Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

26 mayo 2012

Fernando Rodríguez Ocaña (1922-2000). Un porcunense “Medalla de Honor de la ciudad de Barcelona”.


    Los honores y reconocimientos otorgados a personas o colectivos que se destacan en cualquier ámbito o actividad de la vida, no siempre llegan en el momento en que los meritos son indiscutibles. Muchas veces se posponen hasta el final de la vida e incluso hasta después de ella. Es el caso de este porcunense, a quien el otorgamiento de dicha medalla, con la que se premia a personas y entidades que se han distinguido por el desarrollo de los valores y virtudes ciudadanos, le llegaría estando ingresado en el hospital de Bellvitge. No tendría la oportunidad de recogerla personalmente de manos del alcalde Joan Clos, ya que el 8 de febrero del año 2000, cuando le faltaba poco para cumplir los 78 años, el corazón se le pararía para siempre. Serían finalmente su viuda e hijos (Tomás, Fernando y Ana María) quienes asistiesen a aquel acto protocolario de reconocimiento.


    El segundo empezando por la derecha es “El Ocaña”, nombre de guerra por el que era popularmente conocido en los comités de empresa, en las reuniones clandestinas de las comisiones obreras, en las manifestaciones, en las asociaciones de vecinos de su barrio y en su partido. La instantánea fue captada por un reportero gráfico de la agencia de noticias Europa Press. Se corresponde con el momento en que se hacen públicos los nombres de los concejales entrantes tras celebrarse las elecciones municipales en la ciudad de Barcelona el 16 de octubre de 1973.
    Antes de entrar en detalles sobre aquel proceso electoral celebrado dentro del ordenamiento jurídico, para nada democrático, impuesto por el franquismo, nos detendremos en sus orígenes.

     Fernando Rodríguez Ocaña nació el 2 de marzo del año 1922 en una casería denominada “Santo Rostro” del término municipal de Porcuna (Jaén), donde sus padres trabajaban como jornaleros. Su padre se llamó Francisco Rodríguez Torres y su madre Patrocinio Ocaña Fernández, y eran ambos naturales de Los Villares (Jaén). Familias de jornaleros procedentes de zonas menos ricas o deprimidas (aldeas de Priego, de Alcalá la Real y poblaciones aledañas) solían bajar a la feraz campiña en periodos de recolección, fijando muchos de ellos su residencia en ésta ante las mejores expectativas de trabajo. Recuerden a los hermanos Nereos, que remanecían también de aquella zona.


    Varias entrevistas y reportajes recogidos en la prensa barcelonesa nos permiten conocer algunos detalles sobre cómo transcurrió su vida en Porcuna, antes de que tuviera que abandonarla definitivamente, como tantos otros que se vieron obligados a alejarse de su tierra natal para buscarse el sustento en Barcelona u otros lugares.
    Con glosa de tragicomedia, explica a tiempo pasado: “tenía que aguantarme la mandíbula con la mano para que los dientes no me castañetearan de hambre cuando salí de Porcuna”. Los primeros años de vida de Fernando transcurrieron en la mencionada casería, hasta que sus padres pudieron trasladarse al pueblo. Con la proclamación de la República éstos adquieren conciencia política de clase afiliándose a la agrupación local del PCE. En una entrevista cuenta que su padre tenía el carnet nº 1 de la organización en la localidad y su madre el nº 7: “Desde pequeño me acostumbré a huir de los disparos de la Guardia Civil por entre los olivares”. Con 14 años el joven Ocaña ya tenían responsabilidades dentro del partido. Al caer Porcuna en manos de las fuerzas golpistas se adentrará con su familia en la franja de la provincia que quedó bajo control republicano, alistándose posteriormente como voluntario para combatir el fascismo.
    El final de la guerra tuvo que ser traumático para la familia Rodríguez. El padre sería condenado a muerte: piadosamente conmutada por una eternidad en prisión”. Rodríguez hijo, sufriría otro tipo de confinamiento, igual de cruel e injusto, en la inmediata posguerra: “Aquello consistía en que, si quería salir de Porcuna para trabajar en la finca de algún cacique, tenía que pagar veinticinco pesetas en concepto de no sé qué. Veinticinco pesetas para ir a ganar un salario que no llegaba ni a la mitad. Y en Porcuna no había trabajo. Resultado: El hambre, un hambre atroz”.

Porcuna, posguerra y mujer (Todos los Nombres Porcuna)
    Pese a las estrecheces y dificultades Fernando contrajo matrimonio con Pilar García, y no tardaría en presentarse una niña. Es cuando, empujado por la necesidad, resuelve dar el salto. Dejando a la familia en Porcuna, se presentaría en Barcelona con lo puesto, alojándose en casa de una señora del Poble Sec que alquilaba habitaciones y desarrollando todo tipo de actividades laborales en pro del objetivo propuesto de bienestar para los suyos.


