Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

05 noviembre 2013

EL ANTICLERICALISMO EN ACCIÓN: PORCUNA A FINALES DEL S.XIX.



     En el último tercio de siglo XIX nacen en nuestro país los primeros periódicos con una línea editorial claramente anticlerical; El Motín, fundado y dirigido por el periodista y escritor republicano federal José Nakens, y Las Dominicales del Libre Pensamiento, impulsado y dirigido por Ramón Chíes y Fernando Lozano “Demófilo”.
     Recuerden aquella aireada conversión del republicano y masón José Huertas Lozano y sobre cómo su retractación pública, acompañada de su ingreso en la Compañía de Jesús, fue aprovechada por la prensa ultra católica para arremeter contra quienes se habían convertido ya en su principal azote.

    A partir de 1884, coincidiendo con la reorganización del republicanismo histórico en Porcuna, empiezan a llegar a estas dos cabeceras noticias relacionadas con la localidad.

Las Dominicales 9 de marzo de 1884
     Se trata de hombres que en su mayoría ya integraron el comité local republicano federal en el año 1873.
     De entre sus filas debieron salir los primeros anónimos comunicantes encargados de airear una serie de noticias relacionadas con el clero local que los respectivos redactores se encargaban de preparar a su estilo.
     Una primera lanzada guarda relación con una capilla de música que asistía a los entierros de quienes pertenecieron en vida a la Cofradía del Carmen:


    “Existe en Porcuna una Cofradía llamada del Carmen, que tiene por costumbre acompañar con música los cadáveres de los hermanos desde su casa a la iglesia, y desde ésta, hasta la salida de la población.
    Mientras los cantores místicos se arrancan dentro por peteneras sagradas, para que en el cielo se enteren de que el difunto ha dejado unos cuartos (porque cuando es pobre no hay cánticos), y le abren de par en par las puertas, los músicos aguardan en la iglesia.
    El párroco, desinteresado como todos, exige a la cofradía cuatro duros por permitirles tocar; los hermanos, de quienes es la música, acuden al juez municipal en queja contra esta imposición, y el juez le da la razón al párroco.
   Aconsejo a los hermanos que apelen el fallo, y si fuese confirmado, que todo es posible en estos tiempos, renuncien a tocar en los entierros para que el cura no se lleve os cuartos, o celebren los entierros civilmente.
   Después de todo, los difuntos maldito si se enteran de las piezas que le van tocando por el camino, ni de si van cucarachas o no”.

(El Motín de 9 de septiembre de 1886)

     El proyecto de construcción del nuevo templo parroquial no se libra tampoco de la incisiva y socarrona crítica:

    “Los curitas de Porcuna andan trasteando las bolsas de los fieles para edificar una iglesia, y parece que les da resultado, pues pronto comenzarán las obras.
     Aplaudo la idea, porque más vale que los fanáticos gasten sus dineros en materiales de construcción que en fusiles.
     Aunque quizá tras lo uno venga lo otro”.

    (El Motín 1 de julio de 1888)

     No había pasado mucho tiempo desde que los sectores mas integristas del catolicismo español, entre ellos muchos procedentes del clero regular y secular, no dudaron en esgrimir las armas en defensa de la trilogía Dios, Patria y Rey, propia de los defensores de la causa carlista. Son los famosos frailes y curas trabucaires, que no se libran de la caricatura satírica de El Motín. 


    La famosa fórmula de la “perra gorda”, ideada por el Padre Tarín para sufragar las obras del nuevo templo, no gozó del beneplácito general de la ciudadanía de Porcuna. Algunos disconformes llevan sus quejas hasta el órgano de prensa oficial del partido liberal dinástico:

   “De Porcuna (Jaén) nos escriben denunciando el hecho de haberse constituido una Junta, la cual, arrogándose facultades que no se sabe quien las haya concedido, está cobrando, en perjuicio del comercio, un impuesto de diez céntimos con que se grava toda medida de cereales, aceites, etcétera, con el objeto de edificar una iglesia”.

