.

Edición de 1838

    Su amor por los libros pudo medio saciarlo durante su retiro castreño gracias a la amistad salvadora que trabó con Fray Juan de Castro y la comunidad de frailes carmelitas calzados de Castro del Río, de cuyo convento era vecino, y del que terminaría haciéndose habitual, atraído por su biblioteca. Se daba el título entre los frailes de Sr. Forzado o Sr. Bartolo.
   No debía ser un anticlerical tan irredento, cuando en más de una ocasión a lo largo de su vida buscaría el sosiego y el retiro de un convento:

    “Le he visitado en su habitación a la que se ha mudado recientemente del convento de Monserrate, calle muy excéntrica de la Corte. Es de notar cómo se aviene a vivir y estrecha su amistad con frailes, quien tan hostil se les muestra en escritos y conversaciones. Me ha indicado que ciertas consideraciones le obligan a oír misa cotidianamente… En su albergue monástico no había sillas para sentarse, sino una cama, una mesa y muchos infolios, que prestaban el oficio de sofás o taburetes” (1).

    La copiosa correspondencia que remitió desde Castro nos sirve también para conocer detalles sobre el trato recibido por parte de sus acérrimos enemigos y otras circunstancias de su confinamiento:

    “Fui desterrado a esta insigne villa de Castro del Río, donde ha más de un año que me tienen vegetando como un hongo” (2).

   Casi recién llegado tuvo que sufrir la acometida del lapidario Carrasquilla que le arreó con un canto en la cabeza, en medio del día con toda la impunidad, provocándole daños en el oído, hasta el extremo que casi le deja sordo (3).
   Otro realista, J. Ambrosio irrumpió en su busca en la vivienda del Llano Convento donde se alojaba en compañía de una familia humilde. Los caseros que llegaron a denunciar el caso, tuvieron que retirarla presionados por instancias superiores (4).

Convento del Carmen Calzado de Castro del Río
Tomado de la acuarela de Pier Maria Baldi


   Otro día cuando transitaba por el acerado de la calle Corredera en dirección al Convento se topó de frente con la batería realista de Tomás Aguilar, cuyo sargento, un tal Rafael Bravo, sacó del bolsillo unas monedas y dirigiéndose a Don Bartolo pronunció las siguientes palabras:

   “Aquí están cinco duros para el guapo que a este hombre me le dé una puñalada, y se le deja en el sitio que no tema, que yo salgo a todo” (5).

   La claridad y descaro con la que interpeló en cierta ocasión a las autoridades locales por su pasividad ante tal cúmulo de abusos y despropósitos, le trajo aparejada una invitación para pasar unos meses de reclusión en la vieja cárcel de Castro, denominada popularmente como Higuerillas ( entonces en Plaza Real nº 2 ) :

   “Una vez se expresó hallándose en las casas del ayuntamiento de Castro, diciendo que las leyes no se extendían a las opiniones sino a los actos exteriores únicamente, y que el siempre pensaría como mejor le pareciera, sus enemigos, aprovechándose de esta confesión que creyeron o afectaron que era criminal, le formaron causa en 1829, y lo tuvieron preso en la cárcel algunos meses, de la cual salió después de haber sufrido los disgustos y malos ratos que se dejan entender, y tenido que hacer gastos, tanto más gravosos, cuanto Gallardo no disfrutaba de facultades muy amplias” (6).

    El instigador principal de este hospitalario trato dispensado en Castro a tan distinguido huésped, no era otro sino Lorenzo Antonio Calderón, Comandante del Batallón de Voluntarios Realistas acuartelado  en el castillo de la villa, herederos de aquella famosa Brigada de Carabineros sublevada durante el trienio constitucional.



    El propio Gallardo en su correspondencia, poco antes de abandonar definitivamente la villa del Guadajoz, sibilinamente le señala como responsable directo del cúmulo de humillaciones referidas:

   “Últimamente era ya bien visto y apreciado por todos, pero siempre aborrecido por Cn (Calderón) y algunos RR (realistas)” (7).

Otro retrato de Gallardo


   Sus quejas epistolares fueron casi una constante, pero dejando siempre claro quiénes eran los verdaderos culpables de sus desdichas. En otra ocasión escribió:

   “En Castro amigo, mi vida y mi honra están pendientes de un cabello. Esta gente es atroz, pero no hablo de la gente de gallaruza, la de corbata es la mala. El brazo fuerte que aquí podría escudarme, no hace poco en defenderse así  propio, y por desgracia además, está siempre pronto a mi ofensa, al más leve amago de ofensa que le hagan sus contrarios. ¡Si usted supiera que villana y bastamente me tratan! (8).

