¿Quién era?
¡Vaya usted a saber!
Se hicieron comentarios infinitos, caprichosos, gratuitos…
Una carta de recomendación al ilustre jurisconsulto y violinista D. Francisco Algaba Luque, nos sacó de la incertidumbre.
¿Quién era el negro?
Ah, era un notable violinista, una estrella del arte, un coloso del pentagrama. Era Brindis de Salas, artista consumado, rey de los unísonos…
La imposibilidad de dar un concierto por falta de acompañante al piano, quebró en un principio nuestras alegrías, porque veíamos que aquella ocasión se nos marchaba sin esperanza de reintegro.
Pero una señorita, una linda señorita, la incomparable Lolita Aguado, vino a la imaginación de todos y una vez hecha la proposición a su señor hermano, éste consiguió de ella que (gratuitamente desde luego) acompañara al señor Brindis.
Lolita Aguado Remón era hija de José Aguado del Río, escribano, impresor y procurador, que entre 1887 y 1893 con el nombre simbólico de “Moisés” ostentó el cargo de Venerable Maestro de la logia masónica García Vao de Castro del Río perteneciente al Gran Oriente Español. Tras una etapa de residencia en Baena, motivada por cierta animadversión hacia él de ciertos sectores de la sociedad local, vuelve a Castro del Río a principios del siglo XX. En 1910 obtendría una concejalía por el partido Liberal Democrático (Fernandistas). Sus relaciones profesionales y de amistad con D. Francisco Algaba (prohombre local de los fernandistas) le debieron de servir de gran ayuda para normalizar su situación social en Castro.
La proyectada velada musical iba a celebrarse por fin, imagino que tras unos días de ensayo, precisamente en el domicilio de D. José Aguado, Plaza de la Iglesia 16:
“A las ocho y media de la noche empezó el concierto, con una concurrencia selecta, y a bien decir, la inteligente de Castro. ¡Dios mió que concierto! Nada más magnifico, nada más hermoso, nada más brillante. Una de esas veladas musicales que perduraran para siempre en la memoria.
La señorita Aguado y el señor Brindis ejecutaron el programa siguiente: Romanza al sol (Beethoven), Minuetto (Boccherini), Pizicatto o vals lento ( Leo Delibes), Recuerdos de Hayden (violín solo) de Leonard, Clara Luna (piano solo) de Beethoven, Il Trovatore (Verdi), Capricho Hungaro (Hauser), Trémolo (piano solo) de Gottchalch, Dúo de amor (violín solo) de Brindis de Salas, Faust (Gounod), Serenata (Moszkowski), Recuerdo de España (Monasterio), Grossmu-Herchen (Lauger), terminándose con el Carnaval de Venecia de Paganini.
Todos los números fueron muy aplaudidos y ovacionados, terminando tan encantador espectáculo a las doce con harto sentimiento de la concurrencia, no solo por la inmensa labor artística que se presenció, sino también por las atenciones recibidas por los dueños de la casa.
Creo que el próximo siete de febrero se dará otro concierto a beneficio de los pobres".
Hasta aquí las noticias entresacadas de la crónica de José María Jiménez Carrillo, excelso poeta y activo corresponsal del Diario Defensor de Córdoba durante la primera década del siglo en Castro del Río.
Mi sorpresa, mi curiosidad se satisface, cuando, recurriendo a la barra de Google, descubro a Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, nacido en La Habana (Cuba) el 4 de Agosto de 1852, que llegaría a convertirse en uno de los violinistas más famosos de todos los tiempos.
Aunque aporto un enlace, pero como la información sobre él es tan abundante, y no me fío demasiado de la síntesis de la wikipedia, copiando y pegando de un lado y de otro, y aportando algo sobre sus relaciones con la provincia de Córdoba (prensa histórica) os ilustro un poco sobre su peculiar trayectoria vital:
Brindis de Salas comenzó los estudios con su padre (también violinista y contrabajista, integrante de la orquesta Concha de Oro, muy popular en los salones de baile habaneros) y los continuó luego con Van der Guth, un famoso concertista belga radicado en La Habana a quien llamaban cariñosamente “violín de ataque”, con quien progresó extraordinariamente. Dió su primer concierto con tan solo 11 años. Pero fue gracias a sus estudios en el Conservatorio de París, con los profesores más famosos de la época, que la unión del talento y las condiciones ideales dieron por resultado a una de las figuras musicales más extraordinarios del siglo XIX.
Desde el comienzo de sus estudios, y en cada actuación en París, Brindis comenzó una larga carrera de triunfos. Sus dotes naturales, afinadas y enriquecidas con los estudios, le dieron una envidiable maestría en el dominio del instrumento y del auditorio. “Diríase –escribió una de los comentaristas franceses de la época– que una mano oculta arranca al instrumento las más sublimes notas, haciéndolas aparecer como emanadas del cielo.”
Una vez culminado sus estudios triunfó en Italia –país originario del violín–, actuó en el Conservatorio de Milán y en el Teatro Scala; en Berlín se le designó músico de cámara del Emperador. También San Petersburgo, Londres, Portugal y España fueron testigos de su maestría. En Argentina sus admiradores le obsequiaron un auténtico Stradivarius; en México, a pesar de actuar casi simultáneamente con José White –otro violinista negro de Cuba, graduado también en el Conservatorio de París– también triunfó. Venezuela, América Central y La Habana disfrutaron de sus excelencias.
El "Pagagini negro" a los 28 años con su Stradivarius y la condecoración prusiana de la Orden del Aguila Negra (Hoher Orden vom Schwarzen Adler).
