Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

07 abril 2014

Historia del heterodoxo presbítero motrileño Antonio Aguayo.



   En el año 1865, Antonio Aguayo Molina, un hasta entonces anónimo sacerdote de origen motrileño adscrito a la diócesis de Madrid, se da a conocer con un polémico folleto que titula “Carta a los presbíteros españoles”, tachado inmediatamente de heterodoxo por las jerarquías eclesiásticas de la época. Sirva como ejemplo las palabras de condena de la circular emitida por el Cardenal Arzobispo de Burgos:

   “Después de invocar humildemente las luces del Espíritu Santo, hemos venido a condenar,  y condenamos la carta dirigida a los presbíteros españoles por el presbítero D. Antonio Aguayo, por contenerse en ella aserciones falsas, temerarias, escandalosas, injuriosas a la Iglesia, con sabor de herejía y aun heréticas; prohibimos su lectura a los fieles de esta nuestra diócesis; y mandamos que todos los que tengan algún ejemplar de la misma lo entreguen a su párroco, que seguidamente lo inutilizará”.


   No vamos a entrar en demasiados detalles sobre la historia de la carta y la biografía de este sacerdote motrileño del que ya se ocupó profusamente el historiador y escritor Manuel Rodríguez Martín (Juan Ortiz del Barco) en sus crónicas de principios del siglo XX. La que le dedica a “El Padre Aguayo” apareció publicada en la revista quincenal “La Alhambra” en los números 231, 232  y 233 (octubre – noviembre de 1907). Pinchando sobre el número se puede acceder a la lectura de las sucesivas entregas.
    Un trabajo más reciente, complementario del anterior, es el publicado por el abogado y escritor motrileño Francisco Pérez García en la revista Tiempo de Historia (1976): “El padre Aguayo. Un clérigo postconciliar del siglo XIX”.
    Como podrán apreciar, quienes se sientan atraídos por la particular trayectoria de este sacerdote, se advierte en estos trabajos cierto vacío sobre cuál fue su devenir final:

   “De mis investigaciones sobre la vida posterior de Aguayo solo he sabido, pero sin que nadie responda de la noticia, que marchó a Buenos Aires, que allí estuvo dirigiendo un periódico republicano, y que ha muerto” (Ortiz el Barco).

   “Marchó a la Republica Argentina, concretamente a Buenos Aires, donde dirigió un periódico republicano, ignorándose los últimos años de su vida y la fecha de su muerte. Tampoco he podido hacerme de un retrato, a pesar de las investigaciones practicadas” (Pérez García).

Manuel Rodríguez Martín (Ortíz del Barco)
    Juan Ortiz del Barco llegó a mantener asidua correspondencia con don Marcelino Menéndez Pelayo, que también había mandado al otro mundo al famoso padre Aguayo del que se ocupa en su Historia de los heterodoxos españoles. De una carta, fechada en noviembre de 1911, se desprende que el cronista motrileño después de aquel trabajo, reproducido también en el semanario local Vida Nueva, siguió interesándose por su paisano Aguayo.
    Se mostraba especialmente interesado en obtener su partida de defunción, una fotografía y en conocer detalles sobre un posible arrepentimiento. Su sorpresa tuvo que ser mayúscula cuando en julio de 1908 recibió por correo un ejemplar de la revista El Comercio Español de Montevideo, en la que figuraba el nombre de Antonio Aguayo Molina como director-gerente. Casi a la par, el ex presbítero remitió otra carta al director de Vida Nueva que vio la luz. Solicitaba “se rectificaran las grandes inexactitudes” que contenían la crónica de Ortiz del Barco, dando a entender, además, “que no se ha arrepentido de lo que ha escrito contra la plaga monárquico clerical que deshonra y aniquila a España”.



     A través de un sacerdote amigo del otro lado del charco llegaría a conseguir esa preciada fotografía que andaba buscando, aunque lamentablemente no ha trascendido, ni hemos sido capaces de localizarla, de momento. Posiblemente, en alguna de las numerosas revistas con las que estuvo relacionado a lo largo de su longeva existencia o en otras publicaciones dispersas por bibliotecas de la República Argentina y Uruguay pudiera aparecer cualquier día.
    Con independencia de que la famosa “Carta a los presbíteros españoles” fuera fruto de sus propias reflexiones o pudiera haber prestado su firma al servicio de determinados intereses políticos, como apunta Menéndez Pelayo, lo cierto es que este folleto terminaría marcándole de por vida.
    Su claro posicionamiento en favor de la unificación de los estados italianos, que tanto afectaba a los intereses del Romano Pontífice, y sus críticas directas a ese “neocatolicismo”, en el que se hallaban instaladas las jerarquías eclesiásticas, levantó ampollas. No hubo diócesis episcopal que se quedara sin emitir una circular de condena.
   Conforme el asunto de la carta fue adquiriendo resonancia, pese a las numerosas manifestaciones de apoyo y simpatías recibidas desde las filas democráticas y progresistas, incluidas la de sus propios paisanos, la carrera sacerdotal de Antonio Aguayo se vería pronto afectada.
   Al mes escaso de su publicación tiene que comparecer ante el vicario eclesiástico de la corte que le notifica una providencia del arzobispo de Toledo por la que se le insta a salir de Madrid en el plazo de diez días.
   En febrero de 1866 el periódico La Discusión, que había prestado cobertura de apoyo a las "herejías" del padre Aguayo y cedido sus páginas para expresarse, se hace cargo de la publicación de un segundo libro titulado “Historia de una carta”, que sirve para acrecentar la fama del cismático presbítero motrileño.


   Fue precisamente el hallazgo de un ejemplar de esta obra en una librería de viejo el que sirvió de estímulo y de fuente a Juan Ortiz del Barco para embarcarse en su biografía.



   Con las facilidades y comodidades actuales para acceder a la documentación, en siguientes entradas intentaremos ocuparnos de sus destierros de ida y vuelta, y especialmente de la pródiga labor que desarrolló como periodista, publicista y escritor hasta el final de sus días. Antonio Aguayo Molina, bautizado en la Colegiata de Motril el 18 de diciembre de 1836, dejaba de existir en la ciudad de Montevideo (Uruguay) en 1920.

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