    Este fragmento de su correspondencia nos corrobora que el poder efectivo durante aquellos convulsos años en Castro lo ostentaba clara y prepotentemente los Voluntarios Realistas, mientras que la primera autoridad municipal, don José Tercero Luengo, se limitaba a hacer la vista gorda y le faltaba valor como para poner freno a las tropelías de aquellos.

    Entre la escasa producción poética que se le conoce a Don Bartolo, destacan dos poemas gestados  durante su destierro cordobés. Su obra maestra lírica es un delicado romance titulado Blanca Flor, compuesto y firmado desde Castro del Río, publicado por primera vez en el Diario Mercantil de Cádiz en 1828. Incluido en varias antologías de poesía española, está considerado por algunos especialistas como precursor del Romanticismo en España.
    Otro poema, también compuesto en Castro en 1929, de cuya estrofa primera me he servido para titular la entrada, es el conocido como “A Zelinda, preso y ausente”, subtitulado “Romance”. Son redondillas octosílabas, en las que como los romances forzados, se dirige a su amada, lamentando su ausencia:

    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.

     El resto del poema, así como una merecida reseña biográfica dedicada al Comandante de “aquellos garamantas fieros”, el ya mencionado Lorenzo Antonio Calderón, para no extendernos en demasía, lo dejaremos para próximas entradas.

NOTAS

(1)    Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo.
(2)    Correspondencia de don Bartolomé José Gallardo (1825-1851) / Antonio R. Rodríguez Moñino.1960.
(3)    Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos.
(4)    Op.cit. de Rodríguez Moñino.
(5)    Ibidem.
(6)    Durante los meses de mayo y junio de 1853, al año siguiente de su muerte, el erudito cordobés Luís María Ramírez de las Casas Deza, se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, en el Semanario Pintoresco Español varios artículos sobre la trayectoria vital del  polifacético Bartolomé José Gallardo. Su amistad parece remontarse a su etapa de destierro en Castro del Río (Córdoba) durante la cual llego a visitarle y mantuvo una profusa correspondencia con él, cuyos manuscritos se conservan en la Biblioteca Nacional.
(7)    Rodríguez Moñino, A. “Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852). Estudio bibliográfico”. Madrid 1955.
(8)    Ibidem.

    Para referenciar algunas y localizar otras de las vicisitudes sufridas por Gallardo en Castro, me ha servido de guía el meritorio e interesante trabajo del bibliotecario Antonio Flores Muñoz titulado “Castro del Río y D. Bartolomé José Gallardo (1827-1831)” que vio la luz por primera vez en la Revista de Feria de Castro del Río del año 1990, cuando había que proceder aun cual ratón de biblioteca para poder acceder a las fuentes.


24 octubre 2011

"Primera Medalla de Porcuna" obsequiada al Caudillo de España.



    Aprovechando el tirón de la entrada publicada sobre la visita de Franco a Porcuna, perfectamente complementada con valioso material fotográfico e interesante información adicional proporcionada por Todos los Nombres de Porcuna en su blog, concateno con otra nueva, complementaria a su vez de lo publicado por ellos con el título de “Porcuna, al Caudillo de España, 1953”.
    Recordaba haber visto La Primera Medalla de Porcuna” obsequiada al Caudillo por algún sitio. Descartada la Historia de Porcuna de M. Heredia Espinosa, donde sólo consta la descripción de la misma, eché mano a una vieja carpeta con fotocopias y originales de antiguas revistas de feria de Porcuna.
    Efectivamente allí estaba, en concreto, en la del año 1954.

    Al tratarse de copias sacadas del original impreso en su día, no nos permite apreciar con nitidez ciertos detalles estético-artísticos. Pudiera ser, incluso, que llegara a publicarse en color. Si así fuera, y algún paisano en posesión de la misma estuviera dispuesto a remitirnos copia, tanto “mi menda” como otros curiosos le estaríamos, no eternamente (me asusta la eternidad), pero sí bastante agradecidos.
    Las fotografías del anverso y reverso de la medalla vienen acompañadas de un artículo histórico-literario donde aflora forzosamente la típica prosopopeya del franquismo, titulado, nada más y nada menos, que:

“Los cuarteles del Escudo de Porcuna, blasones para el pecho del Caudillo Cristiano de la escolta mora”
(Visiones eucarísticas y cábalas de media luna).