(El Liberal 4 de septiembre de 1893)

    En 1891 se publica en Las Dominicales la constitución en Porcuna de un nuevo comité republicano, esta vez adherido a la fórmula coalicionista por la que se decantan algunas familias del republicanismo de cara a su participación en las contiendas electorales:

Las Dominicales 10 de enero de 1891
     Como presidente honorario figura Victoriano Rivera Romero, veterano catedrático de retórica y director durante algunos años del Instituto Provincial de Córdoba. Este señor se hallaba vinculado a Porcuna por lazos familiares (a desentrañar en entrada aparte). Gran amante de las antigüedades, fue correspondiente en Córdoba de la Real Academia de la Historia  y estudioso de algunas lápidas antiguas halladas en Porcuna. Durante los últimos años de su vida fue concejal del Ayuntamiento de Córdoba por la minoría republicana coalicionista.
    Como presidente efectivo aparece el médico Sixto Sebastián, padre de Cesar y Emilio Sebastián González. Llama la atención la presencia de un individuo con los mismos apellidos que don Eugenio Molina, posiblemente hermano, situado ideológica y políticamente en las antípodas que éste. Algunos de los vocales aparecen como suscriptores o en la correspondencia administrativa de Las Dominicales del Librepensamiento, de cuyos posicionamientos laicistas o anticlericales no tienen porqué ser partícipes necesariamente los anteriormente nominados.


    En una nueva cuña de corte anticlerical publicada en octubre de 1891 trasciende el nombre del corresponsal local de las Dominicales:

    “Mi amigo Antonio Zarza, corresponsal de Las Dominicales en Porcuna, me escribe entusiasmado para contarme que el cura de aquella feligresía, en vista del vuelo que allí va tomando el librepensamiento con la venta de mi excomulgado y querido semanario, está que echa maldiciones hasta por los callos y durezas de los pies contra el bueno y activo expendedor de la regeneradora medicina anticlerical.
     Felicito a mi amigo Zarza y felicito también al cura, porque si buenas desazones le causo con mis burletas, buenas martingalas se trae con sus ovejas; pues, si no estoy equivocado, nada menos que 13.000 reales las ha trasquilado en rifa por un mal retrato de Jesús Nazareno, en los mismos días y en los propios meses que el hospital de Porcuna no puede recibir ni atender a los enfermos por falta de dinero.
     ¡Y váyase lo uno con lo otro! Quiero decir la desazón del cura con Zarza, por la martingala de la rifa”.



    No conocemos el número de ejemplares del semanario impío que llegaban hasta Porcuna, lo que nos impide hacernos una idea de la verdadera dimensión de estas corrientes anticlericales y librepensadoras en la localidad.
    Muy posiblemente el nombre del corresponsal e informante sea ficticio, a fin de evitarsele represalias al verdadero. Su distribución, imaginamos, se haría con grandes dosis de sigilo y prudencia. Casi seguro que, motivados por esas filtraciones a las que Demófilo o cualquier otro redactor sabían ponerle su particular toque irónico y burlesco, la maquinaria de caza y captura del intrépido chivato tuvo que estar operativa entre los sectores más reaccionarios de la sociedad local.
    Aunque éste no parece achantarse. Con un par de años de por medio el corresponsal de Las Dominicales vuelve a ser protagonista de otra burla. Se trata de un suceso acaecido el 1ª de Mayo de 1893, que no guarda relación con manifestación obrera alguna, sino con un rayo que penetró por las ventanas de la Iglesia de San Francisco, utilizada como parroquia mientras se construía el nuevo templo:

    “El 1º de mayo hubo tormenta en Porcuna, y el único rayo que de si arrojaron las nubes se metió en la iglesia donde chamusco un San Francisco de lienzo y destrozó el coro.
     La casa del corresponsal de Las Dominicales en Porcuna, sin novedad ¿Qué dicen de esto los cleripopótamos porcunenses, que embaucan a las gentes explicándoles los efectos del rayo como castigos de los cielos?
    No lo sé. Lo que dije yo es que al que escupe a lo alto, en el rostro le cae la saliva”.

     A partir de 1894, a la par que las huestes republicanas locales entraban en un largo periodo de crisis del que no saldrían hasta bien entrada la primera década del siglo XX, el nombre de Porcuna desaparece de estas publicaciones. Muy posiblemente aquel pequeño grupo de simpatizantes del librepensamiento terminaría sucumbiendo ante el vacío y las presiones del clericalismo. 
     Quedan emplazados para una próxima entrada centrada en las primeras décadas del siglo XX, en la que los encargados de librar batalla contra el clericalismo saldrán mayormente de entre las filas de la Agrupación Socialista local y su filial sindical Paz y Libertad.

