Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

28 octubre 2012

VILLA DE ESPEJO (Mojón de Castro).






    La colonia inmune Attubi Claritas Julia, tan célebre en las guerras Cesariana y Pompeyana, hubo de ser desde tiempos muy remotos, de las más insignes ciudades de España, así por su posición fuerte e inexpugnable, como por su nombradía y privilegios en diferentes épocas de nuestra historia. Tiene su asiento en la cima pendiente y escabrosa de una montaña, a cuya falda se prolonga en rededor una dilatada campiña. Dista de Córdoba, cosa de veinte millas al Sur, y es digna de ser visitada por las bellas ruinas de su antiquísimo castillo romano, por los baluartes que levantó en siglos posteriores el poderío de la esclarecida casa de Castro, y de los monumentos que a cada paso se descubren para atestiguar y corroborar su grandeza.

     Texto y grabado que le precede, pertenecen a un artículo de Manuel de la Corte y Ruano, que bajo el título de Villa de Espejo, apareció  publicado el  7 de enero de 1844 en la sección España Pintoresca del Semanario Pintoresco Español (pinchar enlace para leer completo).


    Para procurar una visión de conjunto de la villa de Espejo de mediados del siglo XIX, plasmada en este atractivo grabado, creo que no demasiado divulgado entre sus naturales, ninguna fuente más idónea que el artículo incluido en el tomo VII del Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones deUltramar, editado por Pascual Madoz (1845-1850). 




     Para rellenar de contenido la entrada, prescindo de un enlace al Madoz con publicidad comercial, sin renunciar por ello a la comodidad del copia y pega que nos proporciona esta empresa:


    ESPEJO: v. con ayunt. en la prov. y dióc. de Córdoba (5 leg), audiencia territorial y capitanía general de Sevilla (23), partido judicial de Montilla (2). SIT. en un eminente cerro al SE. de Córdoba y al NE. de Montilla ; su C L I M A es templado, reinando por lo regular vientos E. , SE. y SO. ; las enfermedades más comunes  son las intermitentes, afecciones catarrales y alguna que otra pulmonía. Tiene 848 C A S A S , la mayor parte malas; 32 calles de regular anchura y empedradas; una plaza, en la cual se celebra el mercado y en ella la casa consistorial, contigua a  la que se halla lambien la cárcel; una casa castillo, adornada con vistosos torreones y notable por su antigüedad, cuyo dominio pertenece al Ecxmo. Sr. duque de Medinaceli; 2 escuelas públicas de niños, una superior y otra elemental, concurridas la primera por 85 alumnos y la segunda por 65; otra de niñas, también pública, frecuentada por 70 á 80 de estas; habiendo además igual número de escuelas particulares, esto es, 2 de niños y una de niñas, a las que asisten de estas 45, y de aquellos 78; 4 fuentes y 6 pozos en las afueras de la población, de cuyas aguas dulces unas, y salobres otras, se surten los vecindad para beber y demás usos; una iglesia parroquial (San Bartolomé) de segunda clase, servida por 2 curas, uno de ellos vicario perpetuo de nombramiento de la corona en los 8 meses apostólicos, á propuesta en terna del diocesano, y de este en los 4 restantes, y en ambos casos previa siempre oposición en concurso ; 3 sacristanes de los cuales el uno es sochantre, un organista de nombramiento del diocesano y 4 acólitos elegidos por los curas ; un cementerio al NO. y contiguo á la misma iglesia, y por último 8 ermitas con las advocaciones de Sta. Teresa, San Miguel, Sto. Domingo , San Sebastián , Ntra. Sra. de la Cabeza, de las Angustias, de Gracia y del Rosario, todas dentro de la v. excepto la última ; entre ellas se cuentan las iglesia del colegio de educandas del convento de Carmelitas y del hospital de Caridad. Confina N. y O. Córdoba ; S. Montilla, y E. Castro del Rio. El T E R R E N O es de buena calidad y fertilizan parte de él las aguas del r. Guadajoz que nace en la sierra de Alcalá la Real y va á morir en el Guadalquivir a 1 leguas más abajo de Córdoba, y las del arroyo denominado Carchena, que tiene su origen en el monte Horquera y desagua en dicho r. Guadajoz, 4 leguas antes de entrar este en el Guadalquivir; hay canteras de yeso y cal. C A M I N O S los que dirigen á Montilla, Córdoba, Montemayor, Cabra y Castro, todos en regular estado, sin embargo de no ser carreteras reales, C O R REOS la correspondencia se recibe de Castro por baligero, los lunes, viernes y sábados; saliendo los miércoles y domingos, P R O D U C C I Ó N  trigo cebada, habas, yeros, escaña, lentejas, centeno, garbanzos, maíz, cáñamo, lino, frutas, hortalizas y aceite ; ganado lanar, vacuno, caballar, asnal y de cerda; caza de perdices, conejos y liebres, y pesca de albures y otros peces. I N D .  la agricultura, 4 molinos de aceite, 2 harineros y un batan, C O M E R C I O 3 tiendas de lencería, 8 de especería y la extracción de trigo y aceite, P O B L .  1,321 vec, 5,284 almas C O N T R . 162,197 reales 13 ms. R I Q U E Z A IMP. (V. el art. partido judicial) El P R E S U P U E S T O M U N I C I P A L asciende á unos 40,000 reales y se cubre en parte con los fondos de propios , y el déficit por reparto vecinal, consistiendo dichos propios en tierras dadas á censo enfitéutico. Reducese esta población la ant. Attubi (V.) mencionada por Plinio , quien la asigna al conv. jurídico astigitano, Espinal y García refiriéndose á un privilegio concedido por el rey Fernando IV en 1341 dice, que estando arruinada esta población fue levantada , con el cast. que hoy existe, por Pay Arias de Castro, desde cuya época se ha ido aumentando. Hace por armas en escudo, un cast. sobre una roca.



