Los últimos, derivan de una licencia caducada de antivirus no renovada a tiempo. La promiscuidad a la que se ve sometido el PC de mi dependencia de trabajo, al que todos/as acuden apresuradamente a meter su lápiz con el exigente propósito de una rápida y eficaz impresión por parte de la Ricoh a la que se haya conectado, ha provocado una epidemia en regla de enfermedades venéreas que se suponían extinguidas (ñores/ñoras no se puede meter en pendrive en cualquier sitio sin la protección adecuada). Alertados los servicios sanitarios, se ha procedido a la oportuna desinfección, aunque en numerosos casos, el virus se ha trasladado a ordenadores caseros mal protegidos. Es mi caso.
De ahí, que haya tenido que dedicarle alguna que otra tarde a tratamientos sanitarios domiciliarios. Como prácticamente carecía ya de espacio en su disco duro, he tenido que adquirir otro (portátil), que también exige tiempo y cuidados para la instalación de nuevos programas y terminar de configurar los existentes. Para colmo, trae una nueva versión de Windows con la que tengo que familiarizarme.
Así que de momento, para mantener el blog vivo, seguiré echando mano a las socorridas humoradas y futbolerías del Reporter X, y su inestimable y dadivoso amigo, don Blas Cabello Chocero “el mago de la pelota”.
En esta ocasión, aunque le suponemos presente como acompañante del cronista, don Blas queda relegado a un discreto segundo plano. Se trata de dos crónicas, casi taurinas, que “el mago del periodismo” elabora como si de nuevas experiencias se tratara, después de aquella su primera toma de contacto con el deporte de la pelota, ya reflejada en entradas anteriores.
Impresiones desde un asiento de tres reales.
Mi acompañante- yo siempre voy al Stadium acompañado- me dice, con gran alegría:
- Fíjate, esta nublado, como en Londres. Así da gusto presenciar un partido de fútbol. En su salsa. Los toros con sol; la pelota con nubes pardas y sucias… ¡Viva el deporte!
Mi amigo está, desde luego, un poquito tocado de la cabeza. No se explica de otra manera esto.
Pero dejemos el prólogo a un lado. Vamos a presenciar el segundo partido de pelota, como aprendizaje, para ocupar en su día el puesto de “Guardameta” en cualquier equipo local.
En la puerta del Stadium veo que guarda fila para sacar entrada el diestro cordobés Zurito, con toda su familia…
- ¡Ah! ¿Tu también?
- Si, hombre, pero no me pongas…Yo vengo al partido para aprender; además todos los buenos aficionados a los toros desfilan por este sitio. Hasta Guerrita quizá venga un día.
- No me extraña nada…
Tomamos asiento cuando Joaquinito P. Madrigal saca el pito - ¡ay que pitito! – para dar la orden de romper filas.
Luchan el equipo “Iberia F.C” de Sevilla y los de casa. Los primeros de jersey negro y azul; los de acá blanco amerengado. ¡Un encanto de traje!
Y… ¡Vamos al toro!
Los de Sevilla parece que vienen despiertos, y dispuestos a todo. Pero seguimos con la fatalidad de los porteros. El del domingo anterior estaba “lelo”, y el de ayer casi, casi…Trianero era el pollo.
Miraba al cielo, luego a un guardia que había cerca, y hacía el palco donde había unos paisanos, y mientras, los de casa, apretando que era un primor por los alrededores de la puerta. El señor Burgos – nombre del pollo en cuestión – salió en varias ocasiones fuera de la portería, y una de las veces que se salió más de la cuenta Barragán, el mago, que lo mismo mete un goal con la pierna que con un codo, que con la oreja, que con la cabeza, metió uno maravilloso, limpio, acabado, con el occipital, que le valió una ovación estruendosa, imponente, merecidísima…
Poco tiempo después, le dio un cate al balón con el pecho, hizo una coquetería balompédica, miró a una negra que había en primera fila de butacas, hizo un mohín al portero, y ¡zas! otro “goal”.
Horrillo aprovechó una “melée” y, en un momento que el portero de Triana estaba fuera de la puerta, metió el tercero nuestro.
Los sevillanos también metieron uno. Tuvo la culpa Tejado, que tiene poca fuerza en los pies. Tiene que hacer ejercicios gimnásticos, flexiones, para desarrollar las canillas…Este Tejado tiene jaramagos. Salió, fue a dar un puntapié a la pelota y marró, y Borrego del equipo “Iberia”, que estaba avisado, coló el balón en la puerta nuestra.
Aparte de esto no hubo nada saliente. Unas gotas que cayeron y el público de “a tres reales” que se metió en el de “a dos pesetas”. Mejor, porque nos quedamos más claros…
Hacemos punto final, dándoles un palito a los chicos del “Sporting”. Hay que traer más enemigo, de mayor calidad. Con los de ayer no se lucha. Son poquita cosa. Y ustedes que lo sabían no trabajaron nada, ni hicieron nada, nada más que aburrirnos.
Y en resumen. Nuestro equipo, generoso, hizo un obsequio a los derrotados, variándoles el jersey negro para ponerlos “verdes”.
REPORTER X
Impresiones desde un asiento de peseta.
Hoy tomamos nota desde un asiento de peseta. Ha subido la localidad democrática un realito. Según dicen, para “beneficencia”. Si es así, pase, aunque mejor sería que la empresa cediese un real o dos del precio corriente, y no cargárselo al público. Así es muy fácil ser filántropo y benéfico…
Hay gran expectación para el partido. Contienden con los de casa el equipo “Nacional de Cádiz” campeón de su provincia.