Alegoría de Franco y la Cruzada

Escolta mora del Caudillo
    Su autor José Mª de Damas y Hernández (1912-1976), que se intitula como perteneciente a la Asociación Española de Escritores Médicos:

   “Esos cuatro cuarteles del Escudo de Porcuna, en fondo de “azur”, gules, plata y oro, parecen concebidos ex profeso para una medalla cristiana, forjada para el Caudillo Católico de la escolta mora, que sin desdoro pueda lucir, junto a la laureada misma de San Fernando.
    Hace unos meses la hemos visto expuesta en suntuoso escaparate, junto al Arco de la Plaza del Generalísimo, y pronto la veremos adornando el mismo pecho de Franco. Una medalla forjada en platino y oro, colocada sobre ramas de laurel de esmeralda auténtica, dibujada en ardiente esmalte, orlada de brillantes finos y coronada con rubíes sangrantes con destellos de exquisito oriente.




   Y todo en ella…corona, laureles, colores y blasones, formando sus cuatro cuarteles, poseen un simbolismo mágico de epopeya giennense y un aromático perfume de cristianismo en forja, que no han podido borrar ni el correr de los siglos, ni la pátina del tiempo”.

    Le sigue una extensa concatenación de fechas y datos históricos sobre el pasado guerrero, cristiano y glorioso de nuestros antepasados, expuestos de una forma un tanto inconexa y descontextualizada, que cuesta sinceramente bastante trabajo digerir durante el proceso de lectura.

   Termina rebosante del ultra patriotismo apuntado desde su inicio:

   “En el reverso de la medalla del Caudillo aparece esculpida en oro la Torre Nueva con la dedicatoria sentida del pueblo de Porcuna…Parece como decíamos antes, una gigantesca peana de Custodia elevada en medio del solar hispano, que más tarde completarían Isabel y Fernando de Castilla y Aragón, con las flores y gemas del paraíso de Alhamar consiguiendo para siempre la unidad católica de una raza, que ahora acaba de consolidar Francisco Franco Bahamonde.
   Y por ello. No debe extrañarnos que este inmortal Caudillo de la escolta mora y de la liberación de España, émulo de San Fernando, cuya gloriosa laureada ya ostenta en su pecho, haya aceptado la Primera Medalla de Porcuna, cuyos históricos blasones en nada de ella desdicen, pues la enseña de Calatrava es la misma Cruz de Cristo; el Sol de Castilla, su Hostia Santa; la Torre de Don Álvaro, pedestal de Custodia, y hasta la medias luna en ella Santo Grial, con las dulces notas del “Plange lingua” y el sonoro rin tintín angélico de los címbalos de Chesterton”.


    Como podrán comprobar, el final es apoteósico, rayano en una erudición patriótica ridícula y desenfrenada. El remate con “Los címbalos de Chersterton”, que no me molesto siquiera en averiguar lo que son, excita a gritar aquella famosa proclama de“Gibraltar Español”, culpable de que quienes tuvimos ocasión de estudiar el bachillerato aun en vida del Dictador, seamos hoy un poquito francófonos y  francoparlantes.



    Sobre el autor del “Chronicón” (Sr. Damas) aporto un enlace donde se pueden encontrar algunos detalles sobre su actividad y relación con Porcuna. Era de origen granadino y se dedico profesionalmente a la medicina, especialidad de pediatría. Fue director del presuntuosamente denominado Hospital Municipal - Casa de Maternidad de Urgencia, construido junto a las Casas Nuevas por la Dirección General de Regiones Devastadas. Casado con la porcunense de linajudos apellidos, doña Guillermina Sebastián Dacosta, hija del también galeno de reconocido prestigio y trayectoria don Cesar Sebastián González. En el catalogo de la Biblioteca Nacional aparece un libro a su nombre titulado “Disquisiciones históricas”, impreso en los talleres gráficos del Diario Jaén en el año 1961.

