LA NOVELA IDEAL
"No queremos novelas rojas, ni modernistas, ni
eclécticas. Queremos novelas que expongan, bella y claramente, episodios de las
vidas luchadoras en pos de una sociedad libertaria. No queremos divagaciones
literarias que llenen páginas y nada digan. Queremos novelas optimistas, que
llenen de esperanza el alma; limpias, serenas, fuertes, con alguna maldición y
alguna lágrima».
Contienen «amenidad, emoción, interés, aventuras y amores»,
sin pretender la caracterización psicológica de personajes, acudiendo a
estereotipos entendibles, por lo que se las tacha de sensibleras y de escasa
calidad literaria, pero su pretensión es mostrar que «hay en nuestras
existencias un pesimismo que nace de las injusticias sociales, que estimamos
irremediables, y de las religiones».
Soriano Jiménez, Ignacio C. (2016). «Semblanza de La Novela
Ideal (1925-1938)». En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - Portal Editores
y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) - EDI-RED:
http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc18567
El número 257 (6 de 1931) de esta exitosa colección de novelas cortas, puesta en marcha por Joan Montseny y Teresa Mañé en 1925, lleva por título “El alma de la campiña” y está ambientada en la localidad cordobesa de Castro del Río (Córdoba). Su autor, Mauro Bajatierra Morán, famoso escritor, periodista y militante anarquista, relacionado desde antiguo con su Centro Obrero. Mantuvo estrechas relaciones de amistad con algunos de sus principales militantes. El ultimo trimestre del año 1930 permaneció desterrado u ocultado en Castro del Río. Colaboró con José Dios Criado (1880-1940) y Bartolomé Montilla Ruz en la reorganización de su Centro Instructivo de Obreros- SOV, que había permanecido semi apagado durante el periodo de la Dictadura de Primo de Rivera. El papel de referente y guía, que otrora desempeñara el veterano José Sánchez Rosa, lo heredará Mauro, cuyas visitas y vínculos con la comarcal sindicalista serán una constante durante el periodo republicano.
La novelita (32 páginas) está estructurada en tres partes.
Una primera, a modo de introducción, en la que se expone e interioriza en el
perfil humano de los tres integrantes de la familia protagonista, hilo conductor del relato, caracterizada por su armónica relación con el Centro Obrero y clases trabajadoras del pueblo de Castro del Río.
El señor José “El
Liberal”, propietario de la Casería Las Palomas. En su juventud fue conocido
como “Pepíllo el Malo”, “nombre que le pusieron los amos de las
tierras del término de Castro y Espejo, porque era díscolo y revoltoso a las
órdenes de los manijeros y por un quítame allá estas pajas desobedecía el
mandato que él estimaba injusto y hacía frente a maría santísima, como él decía,
paso muchas hambres y muchos días de cárcel por la rabia que le habían tenido
los ricos negándole el trabajo. Pero él, inteligente, decidido y valiente, no
se amilanaba. Le quitaban el pan los amos de la tierra, iba al campo cazaba y
tomaba carne que luego le valía por pan y todo lo necesario para la vida”.
Se jactaba sobre su proceder ante amigos
y paisanos con el siguiente argumento:
¿No tengo derecho a la vida? Pues vivo. ¿Me niegan la vida? Pues me la tomo y
patá. ¡Ay! si tos jisieramos lo mismo ya verían los amos si no lo daban por
guenas ante de tomarnola por la mala.
Convencido de que la tierra no debería tener dueños, sin conocer idea que le guiara en su intuición, concebía que era una injusticia tremenda el que unos hombres a cambio de jornales de hambre se enriquecieran, que fueran incapaces de hacerla producir lo suficiente y siquiera de venir a verla, esperando en la capital la renta para gastar sin el aprecio del que la sabe ganar.
Pepillo vivía en el campo con sus tíos, "viejos y obedientes a los amos". Tenían un chozo y una huerta junto al río Guadajoz, cuya propiedad era ya olvidada y que la avaricia de los lindantes les había comido poco a poco. Una aranzada de huerta que otrora era suficiente para el sustento de la familia. Con el tiempo el chozo quedó huérfano de un camino de servidumbre con salida recta a la carretera. Sin ser demasiado amigo de las letras, entre unos papelotes roídos por los ratones depositados en un viejo arcón, le llamó la atención un papel con medidas y ralladas.