    Cuando obtuvo el primer empleo más o menos fiable, se llevó a la mujer e hija y abandonó la pensión. Los Rodríguez Ocaña sufrieron numerosos avatares y cambios de vivienda, bordeando la miseria en alguna ocasión. Eran tiempos muy duros. Por fin, a finales de los años 50, pudieron establecerse en una pequeña vivienda de proteccion oficial en la entonces naciente Trinitat Nova: “Mi barrio, mi barrio para siempre, que entonces era un descampado lleno de fango y barrancos”.

     Su historia laboral se desarrolla principalmente en la empresa Mevosa-Mercedes Benz, en la que progresivamente iría adquiriendo pericia hasta alcanzar la especialidad de verificador. Militante de las comisiones obreras clandestinas, conseguiría infiltrarse en su comité de empresa y participar en las negociaciones con la patronal: “Rodríguez Ocaña era obrero de nacimiento, vida y muerte, obrero de verdad, no de esos que de vez en cuando se prefabricaban en los laboratorios de misteriosas representatividades”.
 

    Su figura, donde verdaderamente adquiere notoriedad y protagonismo es dentro del movimiento asociativo vecinal.
    Los especuladores supieron aprovecharse de la explosión demográfica propiciada por la avalancha migratoria. En las zonas límites de la ciudad de Barcelona fueron naciendo barriadas de nuevo cuño, donde la planificación urbanística brilló por su ausencia. Se construyeron las viviendas, se enriquecieron los constructores, pero nadie se preocupó de dotarlas de unos servicios complementarios elementales.
     Dejemos que sea el propio Ocaña, quien nos informe sobre las carencias urbanísticas de aquellas barriadas:

   “Detallar en palabras los problemas del distrito es imposible. El abandono de nuestros barrios está a la luz del día para penuria de unos y vergüenza de otros, como incluso el alcalde ha reconocido. Faltan agua y servicios elementales. Calles sin asfaltar, sin cloacas, sin casi alumbrado. Malas comunicaciones. Faltan escuelas, ambulatorios, guarderías, centros sociales…”


    La indignación y la protesta ciudadana ante tal estado de abandono se canaliza a través de las asociaciones de vecinos. Ocaña presidió la su barrio (Trinitat Nova), y participó en la gestación de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.
    Organizaciones políticas clandestinas de oposición al régimen franquista también se implicaron en las campañas y manifestaciones reivindicativas organizadas desde las barriadas. Precisamente en éstas conseguiría gran implantación y arraigo la organización comunista Bandera Roja (1969-1973) propulsada por hombres como Alfonso Carlos Comín (fundador de cristianos por la democracia), Jordi Solé Tura o Pere Ardiaca, entre otros. El hecho que desde BR, distanciada del histórico PSUC, se respetara la libertad de conciencia atraería y daría cabida a muchos militantes cristianos de base. Parece ser el caso de Francisco Rodríguez Ocaña que desde un principio se implicó con esta organización.
     Del esfuerzo colectivo vecinal nacería la Iglesia del barrio, demandada por sus habitantes, construida con sus propios medios y con sus propias manos. Ese edificio religioso se convertiría en el lugar más adecuado para dar cabida a las reuniones políticas clandestinas. Lo azaroso de la época aconsejaba hacerlo allí, al ser los únicos lugares que la policía solía respetar. Siempre con el visto bueno y el beneplácito de sacerdotes comprometidos con la injusticia social. 
 
    En este estado de cosas llegan las elecciones municipales del año 1973, de las que con arreglo al sistema representativo del franquismo debían salir los concejales del cupo correspondiente al tercio familiar. Con el apoyo de ese entramado vecinal, el concurso clandestino de Bandera Roja y la solidaridad de la Asamblea de Cataluña, se organiza una candidatura vecinal encabezada por Rodríguez Ocaña que concurre a aquel proceso por el distrito IX (Nou Barris).
    La clase periodística se volcó con aquel trabajador corajudo, que por obvias razones legales, tenía que eludir  la cuestión de su militancia política:

    P: ¿Es usted de algún partido?
    R: Hombre en España no hay partidos. El día que los haya, ya veremos.

     Fue una campaña barata, clara, sencilla y directa, a base de multicopista y tocando de puerta en puerta. Se entrevistaba con los vecinos, a los pocos segundos, ya sabían éstos a qué atenerse. Aquel hombre hablaba el lenguaje que podían entender y prometía enfrentarse a problemas reales. Su campaña se basó en la transparencia (divulgar el presupuesto), llevar hasta el Ayuntamiento las exigencias de las asambleas vecinales, una especial entrega (“dedicaré todas las tardes a mi trabajo de concejal”), su compromiso para recabar el apoyo de profesionales y especialistas que demostrasen voluntad real de defender los intereses de los barrios. Para no dar lugar a los dramáticos desahucios, solicitaba viviendas dignas cuya amortización no supusiera más del 10 % del salario de un trabajador, así como espacios comunitarios de utilidad pública. Apostaba igualmente por la elección democrática del alcalde y ponía su cargo a disposición de los vecinos si se sentían traicionados: “Con mi salarió entraré en el Ayuntamiento y con mi salario saldré de él”.