    Para terminar quería referirme a la circunstancia ya apuntada por Todos los Nombres en su entrada, sobre esa rara, rara, más que rara demora en la entrega (11 años desde la fecha de 1953 que aparece inscrita en en la Medalla). No me atrevo a entrar en análisis sin suficientes elementos de juicio. De momento tenemos que conformarnos con lo apuntado por Heredia Espinosa, sobre posible obstruccionismo a la labor de don Benito Garrido en un momento dado, lo que nos induce a elucubrar sobre la existencia de varias familias o confrontación de intereses entre los incondicionales del régimen en Porcuna, y sobre las también posibles interferencias de los capitostes provinciales.




Fotografías de la Medalla y de la recepción oficial en el Palacio del Pardo
Gentileza de Antonio Recuerda Burgos, que nos las ha proporcionado

Ver comentario 1

20 octubre 2011

LA VISITA DEL CAUDILLO A PORCUNA



    Efectivamente, tal como se anuncia en el recuadro de texto inserto en la parte superior izquierda de esta fotografía, el personaje de corta estatura, portador de un elegante traje de chaqueta cruzado de color oscuro, se trata de Su Excelencia el Generalísimo Francisco Franco, a la sazón Jefe del Estado de aquella pretérita España: “Una, Grande y Libre”
    El montador de la portada del diario barcelonés La Vanguardia del día 8 de junio de 1951, de donde ha sido capturada esta imagen, la sitúa erróneamente a la salida de la Santa Iglesia Catedral de Jaén, cuando resultan perfectamente reconocibles la arcada de medio punto en piedra y el rosetón de la fachada principal del Templo Parroquial de Porcuna (Jaén).
    El Caudillo aparece flanqueado por la ineludible compañía del obispo de la diócesis jiennense, doctor García y García de Castro, y por el efímero y poco conocido alcalde de Porcuna, don Cristóbal Muñoz Rodríguez, quien porta el típico bastón como atributo de su autoridad municipal.
    Poca información ha trascendido sobre este hombre que estuvo al frente de la máxima responsabilidad del gobierno municipal durante un corto periodo de tres años (1949-1952), en sustitución de don Benito Garrido Palacios, “quien por obstruccionismo o cansancio dimitió alegando motivos de salud” (Heredia Espinosa).
    La única noticia que tenemos sobre don Cristóbal Muñoz, es que desde 1934, con el paréntesis obligado de la guerra, desarrolló funciones de inspector municipal veterinario.

    La fotografía fue tomada durante la fugaz visita girada a la localidad por el Jefe del Estado en la tarde del 5 de junio del año 1951, en la que después nos detendremos.

    El nuevo régimen, recién terminada la guerra, para paliar los numerosos daños causados sobre el casco urbano de Porcuna por la aviación y baterías de artillería de ambos bandos, antes, durante y después de la ocupación definitiva por parte del Ejercito Nacional (1 de enero de 1937), tuvo la deferencia de otorgarle a esta localidad de la campiña jiennense  el privilegio de “Ciudad adoptada por el Caudillo” lo que terminaría traduciéndose en importantes inversiones a efectos de reconstrucción, de la que se ocuparía la Dirección General de Regiones Devastadas creada al efecto.
    Con estas dádivas, de alguna manera, se buscaban simpatías entre los habitantes de poblaciones como Porcuna, donde las formaciones políticas y sindicales de la izquierda gozaron de histórica vitalidad, y cuyos líderes y elementos más significativos perecieron frente a un pelotón de fusilamiento, sufrieron largas y penosas estancias carcelarias, o fueron resignadamente reinsertados mediante el humanitario y lucrativo sistema de "la redención de penas con el trabajo", del que supieron y pudieron beneficiarse empresas allegadas a los mandatarios de la Nueva España.
     Fueron numerosas las localidades diseminadas por todo el país las que gozaron de la generosidad y magnanimidad del Caudillo. Curiosamente Porcuna, en el decreto de adopción publicado en el Boletín Oficial del Estado, aparece en el mismo lote que la ciudad vasca de Guernica, prácticamente arrasada por los junkers de la Legión Cóndor alemana, en uno de los más feroces e indiscriminados bombardeos sobre objetivos civiles de nuestra guerra, hoy internacionalmente conocido, gracias al famoso cuadro de Picasso, convertido en paradigma artístico universal sobre el horror que generan las guerras. 