Al no ser capaz de descifrarlo recurrió al maestro de la Escuela del Centro Obrero. El despeje fue raudo y veloz, se trataba de un plano catastral que demostraba que los límites del terreno eran incorrectos, faltaba otra aranzada: Ante la amenaza de recurrir a los tribunales, aquellos honrados hombres que le habían metido en la cárcel muchas veces por cazarles un conejo o un jabalí en el coto, cedieron a devolverle lo suyo incluida la servidumbre de paso. Arreglado todo, en marcha el trabajo, Pepillo demostró que no era un tumbón para el trabajo como decían los amos, que le gustaba hincar el hombro, y que no había dejado de practicar lo que predicaba antes porque ahora tuviera tierras propias. Se casó, prosperó y formo una familia.
El primero de sus hijos, por imperativo del narrador
libertario, se llamaba Liberto. También revestido de un alias como su padre “Desperdicios”.
Ayudaba en las faenas agrícolas del
Cortijo, como llamaban a la casa de campo que habían levantado en sustitución del chozo.
Había heredado la rebeldía y la afición
por la caza furtiva de Pepillo El Malo.
No ya por necesidad. El fruto de sus incursiones en los cotos era para
socorrer a las familias de los obreros
afectados por las crisis de trabajo. En el Centro Obrero se efectuaba el reparto. Otras veces en convites
multitudinarios organizados en el cortijillo.
Malvarroja era la hija y ojito derecho de José el Liberal. Por
su caracterizada belleza física e interior, fue bautizada por su pueblo como “El
Alma de la Campiña”:
“Una carita morena, oval, con dos ojos negros asesinos que no se dejan mirar fijamente porque queman, bajo dos cejas suaves y negras que parecen dos pinceladitas dadas por la mano de ángel, dos frutos de azofaifo, dulces, rojos y golosos por boca, donde escarbando por la comisura de los labios, pugnan por asomarse una sarta de perlas chiquitinas, apretadillas e iguales que lleva por dientes”.
Trascurre a la par que se proclama la II República en España.
En los aportes de ficción introducidos por Mauro Bajatierra, en Castro del Río quienes
tomaron las riendas del nuevo régimen desde un principio serían los trabajadores constituidos en Comíté
de Salud Pública (paso previo a la implantación del soñado comunismo libertario):
El pueblo productor en pleno ardiendo en deseos de calmar
sus hambres del cuerpo y su sed de justicias, acude al Centro Obrero en busca
de noticias, órdenes, avisos que nadie se comprometía, ni sabían darlas. Sin
saber cómo, dominando el escándalo alguien, uno propuso que se formara un
Comité de Salud Pública, quizá el mismo que lo propusiera no sabía en qué consistía,
pero lo había leído sabía que era bueno y lo proponía. Diez obreros dirigidos
por el maestro de la escuela del centro que como ellos había sido campesino
hasta unos años antes que ocupó la escuela, fueron decididos a ver al alcalde y
al subir las escalerillas del Ayuntamiento el Secretario, atemorizado, les dijo
que el Alcalde había huido. Después de un momento de indecisión los delegados
del pueblo se posesionaron del Ayuntamiento y media hora después pregoneros
voluntarios pegaban en las paredes de las casas y de mayor tamaño en el
mercado, en el Centro Obrero, en las casas Consistoriales y en las iglesias el
siguiente bando:
En los coches y caballerías requisadas salieron delegados
para los pueblos lindantes invitándoles a que hicieran lo que se hacía en
Castro y a unirse todos para hacer la Federación Comarcal declarando el
Municipio Libre para asegurar la vida en común de los pueblos. Espejo,
Bujalance, Baena y Cañete de las Torres contestaron aceptando la propuesta y
constituyéndose en Comités de Salud Pública hicieron lo que en Castro. Comisiones
oficiales de los pueblos se pusieron de acuerdo y quedó constituida la
Federación deseada.