Cartel del candidato franquista boicoteado

    El propio Rodríguez avaló con sus propios ahorros los gastos emprendidos (unas 150.000 pesetas), aunque según algunas fuentes, Jordi Pujol, líder de catalanismo político semiclandestino, colaboró costeando la tercera parte.
    De alguna manera, lo que se buscaba era tantear el apoyo antifranquista entre ese proletariado urbano llegado desde los más dispares puntos del país, abrir brechas en el régimen e intentar de camino poner en evidencia el sistema de representatividad de aquella democracia orgánica manipulada por el franquismo.
    Todos los objetivos se cumplieron. Llegado el día de las elecciones (16 de octubre de 1973), aquel desconocido, pobre y comunista, propinó un severo revolcón al resto de los candidatos por el distrito. 
    Aquella concejalía ganada con los votos no pudo finalmente ocuparla, ya que en el mismo momento de la proclamación oficial de los vencedores, la Junta Electoral, a instancias del Gobernador Civil, impugno la elección de Rodríguez Ocaña. La argucia alegada “…porque no había presentado las cuentas de su campaña en el plazo de las cuarenta y ocho horas posteriores al conocimiento del resultado”.
    La arbitrariedad suscitaría una campaña de solidaridad y protestas masivas desde diferentes ámbitos. Un reportaje firmado por el periodista y escritor, Manuel Vázquez Montalbán, del que me he servido mayormente para conocer los entresijos de aquella campaña, causo impacto en la opinión pública. Las cuentas de “El Ocaña”, para Vázquez Montalbán, estaban excesivamente claras:

   “Vive de su trabajo en una fábrica, vive entre gentes cuyos derechos quiere defender, no se mostraba susceptible a componendas presentes ni futuras, gastó sus ahorros, su tiempo y el tiempo de sus entusiastas para financiar la campaña”.
 
 
    Para no extenderme en demasía, creo que es momento apropiado para poner un punto y aparte provisional. En una nueva entrada entraremos en las consecuencias que para él y su familia tuvo aquella aventura electoral, su posterior evolución política y en algunos casos en los que su ejemplar integridad, de la que hizo gala hasta el final de sus días, se pone claramente de manifiesto.

Fuentes y agradecimientos al final de próxima entrada.

22 mayo 2012

Los orígenes del cinematógrafo como espectáculo en Castro del Río (1904-1905).

Los orígenes del cine


    El primer contacto que tuvo la población cordobesa de Castro del Río con la proyección de imágenes en movimiento (cinematógrafo) fue durante la Feria Real del año 1904:
    “Pocos han sido los espectáculos de Feria, sólo un Trip-to-the-moon o cronofotograph que ha actuado en el teatro de “Vista Hermosa” y la compañía del señor Espejo en el del “Truco”. 

    Estas funciones debieron suscitar el lógico asombro general entre aquellos pobladores de principios del siglo XX.  La información la proporciona el activo y culto corresponsal-poeta José María Jiménez Carrillo. Se ve que no asistió a las mismas, el empresario del Vista Hermosa no era santo de su devoción y además era más aficionado a las elitistas representaciones teatrales de abono. Si a ésto añadimos sus escasos o nulos conocimientos del idioma utilizado por el Imperio Británico, no fue capaz de captar y reflejar en su crónica que detrás de esa concatenación de sonidos raros (Trip-to-the-moon) estaba la famosa cinta del "Viaje a la Luna" de Julio Verne, rodada en 1902 por Georges Méliés y que por aquellas fechas había sido ya proyectada exitosamente en todo el "orbe civilizado".

 
    Las tecnologías actuales se prestan a que podamos disfrutar de aquellos cuadros transcurridos 108 años. Apaguen las luces, pónganse cómodos y disfruten de la película. La única diferencia es que ésta lleva la música acoplada, mientras que en la original el acompañamiento musical estaría a cargo de la propia empresa exhibidora o a través del consurso de algún avezado aficionado local en el golpeo de las teclas del piano o pianola.


    
     Al año siguiente (1905), en unas fechas poco usuales (entre el 21 de enero y el 13 de febrero), con la población empezando a sufrir las consecuencias de una aguda crisis agraria y enfrascada aun en la recolección de la aceituna, un empresario llamado Antonio Ramírez de Aguilera instala “una hermosa barraca de cinematógrafo de su propiedad" en la Plaza de la Iglesia, que es anunciada con el altisonante encabezado de Pabellón Modernista.