    Después de esta breve y necesaria introducción, centrémonos en la visita objeto de nuestra curiosidad. Hay que enmarcarla dentro de una general realizada por diferentes provincias andaluzas durante la primera quincena del mes de junio del año 1951, no exenta de las tradicionales inauguraciones de pantanos, otras obras hidráulicas y baños de multitudes.

    Se inicia con dos intensas jornadas en la provincia de Jaén, con el Parador del Patronato Nacional de Turismo de Bailén elegido, por su posición estratégica, como lugar idóneo  para el descanso del “Guerrero” y de su numeroso séquito: Ministros de Agricultura (señor Rein), Obras Públicas (Fernández Ladreia) e Industria y Comercio (Suances), jefes de la Casa Militar y Civil, ayudantes de servicio…
    Especialmente intensa la segunda de las jornadas (día 5 de junio de 1951), que se inicia a las 10 h. de la mañana en la ciudad de Baeza con un acto protocolario en el que se le hace entrega de la medalla de oro de la ciudad, se le nombra Alcalde Perpetuo e Hijo Adoptivo, acompañado de los pertinentes discursos, y zumbando velas para Jaén Capital donde hace su entrada triunfal poco después de las 11.00 h. 



    “Grandioso el recibimiento el tributado al Generalísimo en la capital, balcones y ventanas engalanadas, vítores, aplausos y aclamaciones populares”. Nueva recepción oficial, más discursos, y saludo al pueblo desde el balcón del Ayuntamiento “ante el requerimiento enfervorecido de la multitud”. Tuvo tiempo aún para departir con las autoridades provinciales sobre un denominado “Plan de Ordenación Económico Social de la Provincia”.

    Tras el almuerzo la obligada visita a la Catedral:

    “Fue recibido en la Basílica por el obispo de la diócesis, doctor García y García, y el Seminario en pleno. El obispo le dio a besar la famosa Cruz de Jaspe, una de las joyas de la Catedral. S.E. de dirigió bajo palio, portado por concejales y caballeros de Jaén, al Altar Mayor donde adoró las reliquias del Santo Rostro, ocupando un reclinatorio bajo dosel”.

Reliquia del Santo Rostro

     A la tarde le esperaban en Martos. Torrecampeños y tosirianos tuvieron que conformarse con la fugaz contemplación del paso al galope del numeroso cortejo de vehículos que arrastraba S.E. Llegó a la ciudad de la Peña sobre las 5.20, siendo recibido con “volteo general de campanas y el clamor popular de la multitud”, y más de lo mismo a trote cochinero, pues apenas una hora después hacía su entrada en Porcuna, el siguiente destino de a pie de aquella jornada maratoniana:

PASO DEL GENERALÍSIMO POR PORCUNA

   “A las 6.20 llegó S.E. el Jefe del Estado a esta población, donde fue recibido con las mismas muestras de entusiasmo que le acompañan a lo largo de su recorrido por la provincia de Jaén. Fue saludado por el alcalde y autoridades, y acompañado de los ministros y demás personalidades de su séquito, se dirigió a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde entro en medio de una lluvia de flores que arrojaban a su paso señoritas ataviadas con trajes típicos de la región. Los concejales portaron las varas del palio hasta el altar mayor, donde se situó el Caudillo, que oró unos instantes, y después se rezó una salve.
    Con las mismas muestras de adhesión y entre delirantes ovaciones S.E. el Jefe del Estado abandonó Porcuna, camino de Andújar, a donde llegó a las 7.10 de la tarde”.

Baño de multitudes en Andujar


    Habida cuenta que el desplazamiento entre Porcuna y Andújar, por mucho despeje previo de carretera que practicase la guardia civil, sería imposible hacerlo en menos de 40 minutos, recurriendo a una elemental operación matemática, el tiempo que S.E. le dedico a visitar a aquellos ciudadanos adoptados, que según la agencia Cifra le tributaron tan cálido recibimiento, estribaría en torno a los 10 minutos.
    He buscado noticias de esta visita en diferentes cabeceras nacionales y de provincias, y en todas se repite la información oficial suministrada por una denominada agencia Cifra, especie de filial de Efe que cubría los eventos nacionales y en especial los relacionados con el Jefe del Estado.