     Una aclaración necesaria. Refiere el artículo la existencia de tres tiendas de lencería, lo cual no quiere decir que las buenas mozas y señoras de aquella villa de Espejo fueran especialmente aficionadas a las prendas interiores de fantasía. Se trata de tiendas en las que se expendían lienzos de diferentes tejidos bastante menos delicados y suaves al tacto que los imaginados.
     Como curiosidad, por formar parte de una historia gastronómica perdida, la importancia que tuvo la pesca de albures para aquellas poblaciones ribereñas del Guadajoz. Este pez de rio, esquilmado o desaparecido por la contaminación progresiva de la cuenca, es todavía muy apreciado y consumido con diferentes recetas en algunas poblaciones del Bajo Guadalquivir.

Huertas y ribera del Guadajoz entre Castro y Espejo (1905)


     Después de la obligada introducción geográfica, histórica, económica y comercial (tres tiendas de lencería y una flota pesquera), entraremos ya de lleno en el tema espinoso del encabezado: “El porqué se dice de Espejo que es el Mojón de Castro”

     Poco después de conquistada Córdoba por el Santo Rey Don Fernando  se le otorgó un privilegio fechado en 25 de febrero del año de Chisto de 1245. De aquí consta, que desde esta época, esto es, trece años después que había sido conquistada de los Moros, quedó Castro subordinado a Córdoba, como villa suya, perteneciente a su jurisdicción.
     Así corrían las cosas desde el citado año, teniendo sus términos inmediatos Córdoba y Castro, de manera que por la parte occidental de esta villa se unían en la cumbre del elevado cerro donde después se fabricó el Castillo y Villa de Espejo. Y de aquí viene que los vulgares de Castro ”zumban y dan vaya” a los de Espejo, con que su lugar es "Mojón de Castro", aludiendo a que ese mojón es una de las señales de sus términos antiguos.

     Esa afición por zaherirse entre poblaciones vecinas y hermanas, se ha mantenido y desarrollado, llegando hasta nuestros días. El término “casqueta”, cuya significación exacta resulta difícil de desentrañar, se lo lanzan indiscriminadamente desde unas posiciones a otras, sin saberse con seguridad quienes son los depositarios reales del mismo (ver la contra). Por esas fuentes históricas consultadas me inclino por que lo sean los espejeños. Creo que pudiera tratarse de una derivación clara de aquel  hito o mojón (el mojón orgánico suele tomar forma de casco).
     Orgullosos los espejeños de su posición estratégica elevada, para contrarrestar el zumbido histórico de los castreños, idearon letrillas cuyos orígenes suponemos también antiguos. Quiero recordar una que dice así: “Espejo el honrado que se ve por todos lados” o “Espejo el cortés que por todos lados se ve” frente a “Castro El Veleta ….no sé que más”.
     Con el pique cerramos. Estoy seguro de que tienen que existir otras muchas letras de tradición oral  y chascarrillos alusivos. Queda abierto el apartado de comentarios para quienes quieran contribuir.