No podían faltar las obligadas referencias a la metodología
de la Educación Racionalista en un pueblo como Castro del Río, cuya concurrida Escuela
del Centro Obrero venía funcionando, sin apenas interrupciones, desde su
creación en el año 1910. Al frente de ella estuvieron destacados militantes
locales y forasteros: Andrés Jiménez Tapia (1910-1912), Antonio García Birlán (1913), Salvador Cordón e Isabel Hortensia Pereyra (1914-1915), Francisco Jordán Gallego (1915-1916), Antonio Pérez Rosa (1916-1918), Dionisio Quintero Garrido (1919-1924) y Bartolomé Montilla Ruz (1925-1936). También natural de Castro del Río era Juan Pérez López, que entre 1924 y 1933 estuvo al frente de la escuela patrocinada por la SOV La Armonía de Bujalance. Así como Benito Cordobés Herencia que reclamado por los compañeros de Montemayor regento una escuela de las mismas características entre los años 1914-1915.
La Federación Comarcal
de Córdoba que empezaba con los pueblos dichos, en su marchar, sembraba. En los
montes, en sitios deliciosamente escogidos iba estableciendo sus escuelas bosques
al aire libre siempre, mientras la naturaleza lo permitía; en casetas cómodas,
aireadas, sanas y limpias como los chorros del oro, cuando la necesidad y el
tiempo obligaban a ello. Nada de separación de sexos ni educaciones distintas,
ni clases de niños que en la ignorancia de la infancia se hermanan todos si no
hay perversos que los inclinen unos contra otros. Sólo los separaba, y esto por
el momento de instrucción, los distintos grupos, según los grados de
conocimiento delos niños por su clasificación para la buena armonía de
enseñanza.
No había premios que
estimulan y siembran el odio entre los que teniendo menor inteligencia no
pueden igualar a los favorecidos por la naturaleza, por más que se esfuercen.
No había castigos
porque el castigar, a más de no ser ejemplar, despierta los malos sentimientos
en el castigado y en los que no siéndolo sienten regocijo ante el dolor ajeno.
Los maestros y maestras,
olvidándose de todo ese lastre oficial e innecesario conque cierran su
intuición y su libre exposición a la educación racional, eran hermanos mayores
más que maestros de los alumnos. Se vivía lo más posible al aire libre. Se
estudiaba también al aire libre como quien juega. En el suelo, con un palo, se
trazaban los límites de los mapas de las provincias, con líneas de tierra y arena
como quien hace casitas; los niños y niñas a porfía, trazaban las montañas, las
cordilleras, y con surcos en el suelo ahondados lo suficiente, los ríos, que
los mismos constructores se encargaban de llenar de agua transportándola en
cubitos desde el arroyo más cercano.
Se estudiaban las
flores en su vivir natural; se aprendía como nacen, como se fecundan, el sexo
de las flores y de las plantas. Toda la fauna que poblaban los montes era
mostrada a los chiquillos en su verdad natural. Los pájaros, los insectos, las
mil y mil cosas que tiene la tierra y pasa desapercibida para los que no la
estudian: ¡el agua, el fuego, el sol, la luna, las estrellas, todo enseñado por
los maestros pasaba ante los ojos de los niños llenándoles de extrañeza y
enseñanzas para el futuro.
Entre la maraña del zarzal,
en los saujales, respetados por toda la colonia infantil, iban los pajarillos labrando
sus nidos; por entre los brezos y las aliagas armadas de agudas púas, al ras
del suelo, asomaban sus cabezotas chatas, verdes-amarillos, los lagartos, que explicado
su vivir y su utilidad para la agricultura no fueron temidos ni perseguidos,
destruidas estúpidas leyendas sobre ellos.
Los hormigueros merecieron
atención especial para los profesores, por la enseñanza tan elemental que dan a
todos; horas y horas tumbados en el suelo, los pequeñuelos siguieron con
atención los movimientos de las trabajadoras y las explicaciones; destruido un
hormiguero para su estudio interior, pudieron comprender perfectamente el
porqué de la admiración y respeto que merecen estos animales.
El concepto de patria
en pequeño no tenía valor alguno para la enseñanza y fue suprimido. Se les
hablaba de una sola Patria en que los seres humanos habían de vivir en familia llena
de fraternidad y cariños. Los símbolos, para no crear idólatras se destruyeron.