- Hoy hay “hule”- dicen “los intelectuales”. Verá usted Córdoba esta tarde…
Cádiz es un equipo de gran fuerza, y trae al portero y al delantero centro del “Español”…Para colmo, los nuestros llevan el jersey “verde”. Es un aviso…
Madrigal no actúa de árbitro, y es una lástima, porqué podía lucir su magnífico traje modelo turismo, once años de garantía. En su lugar figura de “referee” un señor bajito, con una camisa a rayas, que, según “los intelectuales” entiende mucho.
El portero de Cádiz tiene más barba que un capuchino. ¡Y han bajado de precio las hojas de Gillette! Se alinean, suena el pito y a la carga.
El partido empieza soso, hasta que Abad nos levanta del asiento y está a punto de meter el esférico en la portería del pollo de la barba crecida. Luego, bravo chus alto y la emoción que se masca… ¡Bien!
Sigue el partido con interés y los de casa están trabajadores.
En esto, un gaditano recibe un fuerte golpe y cae al suelo privado de conocimiento. Buscan un compañero, para que les sirva de colchón y se le hace la respiración artificial. El público guarda religioso silencio…Nosotros vemos ya al médico, al cura de San Nicolás, y a Moreno, el de la calle de Pompeyos, rondando el Stadium para quitarle la presa al Aguililla…
Hay unos minutos angustiosos, hasta que el de Cádiz se levanta de golpe, sacudese las manos, mira al público sonriente y avanza. ¡Lo mismo que los picadores!
Los de aquí y los de allí cometen faltas que el árbitro no señala. Nos enteramos que es porque el pito no funciona, no le sale el aire.
Viene la media hora de tedio, de aburrimiento, de guasa de estos partidos. Es lo más feo que tiene el deporte. Los de Córdoba se ponen muy pesados, muy malos, y hasta Barragán se dedica a leer el anuncio de Ebanistería Cordobesa.
¡Ah! El portero de Cádiz se enfada con sus compañeros, y les dice cosas feas. ¡Estáis muertos! ¡Ya os arreglaré luego! Y otras que no se pueden transcribir.
Muy nervioso se pasea por su jurisdicción quitando los chinos, y hasta trozos de adoquín que hay en el campo. Y las redes, de viejas, ya no sirven ni para cazar pajaritos…
En el segundo tiempo hay que anotar una parada formidable y serena de Miguel. Este chico promete. Tiene mucha pasta, mucho hígado, que es lo necesario para ser portero. En una portería, verdad, no dejaría entrar ni al cobrador del inquilinato; para muy bien.
El público se cansa, quiere que se haga un goal, sea el que fuere. Y Barragán nos complace porque de remate de pecho cuela uno, y la concurrencia le tributa una ovación.
A pesar de esto no ha estado como otros días.
El público increpa al arbitro porqué no está en su sitio; no va como debe detrás del balón. No hay quien lo menee de junto el anuncio de Jabón la Toja, y claro las faltas se suceden y el de la camisa a rayas no se entera.
Le da el balón a uno del Córdoba, y el de la camisa cree que es penalty. ¡Se le fue otra vez el aire por el pito! Y se forma un escándalo mayúsculo. Los pobrecitos papás y las pobrecitas mamás, sin tener culpa, salen a relucir. Huele el campo a bofetadas y estacazos…
Los de “sol” le dicen al arbitro que es más malo que la carne de pescuezo. Y los jóvenes que hay próximos a nosotros, pretenden saltar al campo y acabar con aquel. ¡No tanto, señores! Ya tiene el lo suyo por dentro.
Termina este incidente el equipo de Cádiz, que nobilísimo y caballeroso no tira el discutido penalty.
Al terminar el partido, el de la camisa a rayas se va más que deprisa, sin quitarle la vista a un guardia de seguridad que hay próximo.
De público, regular. En preferencia, escaso; en general, casi lleno. Muchos nenes, una barbaridad de nenes, todos los nenes que no han tenido las cuarenta y seis pesetas para ir al partido de Madrid. Cuarenta y cinco del billete de ferrocarril y la peseta para los dos bocadillos en un bar de la Puerta del Sol.
En ambas impresiones aparecen relacionados algunos nombres de peso en el fútbol cordobés de la época. Es el caso del capitán-jugador estrella y entrenador, Francisco Martín Barragán, ex bético y ex sevillista, que los años finales de su carrera como “profesional” los pasaría en Córdoba, primeramente en el Real Sporting, del que salió por la puerta falsa (debilidad por la nocturnidad), para terminar encuadrándose en las filas del su máximo rival a nivel local, el Electromecánica F.C, con el que colgaría las botas definitivamente.
En la década de los treinta, hallándose casi en la indigencia, el fútbol cordobés llegaría a tributarle un homenaje para aliviar la penosa situación por la que atravesaba.
También es mencionado Joaquín Pérez Madrigal en su faceta de árbitro. Antes había sido jugador de campo y guardameta de aquel Sporting aficionado, que se iniciara en la práctica del foot-ball en los improvisados terrenos de la Victoria o en los patios del cuartel del Regimiento de Infantería de la Reina allá por 1921.
Quiero recordar (no me hagan demasiado caso) haber leído que trabajaba en Córdoba como empleado de banca, labor que compaginaba con incursiones periodísticas en la prensa local. En la década de los treinta, llagaría a alcanzar cierta fama y celebridad por su participación en política, como incisivo diputado (jabalí) por el partido republicano radical socialista en las primeras cortes republicanas. Tras la derrota de la izquierda en las elecciones de 1933, se fue desprendiendo progresivamente de su radicalidad. Ya durante la guerra civil se convertiría en un eficaz agente de la propaganda del régimen franquista.
En un libro de memorias publicado en 1943 ( "Memorias de un converso: Vida, rango y escuela de un español del 31") cita su paso por Córdoba y su relación con al Real Córdoba Sporting Club.
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