 
    En esta ocasión, nuestro amigo Jiménez si entra en detalles y termina quedando encandilado por el novel invento, tal como se refleja en su crónica:

   “Se ofrecen dos funciones diarias en las que se exhiben magníficos cuadros, que hacen pasar el rato admirablemente a la numerosa concurrencia que honra, en las dos secciones, con su presencia al magnífico Pabellón Modernista”.


    “Entre el extenso repertorio que trae el Sr. Ramírez podemos contar con cuadros verdaderamente notables: “El viaje a Italia”, “Novela de Amor”, “Cacería del Sábalo”, “Los siete Castillos del Diablo”, “Una hojeada por piso”, “la Huelga o drama social” (para complacer o adocrtinar a los asociados de La Luz del Porvenir), “Drama en el aire” y otra infinidad más que, o nos deleitan con escenas de verdadera gracia o nos hacen sentir grandes emociones, como sucede con “La guerra ruso-japonesa”.
    “Es un verdadero agosto el que está haciendo el señor Ramírez. Por nuestra parte le deseamos siga la prosperidad, siquiera sea en remuneración de su trabajo, y agradecidos por habernos traído espectáculo tal, que viene a sacarnos de la monotonía del sentir del pueblo”.


    Al despedirse el empresario de la plaza, por tener que cumplir una contrata en Málaga, anuncia su regreso para primeros de marzo para amenizar las fiestas de carnaval. Promete hacerte acompañar de un magnífico órgano, ya repuesto de las averías causadas en el transbordo de Marsella a Málaga, y que había sido adquirido por una elevada suma en la casa de los señores Lamonaire Freres de París.
    “Cuando así suceda, traerá según nos ha dicho bastantes cuadros, entre los que se cuentan como muy notables “La Pasión” y otros varios cuyos nombres no recuerdo”.
    Aunque por el progresivo avance de la crisis agrícola generada por la pertinaz sequia, lo más probable es que este emprendedor empresario desistiera de su gira por la provincia de Córdoba, gravemente afectada por la misma.
    He pasado por mi cabeza el intento de localizar alguna de esas cintas anunciadas para volver a proyectarlas. Lo más probable es que muchas de ellas estén ya perdidas para siempre. Como “La Pasión” sí se conserva y me ha resultado muy fácil acceder a ella, acomódense que empieza un nuevo cuadro:



 
     A finales de ese mismo año de 1905, Antonio Ramírez de Aguilera regresará a la provincia con su Pabellón Modernista. Se instalará en la capital en un solar arrendado ubicado en la principal arteria de ocio y expansión de la ciudad, el Paseo del Gran Capitán, justo en frente del frecuentado Café Colón y muy cerca del Gran Teatro.



En primer plano a la derecha el Salón Ramirez (antes solar del pabellón)

   Hasta 1915 funcionaría como tal, incorporando números de variedades simultaneados con las habituales proyecciones cinematográficas. Esos diez años de explotación, permitirían a su propietario embarcarse en la adquisición del solar para edificar sobre el mismo un teatro-cine que pasará a la historia de la ciudad con el nombre de Salón Ramírez, que según Ricardo de Montis durante muchos años fue el teatro popular más concurrido de Córdoba, hasta su cierre definitivo en los años finales de la década de los veinte.


    Como para poder confeccionar esta entrada he tenido que adentrarme en los entresijos del negocio cinematográfico en la provincia de Córdoba durante aquellos primeros años del siglo XX, casi que da como para embarcarse en una nueva aventura en la que esas primeras barracas de feria ambulantes y las diferentes empresas que se dedicaron a su explotación en la provincia, principalmente en la capital, sean las protagonistas. Para entonces, tal vez cambiemos de género y proyectemos algunos cuadros un poquito más frescos, de aquellos que en sesiones extraordinarias de última hora, algunos empresarios proyectaban pese a la cuantiosa multa que podría acarrearle tan popular osadía.

Esparterito (Un final abierto)


    Después de cortarse la coleta de manos de su propio padre, como nos informaba un sobrino-nieto en los comentarios de la entrada anterior, Manuel García "Esparterito" no terminaría de desligarse definitivamente del mundo taurino.
    Al calor que le presta una recién constituida Peña-Escuela Taurina de Baena fija su residencia en aquella localidad, donde compaginará sus lecciones y dedicación para con la nueva entidad social con un negocio de hostelería : “Casa Esparterito”.  


     Para la Virgen del Carmen del año 1932 dirigiría una de sus primeras lecciones prácticas, con un joven de la localidad Francisco Jiménez “Capachero” apostando ya por la torería:


     Esta fórmula de las escuelas taurinas, muy al uso en otras localidades cordobesas como Bujalance o Montilla, no dejaba de ser un medio semitramposo para poder organizar festejos en los pueblos eludiendo al siempre tan necesitado fisco.