    Prácticamente imposible verificar hoy la mayoría de los extremos denunciados, por lo que el autor de este lió no se hace responsable de las burlas y opiniones vertidas por Zarza, Nekens, Chies, Lozano y otros comecuras de la misma ralea.

02 noviembre 2013

VALES Y PAPEL MONEDA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA



PORCUNA (Jaén)

    Cuando la columna del Tte. Coronel Redondo y demás tropas del ejército rebelde tomaron la ciudad de Porcuna el 1 de enero de 1937 se encontraron con un importante alijo de billetes locales, emitidos por el Comité del Frente Popular. La emisión, aunque lleva fecha de 1º de septiembre de 1936, parece ser que no llegó a entrar en circulación. Fueron abandonados a su suerte por quienes tuvieron que salir precipitadamente de la población. Localizados en el Ayuntamiento debieron repartírselos como trofeo entre los integrantes de aquella fuerza ocupante.


    A los pocos días, un anónimo redactor de prensa al servicio de la causa propagandista de F.E. de las J.O.N.S, repara con asombro en los mismos y ridiculiza, con  importantes dosis de bellaquería e ignorancia, su reciente descubrimiento: 
    
   “Ayer tuvimos la ocasión de ver y palpar, una peseta y una “chica abisinia”.
    Pero no se sonrían los maliciosos mal pensados, porque esa chica a que nos referimos no es ni más ni menos que una moneda roja de cero cinco, procedente del Frente Popular de Porcuna; se trata, pues, de una “perra chica”.


    Un cuadradito de cartulina azul de el tamaño de un sello de correos, en la que impreso en un recuadro se lee cinco céntimos.
    ¡Cómo está el patio!


    La peseta ya es otra cosa, porque es en un papel que tiene hasta su litografía y todo, con esta pomposa inscripción: Frente Popular de Porcuna; Vale por una peseta.
    Y debajo, tres firmas con su correspondiente “garañato” por rúbrica de otros tantos analfabetos.
    Claro que este papel moneda de Porcuna está sobradamente garantizado y así lo manifiesta en el reverso.


    Y la garantía es la recolección de la próxima cosecha de la que se han incautado los rojos de aquel país sin tener en cuenta que puede venir algún pedrisco, y ¡adiós cosecha!
    Menos mal que se cuidan de advertir que aquel dinero no circula más que en aquella dichosa región.
    ¡Toma, no! Prueben con él a comprar algunos calcetines o cintas bicolores en la casa de los “fenicios” que nosotros conocemos por acá y verán a donde los mandan”.

   En Porcuna, además de esa perra chica acartonada de la que no ha llegado muestra alguna a nuestros días, al menos nosotros no la conocemos, se emitieron billetes por valor de 1, 2, 5 y 25 pesetas en diversas tintas.



    Las firmas que aparecen estampadas en su anverso no son precisamente “garañatos” o garabatos de analfabetos. Se corresponden con las del Alcalde Presidente del Frente Popular, Rafael Montilla (un obrero autodidacta con un considerable nivel de instrucción y que llegó a ejercer como maestro en la escuela instalada en la Casa del Pueblo), y la de dos funcionarios municipales que optaron por mantenerse fieles a la legalidad: el Depositario Manuel Cañete Romero y el Contador, que no hemos sido capaces de identificar.

    No se tratan de emisiones caprichosas, sino que responden a las circunstancias excepcionales de la economía de guerra.
    Desde un primer momento se produce un generalizado afán de acaparamiento, especialmente entre las monedas de plata, que hizo desaparecer y escasear la moneda fraccionaria. Este hecho dificultaba o imposibilitaba las pequeñas transacciones entre las personas. La situación empeora cuando, por necesidades del conflicto, las monedas de cobre, acuñadas durante la república,  fueron recogidas y destinadas a la fundición para fabricar material de guerra.
    A tal escasez contribuyeron también algunas medidas del gobierno republicano, que en octubre de 1936, ante la necesidad de divisas para mantener la maquinaria de guerra, dispuso la retirada de las monedas de plata de 5 y 10 pesetas que fueron sustituidas por billetes.
    Durante esos primeros momentos de desconcierto, las emisiones locales de papel moneda son autorizadas por el gobierno ante la acuciante necesidad. Las de Porcuna estaban respaldadas por las fincas incautadas y los bienes almacenados procedentes de las mismas, más los añadidos de futuras recolecciones.
    Hasta en algunos territorios del bando nacional, desde el que se ridiculizaba la formula roja, tuvieron que recurrir a ella de manera provisional.