16 octubre 2012

PORCUNA: "GUASA MARRANA".



    Anunciábamos en una entrada anterior ocuparnos de diferentes versiones en las que asociaciones humorísticas, irónicas o burlescas relacionadas con el nombre de la ciudad de Porcuna trascienden a través de la letra impresa.
     Una primera referencia, muy conocida y divulgada, en la que se “mancilla” premeditadamente el nombre de Porcuna, procede de  la obra cumbre del aristócrata y literato cordobés Ángel de Saavedra  “Duque de Rivas”. Pone en boca del hermano Melitón, personaje central  y emblemático del drama romántico “Don Álvaro o la fuerza del sino”, una conversación aclaratoria en torno a la diferencias entre dos legos equiparados en hábito y nombre de pila (Los hermanos Rafaeles). Deshace el entuerto recurriendo al “natural de Porcuna” que termina por identificarlos. Ajustadamente, el paisano literario, tenía que ser gordo, además de con una sordera homologada a la tapia de un cementerio y casi presto a engrosar su recinto: “Desde el pasado invierno en la cama esta tullido, noventa años ha cumplido” (porcus vetus et surdi murus). 


     También del siglo XIX, dentro de un género literario menor, conocido como “pliegos de cordel” (cuadernillos de pocas hojas generalmente ilustrados para facilitar la comprensión), cuyo destinatario principal era el gran público, encontramos un romance de tono jocoso y burlesco, de autor desconocido, donde el nombre de Porcuna aparece asociado, en esta ocasión, a personajes grotescos.


     El nunca bien ponderado, célebre qual no otro, y alegre como cualquiera, casamiento de Juan Pindajo con María Curiana, sus celebridades, ropas, comidas, dote y demás ocurrencias que verá quien pagare dos quartos por cada papelillo. Impreso con licencia en Córdoba en la Imprenta de don Rafael García Rodríguez, Calle de La Librería (fecha cuestionable 1805-1844 ?).

     Aunque en la imagen que se muestra a renglón seguido, correspondiente a la portada de una edición posterior, se pueden leer las primeras estrofas donde consta la celebración de su casamiento en Porcuna y las especiales atractivos físicos de la contrayente, creo necesario  transcribir, al menos, algunas estrofas, para quienes por pereza desistan de acceder al texto completo alojado en la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE:

Mariquita Curiana
 y Juan Pindajo
se han casado en Porcuna
estos dos majos.
La novia es quebrada
patizamba, coja y jorobada.
también lagañosa
y jocico de perra sarnosa,
sin muelas ni dientes
y sus años más de ciento veinte.
Vamos ahora al novio,
que es un buen mozo,
patituerto, estebado,
calvo y potroso,
la nariz roída,
y la boca de bubas comida,
una oreja menos,
y el pescuezo de paperas lleno;
es también tiñoso,
una pata podrida y baboso.

Imprenta de D. José M. Moreno, Descalzas núm 1,
 Carmona. Año 1855, 4 páginas.

     Otros lances de aquel casamiento esperpéntico:

EL PARTO

Después de algunos días
Doña Curiana
de unos fuertes dolores
 se puso mala,
y el Señor Pindajo
anda loco arriba y abajo
 sin saber que hacerse,
ni en que parte ponerla o ponerse.
------
Parió la pobrecita
mil avutardas,
de ratas y ratones
diez carretadas,
parió la Caleta,
el pinar de Chiclana y sus huertas,
dos mil lagartijas,
un borrico que se fue a Lebrija,
parió un cigarrón
con orejas de perro pachón…



    Ya dentro de las secciones humorísticas (con mala leche) de la prensa, y sin perder la rima del romance anterior, a un gacetillero sevillano le viene en gana cuestionar a la clase doméstica de ambos sexos, de la que prestaba sus servicios en la populosa ciudad del Betis, cebándose con las indefensas, hacendosas y honradas criadas de servicio: “La que no es de Porcuna es de Churriana”.


El Heraldo (9 de julio de 1852)


     Sin abandonar este servil y sufrido gremio de las trabajadoras del hogar, otro gacetillero cachondo, aprovecha el día de los Santos Inocentes, para hacerse eco de la frecuencia con la que se venían celebrando congresos de todas clases durante los años finales del siglo XIX:

     “Estamos en la época de los Congresos. Curas, sabios, políticos, industriales, agricultores obtienen de sus deliberaciones evidente provecho.
     Ahora se agita la idea de celebrar un “Congreso Suciológico” al que asistirán las primeras criadas del mundo civilizado.
     En él estará representando España por una fregona natural de Porcuna”.