    Su actividad en Baena debió de servir de revulsivo para que se despertara la afición por los toros en este pueblo, donde no me consta que estuviese demasiado arraigada, y para la Gran Feria de Ganados a celebrar entre los días 5 y 8 del mes de octubre, de ese mismo año, se programan tres festejos en los que se anuncia a Esparterito como director de lidia y que presumiblemente actuara también como empresario y organizador.


    La presunción apuntada la sostengo en base a sus buenas relaciones con ese mundillo taurino cordobés, centralizado en la capital, donde se había desarrollado toda su carrera.
    La Plaza de Toros de Baena, que imagino de estructura perecedera (vigas y maderas) debió construirse a raíz de la puesta en marcha de la escuela. Estaba situada donde la Cruz del Segador (actual silo-almacén municipal).
    Para el primer día de feria (5) se anuncia un mano a mano entre “los valientes y ovacionados diestros de gran cartel”, Miguel Morilla "Atarfeño" (ya conocido y admirado de este público) y Antonio Peregrín (nuevo en esta plaza).

Miguel Morilla "Atarfeño" (1909-1934)
    Para el día 6 un espectáculo cómico-taurino con dos reses para Tomasín, Caballero Piripi y su Botones, y una para la notable agrupación taurina musical cordobesa “La Mezquita”, compuesta por 22 profesores solistas “los cuales ejecutaran un magno concierto que hará las delicias del público”.
    Cerrando ciclo festivo para el día 7 una nueva lección taurina detrás de la que se esconde un espectáculo mixto: un novillo para los graciosos Charlot, Ramper y su Botones (los mismos del día anterior con otro traje), otro para el caballista Martín Flores y un tercero para el prometedor novillero José Medina “Pepete”. Como número final y quizá más atractivo para los concurrentes, el sorteo de un suculento perol preparado por el que fuera valiente novillero y director de lidia Manuel García (Esparterito): “El que tenga la suerte de que le toque le va a importar bien poco que la carne de ave se venda cara o barata durante los días de feria”.

Ésta es de cordero pero aún le falta un hervor (pa mojar sopas)

    No estoy del todo seguro de que ese proyectado ciclo de toreo serio, cómico, gastronómico y musical llegara a celebrarse. Ni en la prensa provincial ni en la nacional he conseguido localizar la confirmación (no me vaya a pasar como con la boda de Adela – véase comentario 6). Igual ocurre con la escuela taurina, de la que no volvemos a tener noticias. No me consta tampoco la celebración de nuevos festejos en Baena durante el periodo republicano.
    A partir de entonces, según testimonios orales recabados entre sus familiares de Castro del Río a los que agradezco públicamente su predisposición a colaborar,  la vida de Manuel García Villatoro tomará nuevos derroteros.
     Permítanme que cerremos de momento este mi particular ciclo taurino por el devenir histórico de este torero de la tierra. Conviene cambiar de tercio. Eso sí, queda abierto un nuevo periodo de investigación para poder seguir desentrañando otros episodios relacionados con él.

    Esas fotografías de Esparterito, custodiadas por sus familiares de Castro del Río, otras que pudieran surgir contactando con su hija Adela residente en Barcelona y artísticos carteles taurinos de época, cuya consecución creo viable, dan juego para una reedición ampliada de estas entradas que le he venido dedicando.
    Con los testimonios orales se abrirían nuevas vías de investigación que tal vez nos ofrezcan nuevas sorpresas sobre su trayectoria vital y profesional. Si así fuera, contemplo dos vías divulgativas:


    Posible 1-

    Un artículo extenso ilustrado en el tradicional Libro de Feria editado por el Ayuntamiento, flanqueado por una pequeña exposición retrospectiva con los materiales (fotografías, carteles, recortes de prensa etc.) que pudieran obtenerse, enmarcada dentro de la  programación de actividades de la Feria Real. De esta manera daríamos la oportunidad de su conocimiento a aquellas personas poco o nada familiarizadas con las nuevas tecnologías.



   Posible 2-

   Un segundo más ambicioso y laborioso: una biografía ilustrada sin ánimo de lucro. Creo que da juego para ello. Me explico: mi idea pasa por una edición costeada y subvencionada mancomunadamente, en su totalidad o en parte, por instituciones, empresas, colectivos y asociaciones de Castro del Río. De esta manera ofreceríamos a Esparterito la ansiada oportunidad de presentarse por primera vez ante sus paisanos dentro de una especie de Festival Benéfico. El fruto obtenido de la comercialización de esta publicación bien pudiera destinarse a socorrer a tantas familias que en la actual coyuntura de crisis tienen serias dificultades para cubrir las elementales necesidades de la vida. Dándole difusión entre los aficionados a la tauromaquia y con la presumible implicación de muchos naturales de Castro del Río, que querrán disponer de ese libro para que ocupe un hueco permanente en las estanterías de sus bibliotecas, se podría obtener una bonita cifra de euros con destino a esas ONG más implicadas en socorrer esas cada día más numerosas situaciones de precariedad (Caritas, Cruz Roja, comedores sociales, bancos de alimentos etc.).