    La oferta de billetes locales es abundante en las páginas dedicadas a la venta de objetos de coleccionismo. Los de Porcuna, en concreto, aparecen ofertados en sus diferentes valores a unos precios relativamente asequibles.
    Aquí es donde entra en juego la suspicacia ante la pillería típica de este mundillo. Con las tecnologías actuales no tiene que ser demasiado difícil reproducir aquellas impresiones y colocarlas en el mercado con la coletilla de “sin circular”.
   Algunos pillos elevan al incauto comprador a la categoría de tonto. Con unos motivos tipográficos prácticamente idénticos se ofrecen series completas, cual si fueran pliegos de sellos, con valores que oscilan entre los 2 y 50 céntimos:


   El fraude resulta más que evidente en la siguiente comparativa. Recorte de un pliego con idénticos valores asignado a otra ciudad:



MOTRIL (Granada)





    En la ciudad de Motril al principio se utilizaron los vales al portador propios de los ensayos colectivistas, que ante el abuso, fueron sustituidos a finales de agosto por la puesta en circulación de una emisión de papel moneda local. El Comité Central Permanente dejaba caer la siguiente advertencia en la prensa local:

   “El papel moneda emitido es una cosa decidida y los comerciantes, vendedores ambulantes, industriales, etc, tienen la obligación de tomarla en evitación de medidas que seríamos los primeros en lamentar”.

 (El Faro Rojo de 1 de septiembre de 1936)


    Por su ámbito de circulación estrictamente local se producían situaciones paradójicas como las recogidas del siguiente testimonio oral:

   “Teníamos una cantidad de leche que no podía ser consumida aquí y que no podíamos llevarla a otro sitio, mientras que los huevos que nos faltaban y que tenían de sobra en el pueblo de al lado, no los podíamos comprar porque el dinero no valía… fue una situación catastrófica”.

   Ambas referencias proceden del libro de Mario López Martínez /Rafael Gil Bracero: Motril en Guerra. De la Republica al franquismo. La utopía revolucionaria. Colección Ingenio, 1997.


    Los billetes de Motril estuvieron en circulación hasta febrero de 1937 cuando la ciudad resulta ocupada por el ejército nacional. Son abundantes y con valores comprendidos entre los 5 céntimos y las 25 pesetas. No se libra tampoco esta población de la burda falsificación. Dos muestras diferentes:




CASTRO DEL RÍO (Córdoba)



   La tomadura de pelo de mayor envergadura se corresponde con esa otra población objeto de este espacio, Castro del Río.
   En esta localidad cordobesa, con claro predominio de las fuerzas anarcosindicalistas, se vivió una efímera experiencia colectivista durante los dos meses que permaneció bajo control de las fuerzas políticas y sindicales de izquierda. Se abolió el dinero y funcionó su economía con vales canjeables.  


     El austriaco Franz Borkenau, durante su periplo viajero por la España republicana, nos ha dejado un testimonio, creemos que algo idealizado, inexacto y exagerado, sobre aquella experiencia colectivista:

    

   "Castro del Río, un pueblo andaluz típicamente populoso y maldito, es uno de los más viejos centros anarquistas de Andalucía. Su grupo CNT tiene ya veintiséis años de existencia y, desde la derrota de la guardia civil en Castro, los anarquistas son la única organización existente... Los insurgentes, cuyas lineas principales corren a unas millas de la aldea, la han atacado desde entonces por dos veces sin éxito. Todas las entradas estaban fuertemente custodiadas y cerradas por barreras, con capacidad técnica bastante fuera de lo común. Esto había dado tiempo a los anarquistas locales de introducir su edén anarquista el cual, en más de un aspecto, se parece bastante al introducido por los anabaptistas en Munster en 1534.