     De Madrid Cómico (14 de octubre de 1883) extraemos un poema satírico firmado por el periodista y escritor Eduardo Navarro Gonzalvo. Se sirve el autor del fortuito e imaginario hallazgo de las hojas de un viejo padrón de vecinos en plena vía pública, para hilvanar con sus asientos unos ocurrentes versos. En esta ocasión, a Porcuna se le suma un natural de la vecina y comprovinciana localidad de Marmolejo, que también arrastra un famoso dicho en forma de salchichón y de pellejo:

“Doña Encarnación Bravía,
suegra del interesado.
Es natural de Porcuna
se le ha olvidado la edad.
Pobre de solemnidad.
Ocupaciones ninguna”.


     Casi una década después, y con el título aparentemente serio, La Estadística Municipal (a 1º de diciembre de 1890), aparece en las páginas de La Correspondencia de España un artículo, de claro contenido jocoso, en el que el padrón municipal de habitantes adquiere nuevamente protagonismo. Su autor nos ilustra sobre la necesidad de que en los tiempos presentes los pueblos cultos y desarrollados tomen conciencia sobre la trascendencia del desarrollo de este género de trabajos:

     “La estadística municipal de Madrid debía, en mi humildísima opinión, constituir un libro, que buscasen con verdadero afán, nacionales y extranjeros. Un libro en el que después de las generales de la ley, se particularizase, con la mayor suma de detalles posibles, las cualidades especiales del individuo o individua, vecino o residente”.

     Cita varios ejemplos, y entre ellos surge la inevitable referencia al natural de Porcuna, añadiéndole como agravante su pertenencia al históricamente denostado colectivo de empleados públicos:

     “Don Perpetuo Acémila del Tesoro; nacido el 23 de octubre de 1830, natural de Porcuna (Jaén); empleado en Hacienda, donde cuenta con 43 años, 43 meses, 43 días, 43 minutos y 43 segundos, de servicios inútiles a la nación y a los particulares. Tiene papel del Estado, es accionista de la mina titulada “La ubre económica”, y fundador de la sociedad anónima “El cohecho”. Lee el Cencerro, y escribe torcido y sin ortografía. Nota: padece hemorroides”.


     El producto estrella de la tierra, el aceite de oliva, también entra en escena consumido de una manera un tanto extraña y guarrindonga. Aparece dentro de una especie de diálogo entre Manolito (un mozo pretendiente de una “niña mona”), Purita (la moza en cuestión) y su señora madre, que actuando de carabina, se beneficia de la generosidad del primero:

     “Manolito cree que la conquista no ofrece serias dificultades, y compra un bollo de canela para obsequiar a aquellas señoras. La mamá envuelve en el pañuelo la parte que le corresponde, no sin decir antes:
     ­No se ofenda V. porqué no lo coma ahora mismo, pero lo llevo para mojarle en el caldo de la ensalada… Porque yo soy del mismo Porcuna, provincia de Jaén, y allí todo lo tomamos con aceite.
     Manolito gana terreno en el corazón de Purita que comienza a mirarle con ojos de águila moribunda.
     ¿Gasta usted calzoncillos? – dice la mamá aprovechando un instante de silencio.
     Si señora, aunque me esté mal el decirlo-contesta él.
     Lo pregunto porque nosotras cosemos para afuera y se lo hacemos a lo mejor de Madrid. Romero robledo no se acostumbra con nadie más que con nosotras, y ayer mismo le mandamos a San Sebastián media docena, que se los llevó un diputado provincial de su partido”.

Madrid Cómico (30 de junio de 1888)



     Un calzoncillo, elevado a las puertas de la santidad, es el que llevaba puesto en el momento de su muerte (reproducida en el grabado), el misionero franciscano Pedro de la Concepción (Beato Garrido), que sufriera cautiverio y martirio de tal guisa en Argel, al no renegar de su fe ante los infieles.
     Un periodista de La Voz, en vísperas de la proclamación de la II Republica, cuando los nuevos aires de libertad permitían ya ciertas licencias, a la vista del citado grabado se sorprende (con su buena dosis de ironía) de las circunstancias finales de la muerte de un “natural de Porcuna”



     Nuevas exploraciones y algunas otras muestras, de las que han quedado aparcadas, darían como para una segunda entrega, que estimaré en su día, dependiendo de las reacciones. No creo que estas ironías, “que no son mías”, vayan a levantar salpullidos entre las fuerzas vivas de la localidad, hasta el extremo de se proponga un nuevo cambio de nombre.