En Alemania, contrae matrimonio con una aristocrática dama de la alta sociedad y es nombrado concertista del emperador. El Káiser le otorga el título de Barón de Salas y la Gran Cruz del Águila Negra. Nacionalizado alemán, sus últimos años en tierra germana los vivió en Berlín, en una enorme mansión, en cuyo primer piso esta instalada una fabrica de pianos de la que era copropietario.
En el año 1898 su hogar se derrumba. Su mujer demanda el divorcio, angustiada de genio tan excéntrico y andariego, y Salas se lanza una vez más a recorrer el mundo dejando en Alemania sus bienes y tres hijos, violinistas también.
Dicen que a partir de entonces empezó a padecer de frecuentes estados de melancolía y depresión, durante los cuales se encerraba en una habitación. Dicen que “empezó a sentirse negro” y buscaba desesperadamente inspiración en su origen para crear una música auténtica: durante 1903 y 1905 estuvo visitando en Santiago de Cuba una Sociedad Negra que existía en la calle Alta de Sagarra y, aunque continuó haciendo con bastante éxito giras internacionales por el mundo, se notaba su decadencia física y material. Dicen, también, que llevó una vida demasiado desordenada y bohemia.
Ganó mucho, muchísimo dinero y de la misma manera lo derrochó. El violinista cubano fue víctima de su raza y su talento. Tenemos que tener en cuenta que la mayoría de los artistas negros que alcanzaban una fama como la de Brindis, representaban para los empresarios y el público de la época una diversión más. En palabras más crueles: para ellos, él y los otros eran como bestias de feria que funcionaban mientras llenaban el auditorio y las arcas.
A partir de 1906 peregrina por diferentes escenarios, ya más humildes, teatros de provincias, sociedades musicales, reuniones particulares… En 1906 y 1908 deambula por España, y nos consta su presencia en Córdoba y provincia, donde al abrigo de la protección que le presta el Centro Filarmónico Eduardo Lucena ofrece conciertos en el Gran Teatro de la capital. Se presentaba como el “Chevalier Brindis de Salas” (algunas fuentes indican que estaba en posesión de la condecoración otorgada por el gobierno francés de “Caballero de la Legión de Honor”). Sobre el celebrado en enero de 1906 en su honor y a beneficio de la cocina económica, en las apreciaciones del crítico musical del Diario de Córdoba, aflora esa decadencia y esa inestabilidad emocional a la que antes nos referíamos:
“En la Fantasía Española que figuraba en la tercera parte del programa, noté falta de unión entre el violín y el piano, hasta el punto que hubo momentos en que cada instrumento marchaba por su cuenta. Lo que después pasó no me lo explico. El señor Brindis de Salas tocó con visible contrariedad, y a paso de ataque, un bolero y no se que otras cosas más, abandonando precipitadamente el escenario. El público se quedó tan frío dentro de la sala, como frío era el ambiente exterior”.
Cuando a finales de 1909 recala una vez más en Córdoba, era ya un personaje decrépito, enfermo, desaliñado, aunque manteniendo aún cierto porte elegante, cuya única fortuna radicaba en su inseparable violín. Los melómanos cordobeses que en otros tiempos le rindieron honores, se lo quitan de en medio, derivándolo al culto, caritativo y enamorado del violín, el castreño Francisco Algaba Luque. Como hemos podido comprobar le ofreció su hospitalidad temporalmente. A renglón seguido, nuevos derroteros, hasta que durante el verano se asienta en Cádiz donde se dedica a amenizar con su violín las veladas nocturnas celebradas en el balneario de la Victoria. Desde Cádiz en el vapor Satrústegui hasta Buenos Aires, donde en sus tiempos de gloria le regalaron un Stradivarius.
En una casa de huéspedes del Paseo de Julio de Buenos Aires el uno de Junio de 1911 ( apenas año y medio después de haber visitado Castro del Río) fue recogido moribundo por la policía, muriendo pobre y olvidado de cuantos en vida le hicieron calurosas ovaciones.
Para documentarme sobre las circunstancias de su muerte y obtener una fotografía de él en su lecho de muerte, he intentado en vano acceder a la revista argentina Caras y Caretas donde el periodista Agapito Candilejas nos narra pormenorizadamente los últimos momentos de su vida. La citada revista esta ubicada en la Hemeroteca Digital de la BNE, pero el número en cuestión esta dañado y me ha resultado imposible su descarga. Pero como, quien busca halla, resulta que un bloguero hispano, el investigador literario, escritor y cineasta cubano Javier de Castromori, sintetiza, vacía y ordena el contenido de dicho reportaje bajo el título de ICONOGRAFÍA CUBANA DEL XIX: “Si, soy Brindis de Salas pero me muero…”
No lo paséis por alto por favor, es fuerte, emotivo, real como la vida misma.
Su intensa y agitada vida y las penosas circunstancias de su muerte lo convierten en un personaje de leyenda. El novelista franco-cubano Eduardo Manet, se interesó por su figura, plasmándola en una biografía novelada que con el titulo de "Maestro" ganó el gran premio Telégramme de Brest el año 2002.
Hola,me llamo Milena J. Casanova Aguado y buscando unas publicaciones de mi abuelo en internet me tropiezo con este blog fantástico que me muestra un montón de historias desconocidas de mis antepasados. Soy la sobrina nieta de la pianista que cita el artículo. Tambien soy sobrina nieta de José Navajas Fuentes, veterinario, académico, violinista y consumado cervantino del que he visto también escritos en distintos libros de feria, creo que en este blog. Un saludo para todos y espero sigamos en contacto porque me ayudaría a encajar las piezas del puzzle que me faltan.
ResponderEliminar