     Esta segunda vía requiere un tanteo previo (ahí queda), así como del estudio, presupuesto, coordinación y confirmación por parte de los potenciales colaboradores, que de alguna manera me sirviera de estimulo para colocar el toro y meterme en faena.

     Como por mi condición de empleado público, las recientes políticas de ajustes y recortes afectan seriamente a mi economía (una buena corná en las pagas extras por parte de novillos-toros de las acreditadas ganaderías de Don Mariano Manotijeras y del Señor Marqués de Griñán-Hermanos CB.), me tendré que privar de mi tradicional y necesaria escapadilla de verano, a sustituir por vacaciones en casa, creo que voy a disponer de tiempo suficiente para poner en práctica mi particular afición a la tauromaquia al lado de Esparterito y de camino amortizar el recorte (a algunos/as de los que mandan los mandaba yo de recortaores de toros a los festejos populares o a desvaretar olivos en el mes de agosto).


    Disculpen este pequeño pataleo irónico guasón sociolaboral del final (es un día indicado para ello y no disponemos de otras armas). Quedamos emplazados hasta la próxima, si algunas de mis propuestas fuera tenida en consideración. ¡Suerte y al toro!
 

20 mayo 2012

Manuel García Villatoro "Esparterito" II


    El pundonoroso, valiente y todavía joven banderillero Manuel García “Esparterito” no tardó demasiado en recuperarse de aquella grave cornada sufrida en la feria de mayo de Córdoba del año 1928. Ese mismo verano participa como subalterno en varios festejos al lado del también novillero cordobés Julio Fuillerat García “Palmeño”

     A finales de año, Rafael Sánchez Camará II (cuñado de Cantimplas), que iniciaba su carrera como novillero, reclama sus servicios. Especialmente intensa la temporada del año 1930 en la que acompañando a Camará toreó más de 30 corridas, haciendo incluso una pequeña gira por las Américas. 


Rafael Sánchez Camará II

   En la temporada anterior, cuando Camará carecía aun de contratos suficientes como para poder sobrevivir de subalterno, vuelve a hacer algunas incursiones en solitario en festejos menores organizados en los pueblos. Anunciado como Manuel García Esparterito o Esparterito de Córdoba mata novillos en Chinchón, Tordesillas o Alcalá de Henares entre otras plazas. En una capea celebrada en Mohernando (Guadalajara) volvería a sufrir en sus carnes la acometida del asta de toro:

 


     Hasta 1930 podemos confirmar su presencia en numerosos festejos de la mano de Camará cuya carrera fue progresivamente a menos.
     Ese mismo año de 1930 participa en un festival organizado en Jaén a beneficio del novillero lucentino Parejito (compañero de carteles en sus inicios) afectado gravemente por una cornada sufrida cuando toreaba en esa misma plaza.



 Córdoba.- El ex torero cordobés Parejito con sus familiares 
 y amigos en el instante de recibir las 2.600 pesetas de la 
suscripción popular realizada en Córdoba para aliviarle 
en la triste situación que padece a consecuencia de la cogida
 que sufrió en Jaén y que le inutilizó para su arriesgada profesión.

     Intuyo que en la foto debe aparecer Esparterito. Con vistas a poder poner rostro a su nombre e intentar localizar alguna fotografía en la que se nos muestre en lides taurinas,  aprovecho para adentrarme en datos sobre su parentela en Castro del Río, abrigando la remota esperanza de que pudiera conservarse alguna.
     Por línea paterna (García) no soy capaz de asociarlo. Si por su segundo apellido, Villatoro. Su madre, cuyo nombre desconozco, era hermana del sastre Vicente Villatoro Aranda (con un pasado masónico y de militancia republicana) y del presbítero Rafael Villatoro Aranda. Sus primos los sastres Vicente y Antonio Villatoro Porcel.

    Una hermana de Esparterito, llamada María, contrajo nupcias en septiembre de 1925 con el profesor veterinario don Juan Manuel Millán Navajas. La crónica de aquel enlace, en el que estuvo presente el valiente banderillero, la conocemos gracias al activo corresponsal del diario la Voz de Córdoba en la localidad y amigo intimo de  la familia, José Rodríguez Rodríguez (Posthumio):
    El pasado domingo, a las ocho y media de la noche, contrajeron matrimonio en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen, la bella y encantadora señorita María García Villatoro y el culto e inteligente veterinario titular de ésta don Juan M. Millán Navajas.
    Bendijo la unión de los contrayentes el culto sacerdote de la referida iglesia, don Rafael Villatoro Aranda, tío de la novia, y actuaron como padrinos la señorita Paquita y don Diego Millán Navajas, ambos hermanos del novio.
    Terminada la ceremonia nupcial, los invitados a dicho acto, fueron obsequiados espléndidamente en el domicilio del novio donde se organizó un animadísimo baile que duró hasta venir el día.