    De momento sintámonos orgullosos de ser naturales y/o de estar empadronados en Porcuna, así como de tener una de las mejores morcillas de cebolla de las que se consumen en Andalucía, mientras que en chorizos y salchichones podemos competir perfectamente con los afamados de Noalejo, Carchelejo y Marmolejo.

    ¡Se admiten morcillas de Porcuna a cobro revertido!

14 octubre 2012

PORCA PORCUNA



     El nombre de Porcuna se asocia instintivamente al vocablo latino “porcus” (puerco). La inevitable sociedad, la imaginación y una desaparecida lápida de la antigua Obulco, le sirvieron al historiador y arqueólogo cordobés Ambrosio de Morales (1513-1591) para sentar una teoría sobre el origen del topónimo que se perpetuaría entre los estudiosos y eruditos durante varios siglos.


      La citada piedra está allí en Porcuna en la Iglesia de San Benito, y tiene letras que dicen así:


     Esta piedra en su talle es muy diferente de todas quantas yo he visto. Porqué siendo larga como columna, hace un hemiciclo cóncavo acia dentro. Y pienso,  que como la dedicación era de cosa extraordinaria y monstruosa,  así quisieron también que fuese la figura de la piedra extraña. Lo que tiene escrito dice así en castellano:


     Dictamen-conjetura final de Ambrosio de Morales:

     Como en la piedra no parece estar muy claro que tal puerca como ésta hubiese parido así en Porcuna, y se hubiese hecho tal sacrificio della, podríamos decir, que por haber sido una puerca con su parto de treinta lechones  muy buen agüero para la fundación de la Ciudad de Roma, como en Virgilio aparece, los de Porcuna le pusieron esta piedra y estatua a aquella puerca antigua, que Eneas halló por señal para la primera fundación y origen de Roma, y esto hicieron los de Porcuna, o por lisonjear a Julio Cesar, que se jactaba venir de la sangre de Eneas, o por dar buen agüero del acrecentamiento de su ciudad…
     Sea cualquiera de estas dos cosas, o que pario la puerca en Porcuna, que es lo más verosímil, o que por estotras causas se hizo su estatua y esta piedra, della podemos bien conjeturar, que las gentes poco a poco comenzaron a llamar Porcuna a aquel lugar, donde tan famosa fue aquella puerca. Y no deben desdeñar desto los de aquella villa tan principal, pues de cualquier manera que fuese, tuvo (según la mala credulidad de los Gentiles) no menor agüero que la ciudad de Roma señora de todo el mundo.


     La tesis se perpetúa desde el momento en que varios autores y diferentes obras de carácter geográfico o enciclopédico la siguen recogiendo. Una nueva edición de “Las Antigüedades de las ciudades de España…”  en el año 1792 (de la que me estoy sirviendo) prolongaría la conjetura marrana casi hasta las puertas del siglo XX. 


      Buena parte de culpa de esa difusión la tiene su también inclusión en el Diccionario Universal de Historia y de Geografía de Francisco de Paula Mellado, obra publicada a mediados del siglo XIX, cuya aceptación de público y larga vigencia terminaría elevándola a la categoría de tradición, pese a las advertencias y refutaciones de Pascual Madoz en su Diccionario (1846-1850)  y de Manuel Muñoz y Garnica en las correcciones de “la Nobleza de Andalucía” de Argote de Molina (1866).


     El primer estudio etimológico serio sobre el origen del nombre de Porcuna, que terminaba por desmontar y desechar definitivamente la antigua tesis de Ambrosio de Morales, y otras de similar fantasía, salió de la pluma de un orientalista, arabista, lexicógrafo e historiador llamado Francisco J. Simonet.
     Su opinión, que debió ser esbozada en las décadas finales del XIX (fallece en 1897), permanece inédita hasta principios del XX, en que el Dr. Rodolfo del Castillo la incluye en un artículo, que bajo el título de “La oftalmología en tiempos de los romanos” se publica en la Revista Ibero-Americana de Ciencias Médicas (marzo de 1901). Los apuntes originales del catedrático de árabe de la Universidad de Granada salen precisamente de la colección de documentos inéditos de un hijo ilustre de Porcuna, el Dr. Don Toribio Herrero López, por aquel entonces catedrático auxiliar del Instituto de segunda enseñanza de Córdoba.

