Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

25 enero 2014

Ocurrencias motrileñas (Irritación de sotanas y una epidemia de almorranas).



    Las Cortes del Trienio Liberal (1820-1823) desarrollarán una nueva legislación socio-religiosa que se traduce en la supresión de las vinculaciones, la prohibición a la iglesia de adquirir bienes inmuebles, la reducción del diezmo, la supresión de la Compañía de Jesús y la reforma de las comunidades religiosas.
    Con respecto a este último aspecto se suprimieron algunos conventos, se  prohibió fundar nuevas casas religiosas y aceptar nuevos miembros, y al mismo tiempo, se facilitaban cien ducados a todos aquellos religiosos o monjas que deseasen abandonar su orden o congregación, es decir, exclaustrarse. Los bienes de los conventos suprimidos y las rentas de los que quedaban que fuesen superiores a lo preciso “para su decente subsistencia” debían pasar a cubrir las necesidades del crédito público.

    Estas medidas, como es lógico, situaron a los pertenecientes al clero regular entre los más enconados enemigos del liberalismo constitucional. Una buena muestra de ello la encontramos en un suceso ocurrido en la ciudad de Motril en el año 1822:


FRAILES CON PUÑALES

    En Motril, pueblo donde el servilismo está en todo su colmo, ha sucedido lo que hará reír é irritará al mismo tiempo á nuestros lectores.
    Con motivo de estar el cuartel del regimiento de Galicia muy inmediato al convento de nuestro P. S. Francisco, un sargento tuvo la humorada de entrarse en él en mangas de camisa para hacer una diligencia, la que concluida se puso a ver los cuadros y pinturas de los claustros; luego que lo vieron, salió un fraile y principió á gritar lo habían robado: con estos gritos apareció inmediatamente la santa comunidad armada de puñales, y mi pobre sargento que vio aquella escuadra de seráficos irritados, se preparó para morir; sin embargo trató de dar una satisfacción y hacerles ver que él no era el autor del robo, y les ofreció se quitaría la camisa y pantalones, única ropa que tenia puesta ; consiente en ello la comunidad seráfica, y después que se hubo despojado de su ropa, se le abalanzan los frailes como para darle una sotana; mas el sargento que vio que aquello iba malo, pudo deshacerse de entre aquellos sayones y corriendo se marchó a su cuartel;  hubo la suerte de que el centinela conoció al sargento a pesar que venía corriendo y en cueros, y le dejó entrar en el cuartel , mas detuvo con la bayoneta á un fraile que con un puñal le venía persiguiendo. El oficial de la guardia se contentó con apuntar el nombre del seráfico, y después los sargentos han tomado el asunto con el mayor calor.
    Esta ocurrencia se ha hecho demasiado pública tanto por lo escandaloso de ella, cuanto por haber sucedido en un convento que la opinión pública  se empeñó días hace en designar a sus reverendos frailes como serviles. Las autoridades política y militar es regular que no dejen de tomar consideración esta y otras ocurrencias que están sucediendo en Motril, pues de ello dependerá no sea necesario tener que ocupar dicha ciudad militarmente por el mal espíritu público que reina en ella; á lo que han contribuido en gran parte sus autoridades.
    Aquí tienen nuestros lectores una prueba del amor que profesan los frailes a los militares liberales, como sucede en el cuerpo de Galicia; y aquí se ve la mansedumbre, modestia y caridad que se ejercita en algunos claustros. ¿Cuánto valiera que el Jefe político de Granada visitase este convento y viese si tiene el número de individuos prevenido por la ley? Algunos esperaban que el gobierno  hubiese mandado que los muchísimos frailes que hay sobrantes y que no se ocupan en otra cosa que en pasearse y  tomar sendos polvos, hubiesen salido a hacer la siega, por el amor de Dios, en lugar de los provinciales que se han puesto sobre las armas. Entonces sí que habrían hecho una verdadera penitencia, útil para sus almas y para la patria; pero paciencia, nos hallamos en el siglo de las luces, y a proporción que estas se difundan, el fanatismo dejará de progresar, y cuando este no se conozca seremos felices (Plutón).


    (El Mensagero de Sevilla: 24/7/1822)

    Una segunda manifestación de furia clerical aflora en la ciudad de Motril en el año 1835 con los liberales nuevamente al frente de los designios de la nación. Juan Álvarez de Mendizábal, bien desde el cargo de ministro de Hacienda o presidiendo el Consejo de Ministros, inició la desamortización de los bienes y tierras eclesiásticas previa supresión de un buen número de las órdenes religiosas (clero regular).
   Tanto el ya referido convento de los franciscanos, puesto bajo la advocación de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, como el de Nuestra Señora de la Victoria (religiosos Mininos de San Francisco de Paula) fueron suprimidos y sacadas sus propiedades a pública subasta.



    Son el R.P. Guardián del convento de San Francisco y su cuidada huerta, ubicada en terrenos de la fértil vega motrileña, quienes adquieren protagonismo en esta nueva ocurrencia aireada desde la prensa afín al liberalismo más comprometido:

    Las repetidas comunicaciones que nos remiten diferentes personas de la ciudad de Motril, haciéndonos presentes de los excesos que se advierten en ella nos han llamado la atención y puesto en el caso de dar a la luz pública, deseosos de que sean remediados aquellos abusos que por su trascendencia merezcan no quedar impunes. Entre los varios casos que nos citan no ha podido por menos que llenarnos de la mayor indignación el siguiente: En Motril ha sucedido el hecho siguiente:
     "El R. P. guardián de San Francisco, luego que tuvo noticia que se había expedido orden por esta junta para que desalojase el convento con los demás santos religiosos, dispuso tomasen posesión de la huerta de aquel convento una manada de carneros, la que empleándose en ella, no solo pastaron todas las legumbres sembradas, sino también destrozaron los arbustos de ella. Su reverencia quejoso (sin duda del poco mal que le habían hecho), tomó un hacha, y a este quiero, a este también, al otro lo mismo, y a ese otro ídem, enristró con todos los árboles dejándolos tendidos en el suelo, y en disposición de que no pudiesen servir sino para ser vendidos por leña, y no leña recia”.

 (El Eco del comercio: 23/10/1835)

   Ese mismo año de 1835 resultó afectada la ciudad de Motril por una curiosa y aprovechada “Epidemia de almorranas” atajada con eficacia por la autoridad competente sin necesidad del concurso de los profesionales de la medicina. Resultó suficiente con una simple inspección ocular:



     GRANADA 21 de febrero. Por lo que puede interesar a la salud pública debe ponerse en conocimiento de la provincia que la ciudad de Motril está infectada de almorranas, pues en el sorteo celebrado últimamente para el reemplazo del ejército se han eximido por esta enfermedad muchos individuos. Hay la circunstancia particular de que así como el cólera atacaba a las clases pobres en su primera invasión, este nuevo azote sólo persigue a las personas de algunas conveniencias; pero según noticias de la junta superior de agravios se trata de sofocar el germen de una plaga que pudiera inficionar otros pueblos, haciendo que se presenten en esta ciudad todos los mozos eximidos por aquel achaque, a fin de que se apliquen las medicinas concernientes al restablecimiento de su salud. Lo sensible en este negocio es, que los enfermos tendrán que dar a reconocer la parte achacosa, aunque sea con ofensa de su pudor.

(La Revista española: 27/2/1835)