 
    Pese a lo fugaz de la visita, las cámaras del Noticiero Documentales Cinematográficos (NO-DO) que cubrían aquella gira, tuvieron tiempo de captar lo ocurrido en las escalerillas de acceso a la puerta principal de la Parroquia:

   “Al tiempo que el General subía los escalones de la iglesia un grupo de jóvenes ataviadas con traje folclórico andaluz le tiraban flores con tal euforia que tuvieron que ser sujetadas por los hombres encargados de la seguridad del Caudillo. Seguidamente un plano cercano mostraba el rostro satisfecho de éste”.

Otras fotografías de la visita en Albúm fotografico (deporcuna.com)
 
    Esta información la suministra Araceli Rodríguez Mateos en su libro “Un franquismo de cine: La imagen del régimen político en el noticiario NO-DO (1943-1959)”. Aunque la anécdota es sobradamente conocida por la tradición oral. Algunos más fantasiosos, llegaron a contar que la seguridad privada del caudillo tenía consigna de extremar las precauciones, temerosos de que cualquier marxista resentido pudiera atentar contra la vida del Generalísimo Franco en Porcuna, especialmente castigada por la represión.



    Ya para finalizar, haciendo uso, como de costumbre, de mi legítima propensión reclamante, estimo que no supondría ningún sobreesfuerzo para entidades locales, bien públicas o privadas, solicitar de la Filmoteca Española, donde se custodia el Archivo de No-do,  reproducción de aquella visita. La referencia, por si alguien estima a bien sufragar los gastos y poner a disposición de los naturales o adoptivos de Porcuna este trozo cinematográfico de su historia, es N, 441 B. 1951.


   Otra gestión o pesquisa, en este caso a realizar, estrictamente por vía oficial, sería la de investigar sobre el paradero actual de aquella Medalla de Oro y Brillantes entregada por las autoridades locales de la época, en nombre del pueblo de Porcuna, a S.E. el Generalísimo en la recepción oficial de la que fueron objeto en el Palacio del Pardo (1964), por si existiera la remota posibilidad de recuperarla. Aquellos reiterativos regalos, que no llegaron nunca a engrosar el Patrimonio Nacional, los presuponemos en manos de sus descendientes.

15 octubre 2011

Apuntes sobre un vino perdido: los pagos de Magdalite de Motril (1ª parte).


La vendimia (Goya)
     Fue en el artículo “Motril” de los tomos del Diccionario de Geografía Moderna pertenecientes a la “Encyclopédie Méthodique” (arranca en 1782) donde descubrí hace ya algún tiempo las excelencias históricas de los vinos del terreno:

    “El vino que se hace de sus uvas es mucho y bueno, llevando la preferencia el que allí llaman Magadalite”
.
    Movido por la curiosidad y mi afición por los caldos, busqué el término entre diferentes fuentes, con la esperanza de conocer algún detalle más sobre estos históricos y perdidos vinos de pagos motrileños. Los resultados en un principio totalmente infructuosos, motivados por un fallo en la transcripción/traducción del término desde la edición francesa original de la Geografía Moderna (1782) a la española editada años después (1792). Por fin, tanteando, preguntando y buscando, descubro que el término alude al paraje conocido e identificado sobre un mapa de 1722 como Pagos de Magdalite o “Viña Vieja”. En otras fuentes también aparece como Magalite o Magalete.

Terreno o pago de Magdalite

    Me valgo de la descripción que hace el botánico Simón de Rojas Clemente  (el sabio moro) en su Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (1807):



  “El Magalete, antiguo y célebre partido de las viñas de Motril, es otro grupo de lomas y cerros muy semejante a la Axarquía, no sólo por la naturaleza de su roca, su estructura y forma, sino también por la bondad de su esquilmo; pues de los vinos que produce, a pesar de hacerse con poco aseo e inteligencia, compiten en bondad con los malagueños.  No son sus cerros y lomas tan altos ni tan pendientes como los de la Axarquía, ni la capa de tierra que las cubre es tan delgada, ni se halla tan expuesta a ser arrastrada por las lluvias; antes bien la circunstancia de dominar en esta la cal, y algunas observaciones geognósticas, manifiestan claramente que lejos de deber su existencia al deshecho de la pizarra, fue depositada sobre ella por las aguas, probablemente quando se formaba la roca caliza de las montañas inmediatas.


    El Magalete [Magdalite] se extiende media legua de N. a S., y cerca de una de E. a O. Confina por este punto con el rio Guadalfeo; por el E. con el camino de Granada; por el N. con la rambla de Escalate; por el S. con la vega de Motril, avanzándose una punta suya hasta distar del mar menos de media legua.