Don Toribio

     Dice al respecto Simonet: 

     “Su origen se halla envuelto en las nebulosidades de la historia. En la época romana la mencionan los historiadores con el nombre de Obulco. Debió ser población de alguna importancia, puesto que los historiadores la mencionan al lado de Emérita Augusta (Mérida), Cesar Augusta (Zaragoza) y otras de este orden.
     De Obulco paso a llamarse Obulcone, ablativo de Obulconis. Vinieron los árabes y al arabizar el nombre la llamarón Bolcuna; y así como los romanos de Obulco pasaron a llamarle Obulcone, los árabes de Bolcuna pasaron a denominarle Borcuna, y últimamente nosotros, siéndonos más sencillo y claro pronunciar Porcuna que Borcuna, la llamamos Porcuna”.

     No recuerdo exactamente donde lo he leído, ni si la referencia es fidedigna o no, pero viene hasta la mente la presunción de que, en determinado momento de la historia y entre determinados sectores influyentes de la ciudadanía, las connotaciones marranas del origen de la ciudad no eran aceptadas con agrado, hasta el punto de que las autoridades llegaron a proponer la adopción del antiguo nombre de Obulco en sustitución de Porcuna (reclamo auxilio historiadores para verificar si se trata de leyenda o realidad).
     Las  últimas palabras de Simonet parecen ir encaminadas en ese sentido reparador:

     “Me he detenido algo en buscar el origen de este nombre para que no se crea el hablilla tradicional del vulgo, que dice llamarse Porcuna de una puerca que parió treinta lechones. Hablilla que ninguna honra da a este pueblo, y que algunos, entre ellos el Sr. Mellado, en su Diccionario Universal de Historia, han elevado a tradición. Cierto es que en este pueblo y en la ermita del milagroso San Benito, se conserva una piedra en cuya superficie se ve una puerca con muchos hijuelos, pero esta piedra ¿quién nos ha dicho que simbolice el hecho real de haber parido una puerca treinta puerquecillos, y sobre todo, de haberse llamado de aquí Porcuna? Indudablemente un artista del buen humor, o tal vez para zaherir el innoble origen que a este pueblo gratuitamente quería atribuirse…
     Porcuna batió monedas en número y forma que sus caracteres han fatigado a los sabios y por sus símbolos demuestran claramente la fertilidad de sus campos, la abundancia de sus productos y el valor de sus ciudadanos”.


      Por el simple hecho de haber salido dicho manuscrito de entre los papeles de Toribio Herrero y por su clara línea aclaradora y correctora para con los intereses locales, bien pudiera tratarse de un informe tras consulta previa al reputado especialista Simonet, con cuyo dictamen se  pretendía acabar definitivamente con la guasa marrana en torno a los orígenes de la antigua Urbs Victrix Nobilis (Obulco Municipio Pontificense).
     Aquello debió de guardarlo Don Toribio como un tesoro de erudición, hasta que en 1901 decidiera ponerlo en manos del oftalmólogo y egiptólogo Rodolfo del Castillo para que lo divulgara en los medios científicos, si es que ya no lo hiciera, con anterioridad, el propio Simonet.
     Las aseveraciones etimológicas del catedrático Simonet difieren poco o casi nada de las científicas que se barajan en la actualidad (véase Origen de la ciudad y del nombre de Porcuna en el blog del cronista oficial).
     Pese a estos esfuerzos finales de lexicógrafos y estudiosos, los naturales de Porcuna, así como los de Churriana, no se librarán de la guasa marrana que propician sus respectivos topónimos.
     Todo este tostón historicista y bibliográfico, no deja de ser un mero prolegómeno para ocuparme en un futuro, casi inmediato, de como esa guasa relacionada con Porcuna trasciende alguna que otra vez a la expresión literaria, deteniéndonos especialmente en su frecuente comparecencia en las secciones reservadas al humor, al sarcasmo e ironía de las diferentes cabeceras de prensa en los siglos XIX y XX.

NOTA: La fotografía de don Toribio Herrero es fruto de la generosidad que viene demostrando, a la hora de compartir fotografías antiguas y documentos, mi tocayo Alberto Ruiz de Adana Garrido.    