Nada de banderas ni escudos, fueran del color que fueran y representaran lo que
representaran. El único símbolo que debe tener la humanidad es el amor, y este no
es posible representarlo si no es a lo vivo, con el ejemplo.
Tampoco podían faltar
las alusiones a la antigua y nueva clase política, siempre presta a captar las simpatías
y el voto de un proletariado agrícola genuinamente rebelde:
De Montilla, de Córdoba, acudieron muchos politicastros que
antes de lo sucedido tenían por costumbre en mítines de su clase, embaucar a los
trabajadores con espejuelos más o menos vistosos en sus coloridos pero teniendo
buen cuidado de no tocar a lo referente de la propiedad callando como buenos
fariseos, que toda ley obrera que puede promulgarse bajo la vigencia del
sistema tributario del programa político, no alteraría en nada los defectos de
leyes anteriores sobre la constitución económica, porque de nada sirve la
libertad sin el poder de ejercerla.
A destruir toda esta farándula de opiniones políticas se
dedicaban ahora los esfuerzos de la Comuna y los políticos que vinieron a ver
una realidad, que ni concibieron ni querían, eran invitados a dejar el campo
libre marchándose donde quisieran para que no envenenaran el ambiente sano de
los pueblos federados con sus ambiciones y engaños ya que contra sus opiniones
se había llegado al máximum donde por entonces podía llegarse.
En la resolución final de la trama el autor del folleto, por deferencia y amistad, inserta los nombres de algunos de sus compañeros de
Castro y Bujalance, aquellos con los que convivió durante su
destierro de 1930:
“Cuando Malvarroja
salió y vio a su hermano, rio gozosa y se tiró a abrazarle, luego, reparando en
quienes le acompañaban los saludó por sus nombres, ¡Hola Montilla, Dios! Y dos
compañeros de Bujalance , niña, dijo su hermano, Torres el que conduce er coche
y Pérez, el maestro, pero si los conosco a todos, salú compañeros”.
Junto a los maestros de los respectivos centros obreros (Bartolomé Montilla y Juan Pérez López) aparecen los nombres de los veteranos José Dios Criado y Jerónimo Torres García, figuras de prestigio en el seno de sus sindicatos. Ambos formaron parte de las primeras comisiones encargadas de negociar las bases de trabajo e intervienen en los primeros conflictos laborales del periodo republicano. Eran además paqueteros corresponsales de las Revista Blanca y de la Novela Ideal.
Pintoresca e inteligente la manera de desenvolverse por la vida la de José Dios. Su profesión era la de jornalero. Pertenecía al grupo fundacional del Centro Instructivo de Obreros, del que fue presidente, secretario y tesorero en diferentes ocasiones. Dada su ascendencia y prestigio, desde antiguo venía trabajando como semanero, ditero o cobrador de la perra para una importante tienda de tejidos, que en paralelo funcionaba como establecimiento de crédito. Esta modalidad de pago con cartones hasta hace poco era la única posibilidad que las clases humildes disponían para adquirir esas telas y paños tan necesarios para la confección de ropa y los típicos ajuares de casorio.
Dios, se pateaba casi a diario esas barriadas populares de Castro del Río para que su clientela, en la medida de sus posibles, fuera contribuyendo para ir restando poco a poco la deuda contraída. Aquellos recorridos le servían además para promocionar, vender, prestar y cambiar publicaciones libertarias. Imaginamos que esa “Alma de la Campiña” (1931) o la novela proletaria “Un ensayo revolucionario” (1932), del propio Mauro Bajatierra, se tuvieron que vender como rosquillas. Los aficionados a la lectura disponían además de una bien surtida biblioteca en la sede del Centro Obrero.