Detalle mapa costas Reyno de Granada (1722).La mancha negra (roto)
 oculta el nombre y parte del caserío de la ciudad de Motril

    En los cerros que están al levante de Motril se va extendiendo mucho el cultivo de la vid sobre una roca igual en todo a la de Magalete, excepto que es más húmeda. Resulta de esta diferencia que las viñas criadas en ella dan más esquilmo, pero menos espirituoso y delicado que el de Magalete”.

Calidades

    La Memoria presentada por la Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad de Motril en octubre del año 1806, recoge las virtudes y defectos de los vinos motrileños ya apuntados por Simón de Rojas en su Ensayo, y manifiesta la urgencia de corregir las deficiencias en cuanto a elaboración:



    “Las viñas de Motril, por su clima y situación, pueden producir vinos tan exquisitos, como los mejores de España. Don Simón de Roxas Clemente, Archivero del Real Jardín Botánico, y uno de los Directores del Semanario de Agricultura, que las ha examinado muy despacio en diversas épocas, y los vinos también, asegura que nada tenemos que envidiar a otro país. El arte de hacer el vino es lo que nos falta para ponernos a nivel de los pueblos más adelantados; y es lo que importa conocer y practicar, para lograr las ventajas grandes que sacan de este ramo las ciudades de San Lúcar, Xerez y Málaga: en cuya concurrencia podremos entrar nosotros en tiempo de paz, que los buques mercantes frequentarán nuestro puerto de Calahonda, y nuestras playas”.


    Donde mejor se nos describen las excelencias y características especiales de los vinos motrileños es en una serie de artículos sobre vinos, de autor desconocido, publicados en 1820 en el periódico de la corte Miscelánea del Comercio, Artes  y Literatura, del que fue director y principal redactor el motrileño Francisco Javier de Burgos:


Busto F.Javier de Burgos (1778-1848)



    “Volviendo a la costa, conocida con el nombre de Málaga, se encuentra a quince leguas al levante de esta ciudad los excelentes vinos de Itrabo, Molvisar y sobre todo de Motril que ya son conocidos de los estrangeros, pues que Peuchet los califica de excelentes, y por lo común se transportan a Gibraltar y al campo de San Roque, algunas veces a Cádiz, y muchas a nuestras Américas. Los vinos de Motril, llamados de Magdalite, porque se cogen en el pago de este nombre, son de mucho espíritu, y desde que tienen dos años son esquisitos vinos de licor; pero en aquel país se vendimia mal, porque todas las uvas se cortan al mismo tiempo; se pisa mal, porque lo podrido, lo verde y lo seco cae junto en el lagar; se hace mal el vino, porque se recoge en las mismas tinas, y se encierra en los mismos toneles el zumo de los escobajos estrujados en una prensa particular; y en fin no se mejora el vino ya hecho, porque no se sospecha siquiera el arte de las clarificaciones, y apenas se trasiega en todo el año. Nosotros hemos sido testigos de los errores que allí se cometen en este ramo como en todos los demás del cultivo, errores que ya empiezan a reconocer los labradores de más alcance, y de que la prosperidad del terreno se ha resentido notablemente. Si hubiera en Motril un solo propietario de viñas bastante instruido de las operaciones que exige esta industria, en breve los vinos de su distrito igualarían a los de Jerez”.

     El tal Peuchet, mencionado como propagandista de las excelencias de los vinos de la costa granadina, debe de tratarse del geógrafo francés Jacques Peuchet, autor de un Dictionnaire universal de la géographie comercante (Paris 1799-1800; 5 vols) al que no he podido tener acceso.
     De una fecha algo posterior, es ya la noticia recogida en el Diccionario de agricultura práctica y economía rural , dirigido por Agustín E.Collantes, y editado en 1852, donde se menciona un informe sobre la vega de Motril en el que se plantea la siguiente interrogante crítica:

     ¿Por qué en vez de enviar al extranjero por caballos de coche y por vinos delicados, no enviamos a buscar los métodos de criar a los primeros y de manipular a los segundos?

     En una próxima entrega nos ocuparemos de las variedades de uva utilizadas en estos pagos, y de la evolución del cultivo hasta su desaparición casi definitiva durante la segunda mitad del siglo XIX.