01 octubre 2012

La Gran Feria de Ganado de Cañete de las Torres a principios del siglo XX .


Feria de la Salud - Córdoba 1915 (Fot. Castellá)

     La Feria de San Miguel de la villa cordobesa de Cañete de las Torres, por calendario y ubicación geográfica, ha sido tradicionalmente una de las ferias de ganado más notables y visitadas por los habitantes de una de las comarcas agrícolas más ricas de Andalucía (Campiña de Jaén y Córdoba).
    Crónicas y anuncios de principios del siglo XX ya la refieren como una de las más importantes y renombradas desde tiempo inmemorial, siendo tradicional la concurrencia de hasta quince poblaciones limítrofes o cercanas. 


     Bujalance y Porcuna, por proximidad y por el propio peso específico de sus respectivas agriculturas, históricamente la han tenido como referente por la importancia y volumen de sus transacciones ganaderas.



     Por poner un ejemplo, a la del año 1909, a la que pertenece la fotografía, acudieron feriantes que presentaron más de cinco mil cabezas de ganado, que fueron vendidas muy bien entre los numerosos compradores de los pueblos que asisten a esta feria.


Otras Ferias

1901
1903

     En esos mismos albores del siglo XX, se da la circunstancia de que la Feria de Bujalance, que se iniciaba el 24 de septiembre, prácticamente quedaba ensombrecida en lo comercial por la de Cañete, que venía a ser una prolongación de aquella:


Desde Bujalance

De la crónica remitida por Antonio Zurita al Diario de Córdoba (1903)


     Hubo años, que el Círculo de Labradores de Bujalance desplazaba y montaba su propia tienda de campaña.
     Sobre la manera en que se realizaba aquella peregrinación con el doble carácter comercial y festivo, con predominio del elemento señoril, a la grupa de briosos corceles, y de un numeroso cortejo de carruajes de lujo, para las damas y señoritas, nos ha llegado una crónica costumbrista y elitista firmada por el escritor y dramaturgo bujalanceño, Antonio Jiménez Lora. Fue publicada originalmente en el Diario de Córdoba en el año 1907, del que era asiduo colaborador este funcionario de Hacienda, para engrosar finalmente lo que sería su primer libro: "Del ambiente provinciano: cuentos y prosas" (1912).
     Sin entrar en el cuestiones sobre su valor literario (su autor no ha pasado precisamente a la historia de la literatura, aunque tenga dedicada una calle en Córdoba capital), nos sirve, al menos, para hacernos una idea sobre cómo se desarrollaban esas típicas ferias-mercado en nuestros pueblos hace ahora más de un siglo, y que nada tienen que ver ya con las maneras actuales, pese al empecinamiento en muchos pueblos por recuperar simbólicamente esas ferias de ganado que hace ya bastantes años dejaron de tener sentido.

Una feria andaluza

     Las campanas del pueblo repiquetean alegres, anunciando a vísperas, y todo el señorío bujalanceño se prepara a marchar aquella tarde a la feria de Cañete.
     En las calles céntricas del pueblo hay un movimiento inusitado; se oyen crujir los látigos, voces de cocheros que jalean a las bestias de sus vehículos y éstos pasan ligeros, ocupados por muchachas bellas, ataviadas con mantillas blancas, y que van triunfadoras a la feria.
     En la puerta del casino algunos señores viejos presencian embobados el desfile, que resultó pintoresco.
     Al lado de los carruajes, y haciendo caracolear a sus caballos, briosos y enjaezados a la jerezana, van los señoritos del pueblo, gallardos y airosos, galanteando a las muchachas donjuanescamente.
     Y  ya en plena carretera, en la tibia y clara tarde otoñal, la cabalgata marcha alegre, con la charla animada; la lluvia bulle en los labios femeninos, y los rostros bellos, con mantilla blanca, se colorean de rubor al escuchar el piropo andaluz gracioso.
     La cabalgata entra triunfante en las calles de Cañete; se dejan los coches y los caballos en la plaza, y todo el gentío señoril se dirige a pie hacia el real.




