Son mis batallitas y mis sinsabores, que si los hago públicos, es porque me da la real gana (que pa eso es mía), sin propósitos alienantes y ejemplarizantes. Mis logros en la vida, que son cuantiosos, pero que carecen del refulgente brillo del oro, tan del gusto entre los de humana naturaleza, para ciertas mentalidades estándar, no justifican siquiera la autocomplacencia que me proporciona la exposición pública de mis memorias y/o opiniones (¡vaya tonto de los cojones! ¡… tonterías que escribe el gilipichi éste!...o palabras de nuevo cuño como "anarco tontainas").
Próximo a cumplir los 51 años, completados todos los casilleros de mi imaginaria cartilla de vacunaciones, sin vicios ni prejuicios, creo poder permitirme el lujo de jugar al chinchón, a la escoba, al “subastao” o al tute por parejas, sin necesidad de pertenecer a ningún casino, círculo cultural o de recreo. Mi libertad e independencia, me consienten echar cartas, guardar o romper la baraja, cuando y como me venga en gana, abrir y cerrar partidas, y hasta tirarme cuando no me entran cartas.
Como mis referencias al famoso “Libro de las 40 Hojas” son metafóricas, y no trato de cantarle las cuarenta a nadie, permítanme que recurra a dos citas sacadas de la historia de la literatura española, que me han resultado siempre de gran ayuda y estímulo a la hora de reafirmarme en mis acciones y convicciones:
Sabio consejo el de aquel insigne cordobés del Siglo de Oro, don Luis de Góngora y Argote en su célebre poema de “Ándeme yo caliente”:
Ándeme yo caliente
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
A la obra magna, del no menos insigne “Manco de Lepanto” o “Príncipe de los Ingenios”, puesta en boca de su genuino personaje central, pertenece el siguiente alegato libertario:
"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida" (Miguel de Cervantes).
Al lema o consigna con el que se encabeza la entrada, me gustaría añadir otro, tomado de la sabiduría popular y tradicional, muy utilizado por un porcunense ilustre, del que hace mucho que no se nada, y que también he hecho mío: “ca uno es ca uno”.
Lo interpreto, como que los seres humanos tenemos la necesidad de conocernos a nosotros mismos y de aprender a aceptarnos, con nuestras más o menos equilibradas dosis de virtudes y defectos. Es un punto de partida importante para intentar ser feliz, que en el fondo es el fin único y verdadero.
Esta auto dedicatoria egocéntrica y reafirmante, es consecuencia directa de algún comentario, de no muy buen gusto, suprimido a tiempo. Son los riesgos de mantenerlos abiertos. Desde mi punto de vista, los comentarios en un blog, bien utilizados, son enriquecedores siempre y hasta chispeantes y divertidos. Los mios van a seguir abiertos, pues gracias a ellos he hecho nuevas relaciones amistosas, he obtenido y compartido materiales e informaciones, y me sigue apeteciendo poder contrastar mis opiniones y aseveraciones con otras, con la poquita de guasa y cachondeo del que se requiere a veces, para pugnar contra muros más o menos racionales o argumentados. A los anónimos, con prejuicios o razones de peso para no mostrarse con su verdadero rostro, pedirles por favor, que me rebatan y confronten de una manera educada y civilizada. Entiendo y soy consciente, ya lo he expresado, que “ca uno/a es ca uno/a”, o como diría don José Ortega y Gasset, "cada cual y sus circunstancias".