Fot. Urbano Mármol (Don Diego)
    El acto fue amenizado por el célebre quinteto Díaz-Cornejo, al que pertenece el mago del violín, nuestro querido amigo el joven Octavio Jiménez Carrillo.
    De la muchísima concurrencia recordamos a las bellísimas y simpáticas jóvenes Paquita Millán Navajas, Adela García Villatoro, Rafaela Villatoro Porcel, Rosarito Millán Bello, Paquita y Josefa Millán Moreno, Rosarito Millán Moreno de Fernández, Concepción y Dolores Navajas Navajas, Angelita y Crisanta Salas Tienda, Josefa y Angelita Merino Millán, Joaquina y Josefina Aranda García, Rosarito Millán Urbano, Rafaela Navajas Criado, María Antonia Villatoro Rojano y la angelical Amelia Castro Villatoro, que vino de Espejo con tal motivo.
    Del sexo feo: Manuel García “Esparterito”, hermano de la novia y pundonoroso banderillero de Zurito; don Diego y don Joaquín Millán Navajas, don Juan M. Millán Moreno, don Juan M, don Rafael y don Paco Millán Bello, don Juan M., Antonio y Joaquín Millán Urbano, don Federico Millán Moreno, don Paco Villatoro Porcel, don Baltasar y don Eduardo Salas Tienda, don Cristóbal Rodríguez Navajas, don Antonio Villatoro Rojano, don Antonio Pulido Navajas y otros muchos que sentimos no recordar.
    El nuevo matrimonio recibió muchas felicitaciones a las que unimos las nuestras y le deseamos todo género de venturas y una interminable luna de miel.
   Se nos olvidaba decir que a este acto fue invitada nuestra respetable amiga doña Victoria Casañez, alma de nuestras castizas fiestas andaluzas.

                                                                          Posthumio


    Adela, la otra hermana de Esparterito, se casaría a renglón seguido con Diego Mármol Gómez, propietario de un denominado restaurant “Los Puritanos”.
    Según parece, entre portadores de apellidos típicamente castreños como Villatoro, Millán, Navajas o Mármol pudiera estar la clave para que esa fotografía de Esparterito pudiera aflorar. 



    Después de auxiliar a Camará en una novillada del ciclo festivo de la Feria de la Fuensanta de Córdoba, y acompañarle durante una pequeña gira de invierno por tierras venezolanas, pone fin a su trayectoria profesional a principios del año 1931, aunque sin desligarse definitivamente del mundillo taurino.
      Aún queda por desentrañar el resto de su vida. Dispongo de algunas informaciones como para rematar la trilogía dedicada a este profesional de la tauromaquia nacido a orillas del Guadajoz. Testimonios de primera generación, a estas alturas casi imposible, aunque abrigo la remota esperanza de que alguien después de leer estos artículos pudiera rescatar de su memoria episodios relacionados con él. 

(Continuará)

19 mayo 2012

Manuel García Villatoro "Esparterito" I


    La coincidencia, nombre y primer apellido, con los de aquel mítico torero del último tercio del XIX, Manuel García "El Espartero", sería la responsable del sobrenombre de  Esparterito adoptado por este castreño para iniciar su andadura como aspirante a la torería.
     Su segundo apellido Villatoro y alguna crónica de sociedad, en las que nos detendremos con posterioridad, son los que nos delatan su origen y vínculos con Castro del Río. Era sobrino del sastre Vicente Villatoro Aranda y primo hermano de Vicente y Antonio Villatoro Porcel, continuadores en ese noble oficio del corte y confección heredado de sus ancestros.
    Su iniciación y aprendizaje lo realiza en el seno de la Escuela Taurina de Córdoba, donde tal como ya venía siendo costumbre desde atrás, con los alumnos que sobresalían, se conformaban cuadrillas que eran proyectadas y rodadas en novilladas sin picadores a celebrar, normalmente, en plazas de segunda y tercera categoría. 

 
     La oportunidad de debutar le llega durante la temporada del año 1917. Será en una denominada “Cuadrilla juvenil cordobesa”, capitaneada por el propio Esparterito y el también prometedor Juan Piedrola, secundados por otros integrantes de la escuela como peones de brega. Fueron un par de años durante los que esta pareja de aspirantes comparten fórmula, cartel y plazas: el propio coso de los Tejares, Manzanares, Antequera, Zafra o Montoro fueron testigos de sus arranques taurinos. La última actuación que se le conoce al lado de Piedrola, es la que tuvo lugar el Domingo de Resurrección del año 1919 en la plaza de toros de Montoro (cartel de la cabecera). 