Cuando en el año 1912 la sociedad obrera adquirió en propiedad
una sede social (calle Colegio nº 15) sería José Dios y su hermano Francisco
quienes intervengan en la operación. Son sus nombres y apellidos los que
aparecen en el amillaramiento del inmueble. Cabe especular que, como personas jurídicas fueran ellos quienes contrajeran la deuda con el
empresario Bonifacio Gómez Rodríguez y que luego se resarcieran mediante el
citado sistema de cobro a domicilio de la cuota especial aprobada en asamblea. Por esas fechas la sociedad ya se apoyaba sobre una importante potencial humano (unos 400 militantes fueron los representados por Antonio Pérez Rosa en el Congreso constitutivo de la F.N.O.A. celebrado en Córdoba en la primavera del año 1913)
Durante el periodo republicano la primitiva sede se quedó
pequeña para las nuevas necesidades
derivadas del considerable incremento de afiliación (1200 en el Congreso del Conservatorio de junio de 1931, cuyo número iría creciendo a lo largo del
primer bienio republicano). Nuevamente seria Dios quien negociara con la casa Viuda
de don Bonifacio Gómez e Hijos, que además de la tienda de tejidos llevaba la corresponsalía en Castro del Río del Banco
Hispano Americano. Consiguieron hacerse de una espaciosa casa en la calle La
Palma nº 11 (otras fuentes nº 9). Cuando Castro del Río fue tomado por el ejército
golpista se había abonado gran parte de la deuda (aproximadamente un 70% ),
según consta en los sumarísimos instruidos a los dirigentes locales a efectos
represivos. Las autoridades del nuevo régimen pusieron especial empeño en
aclarar cuestiones relacionadas con aquella compraventa. No disponemos de
fuentes para conocer sobre quien revertió finalmente el inmueble. La primitiva propiedad
de la calle Colegio 15 (patrimonio sindical), que se estuvo utilizando en
paralelo, quedaría en una especie de limbo jurídico. Abandonada, durante los difíciles
años de la travesía del franquismo acogió en su seno a familias sin techo e
indigentes.
En el libro “La persecución religiosa en Córdoba, 1931-1939” aparece un esclarecedor testimonio del registrador de la propiedad Luis Fernández Seco, encarcelado en las Higuerillas junto a otros caracterizados derechistas de Castro del Río. Permanecen arrestados, entre el 21 de julio y el 25 de septiembre de 1936, fecha de la toma de Castro por las fuerzas del ejército de Franco.
Entre ellos
se encontraba Bonifacio Gómez Cantero. Cuando el 6 de agosto una columna al
mando del general Valera atacó Castro del Río por el flanco sur, se vivió una
situación de tensión e inquietud entre los apresados que llegaron a temer por sus vidas,
ante la hipotética retirada de las milicias confederales que defendían la plaza. En el testimonio del registrador queda más que
patente que aquel otro hijo de Bonifacio parecía sentirse protegido. Incluso, cuando el 25 de septiembre milicias y población civil
evacuan la población por la carretera de Bujalance, no llegaron a cebarse con
ese grupo de 11 personas entre rejas a las que se les respeto la vida.
En resumidas cuentas, quien verdaderamente ejerció durante un largo periodo de su vida de alma y despertador de conciencias proletarias en Castro del Río, epicentro de la comarcal sindicalista de la campiña de Córdoba, fue José Dios Criado “El Decano” o “El Dios Sindicalista”, sobrenombres por los que era conocido entre sus compañeros de ideal. En palabras textuales del historiador y escritor Francisco Merino Cañasveras, pionero en la investigación histórica del movimiento libertario en Castro del Rio: “José Dios fue el dirigente más honesto y el principal activista cultural de la organización sindical castreña”.
El Ateneo Cultural Libertario “La Lira Rebelde”, cuyo grupo teatral actuaba en el pequeño salón teatro que se habilitó en la nueva sede, surgió de ese especial carácter y anhelo cultural que Dios supo trasmitir a los jóvenes que acudían casi a diario al sindicato. Fue quizá el periodo de su máximo apogeo. Las mujeres se implican también en el activismo social. Se constituye una Juventud Femenina:
José Dios Criado estaba casado con Fuensanta Luque García. Tenían su domicilio en la calle Galeras nº 14. De esta unión vinieron al mundo cinco hijos. Tres varones (José, Helios y Rafael) y dos hembras (Flora y Ana). Cuando por las circunstancias de la guerra tienen que abandonar Castro se trasladan a Jaén. Se integran en una colectividad agraria ubicada en las afueras de la capital. Dios, por su edad y nivel de instrucción, será el encargado de impartir clases a los niños.