   El punto más notable del régimen anarquista en Castro es la abolición del dinero. El intercambio monetario ha sido suprimido; la producción ha sufrido muy pocos cambios. Las tierras de Castro pertenecían a tres de los más grandes magnates españoles; todos ellos, ausentes por supuesto, han sido expropiadas. El ayuntamiento local no se ha fundido con el comité, como en el resto de Andalucía, sino que ha sido disuelto, el comité ha tomado su lugar y ha creado una especie de sistema soviético. Se ha apoderado de las tierras y las administra. Estas no han sido inteqradas, sino que se las sigue trabajando por separado, contando con los mismos obreros empleados antes en ellas. Los salarios han sido suprimidos. Sería incorrecto decir que han sido sustituidos por una paga en especie. No existe paga de ninguna clase; las tiendas del pueblo alimentan directamente a los habitantes.
   Organizados bajo este sistema el aprovisionamiento de la aldea es de la peor clase; podría aventurarme a decir que es más pobre de lo que pueda haber sido jamás antes, aun teniendo en cuenta las desgraciadas condiciones en las que los braceros andaluces se ven obligados a vivir. El pueblo tiene la suerte de cultivar no solo aceitunas, como sucede con otros muchos pueblos parecidos, sino también trigo; así que al menos hay pan. Posee además grandes rebaños de ovejas, expropiados junto a las fincas, y eso brinda alguna carne. Y todavía cuentan con una tienda de cigarrillos. Eso es todo. En vano intenté tomar alguna bebida, fuese ésta café, vino o limonada. Las tabernas de la aldea habían sido cerradas ya que las consideraban un comercio nefasto. Di un vistazo a las tiendas. Sus depósitos eran tan reducidos, que podía predecirse una próxima hambruna. Pero los habitantes parecían estar orgullosos de este estado de cosas. Estaban complacidos, como ellos mismos nos dijeron, de que hubiese cesado el consumo de café; contemplaban esta abolición de cosas inútiles como una mejora moral, Las pocas comodidades que necesitaban venidas de fuera, principalmente ropa, pensaban obtenerlas del trueque directo de sus excedentes de aceitunas (para lo cual, sin embargo, ningún arreglo había sido concertado). Su odio hacia las clases superiores era mucho más moral que económico. No querían tener acceso a la buena vida de aquellos a quienes habían expropiado, sino liberarse de sus lujos, que a sus ojos eran otros tantos vicios. Su concepto del nuevo orden que debía prevalecer era totalmente ascético”.

    Procedentes del Archivo Histórico Municipal de Castro del Río conservamos unas fotocopias de seis vales emitidos por una Junta Reguladora de Trabajo, posteriores todos al 6 de septiembre de 1936 en que Borkenau visita Castro del Río. Su máximo responsable parece ser el abogado Manuel Castro Merino (Unión Republicana), cuya firma aparece estampada en todos y cada uno de ellos.




    Su destinatario un Taller de Herrería Colectivizado, que, según consta en los mismos, estaba obligado a conservarlos como justificante de los trabajos realizados. Sólo en uno aparece el sello del Comité Local del Frente Popular, otro no lleva sello y en el resto con el del Ayuntamiento Republicano. Debieron ser utilizados como prueba inculpatoria contra Manuel Castro en el juicio sumarísimo del que saldría su condena a muerte.
    Aunque con predominio de las huestes anarquistas, de aquel improvisado sistema económico participaron el resto de las fuerzas políticas responsables del triunfo de la candidatura del Frente Popular en las elecciones de Febrero de 1936, cuyo Ayuntamiento se hallaba en suspenso y sustituido por un Delegado Gubernativo al iniciarse la guerra, constituidas a partir del 18 de julio en Comité Revolucionario.    


    El falsificador fraudulento aquí llega a rizar el rizo. En su afán de rentabilizar sus tiradas emite unos cartones moneda, que en los lugares ribereños como Castro del Río o la barriada cordobesa de Alcolea, para hacerlos más vistosos, los remata con cabezas de pato en el centro de la circunferencia. Llevan fecha de 1937 cuando Castro ya se hallaba en zona nacional, mientras que Alcolea lo estuvo prácticamente desde el principio. ¡De juzgado de guardia!