 
     Con posterioridad compaginará su puntual presencia como novillero en las plazas con la de "sobresaliente con obligación de banderillear", suerte en la que demostrara especial destreza desde un principio, en la compaía de novilleros cordobeses que empezaban a despuntar.

Una suerte perdida: banderillas de recibo

      En el ciclo de novilladas sin picadores que preceden a la Feria de Córdoba compartiría cartel en el coso de los Tejares con los novilleros José Gómez “Joseito” y el prometedor y valeroso lucentino Francisco López “Parejito”.

Diario de Córdoba 13 de mayo de 1919
    En sendas novilladas celebradas en Palma del Río los días de Santiago y Santa Ana, de ese mismo año, compartió cartel y plaza con Luis Sánchez Mejías (hermano del matador) que vestía de luces por primera vez.
   
    Durante estos primeros compases de su etapa novilleril no tuvo la oportunidad de presentarse ante sus paisanos, pues la afición en la localidad cordobesa de Castro del Río, después de varios ciclos de festejos organizados en los primeros años de siglo (entre 1903 y 1914), desapareció a la par que se desarrollaba poderosamente el ideario anarquista (antitaurino) entre su clase trabajadora (véase enlace).
    En los primeros años de la década de los veinte, posiblemente coincidiendo con su periodo de servicio militar, dejamos de tener noticias suyas.
    En la temporada de 1923 volverá a lanzarse a las lides taurinas de la mano del “inteligente aficionado” don Carlos López Vaquerizo que ejerce de apoderado. 


 
    Aquel nuevo arranque no llegaría a fructificar con éxito, y después de participar durante un tiempo en festejos menores organizados en los pueblos, nocturnas y corridas bufas en el Coso de los Tejares de la capital cordobesa, renunciaría definitivamente a su sueño de convertirse en matador de toros al no llegarle nunca la ansiada oportunidad de debutar con picadores.

Junio de 1924

 

     Su acreditada fama como rehiletero le permitiría acoplarse fácilmente como subalterno en cuadrillas de diestros cordobeses que se proyectaban con fuerza durante aquellos años.
     A partir de la temporada de 1924 se incorpora a la cuadrilla del todavía novillero cordobés Antonio de la Haba Zurito. En la feria de Écija de ese mismo año sufriría el primer percance serio de su carrera:



    Fueron varias las temporadas que permaneció al lado de Zurito, quien tras doctorarse y confirmar la alternativa en la Plaza de Toros de Madrid en junio de 1925, llegaría a alcanzar un promedio de treinta corridas por temporada, hasta que en 1927, afectado por una enfermedad, se iría alejando progresivamente de los ruedos.





 
     En las temporadas de 1927 y 1928 lo encontramos al lado del también novillero cordobés Rafael Saco Cantimplas. En un festejo del ciclo de la Feria de Nuestra Señora de la Salud en Córdoba, donde actuaron como matadores Palmeño, Adrián Peñalver y Cantimplas, con novillos de Félix Moreno (Saltillo), al poner al sexto de la tarde (negro, grande y con una cornamenta respetuosa) en suerte para banderillearlo, Esparterito sería cogido aparatosamente por el astado, siendo atendido con urgencia en la enfermería de la plaza. 


 
Parte facultativo

    Herida contusa en la región maleolar externa del pie derecho; otra herida situada en la región axilar izquierda, de cinco centímetros de extensión por dos de profundidad, con desgarro de la piel y del tejido celular y aponeurosis; y otra en la región lumbar derecha, que mediante un trayecto que va por debajo de las cepas musculares se comunica con otra situada en la región lumbar izquierda y que interesa la piel, el tejido celular subcutáneo y los planos musculares correspondientes, salvo a nivel de apófisis espinosa en que interesa sólo la piel.
    De esta heridas la primera fue calificada de leve, la segunda de pronóstico menos grave y la tercera de pronóstico grave.
    El herido, después de curado, fue conducido al hotel donde se hospeda.

(Diario de Córdoba 22 de mayo de 1928)



    El pueblo de la provincia referido por el gacetillero era Castro del Río, donde residían sus padres y hermanas. Afortunadamente pudo recuperarse de aquellas cornadas y retomar durante algunos años más su carrera profesional.
   
    El resto de su trayectoria, detalles precisos sobre sus lazos familiares con Castro del Río y los avatares sufridos con posterioridad a aquella contienda civil iniciada en 1936, para no extenderme en demasía y ganar tiempo para esclarecer algunas dudas, quedan pospuestos para una próxima entrega.

Véase 2ª entrega
Tercera entrega: Esparterito (un final abierto)