Al final de la contienda es detenido en el puerto de
Alicante, hasta donde se dirigió, como otros muchos, con la intención de embarcar para el
extranjero. Tras soportar el hacinamiento, la suciedad y el hambre de los
campos de concentración de Albatera (Alicante) y Portaceli (Valencia), una vez identificado,
se le traslada a la Prisión Provincial de Córdoba. Llevado ex profeso a Castro
del Río para someterlo a un Consejo de Guerra que le condenó a muerte el 12 de junio de 1940.
Ejecutado el 30 de septiembre del mismo año en las inmediaciones del cementerio
de Nuestra Señora de la Salud y enterrado en el de San Rafael.
Los hijos varones, con rodaje guerrero en las milicias confederales de la Columna Andalucía- Extremadura (posterior 88ª Brigada Mixta), pasarían la guerra luchando en unidades militares del ejército republicano.
Sobre José, curtido en las luchas sindicales del periodo republicano, no disponemos de documentación alguna. Probablemente permaneciera en Jaén junto a sus padres y hermanas hasta postrer momento. Helios, tras su paso por la Escuela Popular de Guerra, como Teniente de Infantería, sería destinado al Cuadro Eventual del Ejercito del Ebro. Rafael, después de permanecer enrolado en el “ejército rojo” durante toda la guerra, al finalizar el conflicto es movilizado su reemplazo. Pasa a servir al Ejército Nacional en el Batallón Disciplinario de Trabajadores, adscrito al Regimiento de Infantería nº 1 de Alcalá de Henares. Llegó a evadirse siendo con posterioridad capturado. Cuando, por fin, obtiene la licencia definitiva pasa a residir junto a su madre y hermanas a su localidad de origen.
José Dios, tras ser ejecutado, tuvo que
enfrentarse a un expediente de
responsabilidades políticas que no se resuelve hasta noviembre de 1946.
Tuvieron que ser años difíciles para la familia, que conforme recupera la libre
disposición de sus bienes opta por la emigración. Tres años en Villafranca del
Penedés (Barcelona) hasta que en 1950 fijan
su residencia en Martorell (comarca del Bajo Llobregat- Barcelona).
Por la prensa confederal en el exilio conocemos que Helios
finalizada la II Guerra Mundial residía en Francia (Avenue de la Gare, Garage
Lamblim, localidad de Moissac en el departamento de Tarn y Garona). Dada la
pésima acogida que el estado francés tributó a los refugiados españoles, podemos hacernos una idea del cumulo de penalidades y prestaciones especiales a las que se viera sometido. Para integrarse hasta se cambió el nombre de pila. Un tal Antonio Dios
Luque, nacido el 1 de enero de 1922 en Castro del Río (Córdoba) deja de existir
el 13 de enero de 2002, a los 80 años de edad, en Lavit (Tarn y Garona).
Rafael, sin trabajo estable, muy posiblemente reclamado por su hermano, en 1950
intentó cruzar la frontera sin éxito:
Tanto en su pueblo de origen como en el adoptivo, después del
contratiempo en la frontera, y suponemos que fichado en los respectivos acuartelamientos del
instituto armado, tendría serias dificultades para medio normalizar su vida. Parece
relacionarse con la población manchega de Manzanares, donde debía de tener
amigos y conocidos, antiguos integrantes de las milicias confederales. De 1956 es
“un busca y captura por delito de estafa” dado en Manzanares, finalmente sobreseído:
Este pequeño esfuerzo final para desentrañar informaciones
relacionadas con su descendencia directa
tienen un objetivo último: la posibilidad de contactar con alguno de sus
nietos. Siempre quedan interesantes testimonios de tercera generación, así como
documentos y fotografías que pudieran rescatarse del olvido.
En cuanto a las fuentes utilizadas, prefiero reservármelas. Advierto de su rigurosidad. De manera que propensos al copia y pega, al menos que se lo curren un poquillo.
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ResponderEliminarDeberían las autoridades competentes o la sociedad civil erigir un busto monumento en honor de José Dios Criado "El Dios Sindicalista castreño". El sitio ideal la calle Centro Obrero.
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