     -Ya han llegado los de Bujalance- se oye decir por todas partes. Y ganaderos, corredores y gitanos, toda la gente de la feria, acuden apresurados desde el cerro para verlas.
     Y ellas, graciosas y sonrientes, empiezan a pasear por el real, con sus cortejos, mientras allá en una esquina, el hebreo de barba blanca espera en su puesto de dátiles y de dulces, que sea más tarde, para “hacer su agosto”.
     Cañete de las Torres, pueblecito oscuro y triste, se engrandece en sus días de feria. Allí acude todo el señorío de los pueblos inmediatos, y jiennenses y cordobeses fraternizan en estas tardes y se mezclan en tratos y negocios.
     La calle de la feria, la mejor del pueblo, está adornada primorosamente: hay farolillos a la veneciana, arcos de follaje, a derecha e izquierda tiendas de juguetes, de platería y de talabartería, y en el centro un tablao donde la murga del pueblo ejecuta escogidas piezas.
      Y a su compás pasean las lindas pueblerinas, mientras sus mamás, ya cansadas y fatigosas, toman asiento en sillas que hay colocadas en una acera de la calle.
      Del cerro donde está el ganado vienen relinchos de caballo, mugir de toros y voces de discusiones acaloradas.
     Un señor alto, grueso y con patillas, acompañado de otro joven de marsellés y con larga vara de fresno en la mano, se acercan al grupo de las mamás y las saludan finos y galantes, después el joven se va a pasear con las muchachas.




     Han llegado, gentiles y primorosas, dos señoritas de Porcuna, que saludan afectuosamente a las de Bujalance, y pasean con ellas. Los muchachos, galantes, les regalan dulces del hebreo, y una de ellas despierta admiración por su belleza. Es rubia, fina y esbelta; al reír luce sus blancos dientes, como perlas; tiene la gracia ingenua de la mujer andaluza, y sus ojeras melancólicas azulean como las de una novia joven…Ella oye requiebros con agrado, sonríe a todos, y cuando llega la hora de la despedida, y en su coche se aleja de la feria, los muchachos entusiasmados, le arrojan una lluvia de flores y de dulces. La de Porcuna triunfa aquella tarde en Cañete, y el encaje de su mantilla blanca se ha llevado prendido un corazón.
     La tarde otoñal cae lenta. Se inicia en la feria el regreso, y la gente señoril bujalanceña busca sus coches y sus caballos y se pone en marcha. El regreso, como la ida, es animado y pintoresco.
     Sobre las muchachas de los coches cae una lluvia de peladillas y de dulces que le arrojan los jinetes a cada instante. Pero entre ellas y ellos hay algo aquella tarde que los separa; ellos, en el regreso, se muestran más fríos y menos galantes, y más tarde, cuando ya de noche, en Bujalance, se vuelven a reunir en el baile del casino, el recuerdo de la rubia de Porcuna flota melancólico sobre sus almas.


     Lástima que la crónica apenas si trasciende del ámbito estrictamente señorial. Se queda uno con las ganas de conocer como participaban de la fiesta aquellos otros que “a fuerza de privaciones eran capaces de ahorrar una peseta para gastarla en la feria del vecino pueblo”.




     Entre los asistentes de la vecina villa de Porcuna, con una propiedad de la tierra menos concentrada que en Bujalance, junto al rico propietario debían mezclarse bastantes peoneros, arrendatarios, pequeños y medianos propietarios, cuyo desplazamiento debía de realizarse por medios bastante más humildes. La tradicional jamuga, con su colcha más o menos lujosa, por caminos y veredas, debió ser el medio más ligero para hacerse acompañar de la pareja. La adquisición de productos para la confección de platos y postres relacionados con la festividad de Los Santos (orejones, almendras, membrillos…) creo que sigue vigente todavía (hace algunos años ya que no visito Cañete por Feria).

Peonera porcunera (de buen año)
     Para terminar con este vaciado de informaciones, tomadas a salto de mata, relatar que la feria del año 1905, marcado por la crisis agraria y la sequía, también se celebró, aunque sin la asistencia de la tradicional y lujosa caravana de la vecina Bujalance (record de la polvareda). El mercado estuvo bastante desanimado, ya que sólo pudieron hacerse 1/3 parte de las transacciones de costumbre: “los feriantes se quejan de la nulidad de los negocios”



     Al hilo del final de la crónica remitida por el corresponsal cañetero, para no dejar inmaculado el capítulo de sucesos, el alcohol y el dinero parecen ser los responsables del asesinato perpetrado en la feria de 1908, en la que dos gitanos dieron muerte a un compañero, en el mismo cerro donde se presenta el ganado y a pocos pasos de la tienda de los labradores de Bujalance.