Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

26 enero 2012

"El Casinillo de Guzmán". Acera de los cafés y de los Casinos en Castro del Río durante los años 30.


     Hace unos días, escudriñando entre muros de amigos en facebook de Castro del Río, me topé con un, hasta entonces para mi desconocido, grupo denominado “Vivencias Castreñas”, donde algo más de 300 personas naturales, adoptivas, residentes o ausentes de esta población cordobesa, se dan cita para compartir y comentar especialmente fotografías, noticias y eventos relacionados con la localidad. Como me pareció original e instructiva la iniciativa, tras pasearme por su muro y detectar la atractiva presencia de material fotográfico sacado de viejos álbumes familiares, solicite de inmediato pertenecer al mismo.
     Una vez aceptado, opte por participar poniendo a prueba la agudeza de sus visitantes con la inserción de un viejo anuncio publicitario de un señero establecimiento del ramo de hostelería castreña  durante la década de los treinta (anterior a 1936): 


     Tras varias intervenciones identificativas erróneas, consciente de la dificultad que entraña ubicar exactamente un local del que apenas si existe memoria viva, he resuelto desvelar el misterio mediante una entrada de blog, y poder así extenderme en detalles.
     El anuncio insertado, contiene el nombre de la calle en el que transcurrió su existencia, la Tercia. Esta céntrica vía, ya en los años treinta tenía ese doble carácter de arteria comercial y de ocio (por los casinos) que tiene en la actualidad. 
     El nombre del padre del republicanismo federal, don Francisco Pi y Margall, una vez proclamada la Republica volvería a formar parte del callejero local. 
     Durante los años 1914-1915, los republicanos gozaron de mayoría en el Ayuntamiento y hasta alcanzaron la Alcaldía, que es cuando la calle llevó este nombre por primera vez, al igual que otras principales dedicadas a personajes ilustres de la causa republicana: Joaquín Costa (Corredera) y Jerónimo Palma (al varias veces diputado y candidato republicano por el distrito de Montilla, finales del XIX y principios del XX, se le dedicó la calle Córdoba).
     La fotografía que encabeza la entrada, está sacada del muro de “Vivencias castreñas”, utilizada con la pertinente y generosa autorización de la persona que la colgó en su día, nos puede ayudar bastante a identificar aquel  “Casinillo de Guzmán”. Aunque la instantánea es de una fecha ya tardía (años 80), pero si imaginariamente conseguimos deshacernos de los vehículos automóviles, podemos retrotraernos fácilmente a la fisonomía original de esa acera de los cafés y de los casinos de la calle Tercia durante la década de los treinta. 

EL CAPRICHO


     En primer término puede apreciarse la fachada del elegante y moderno café “El Capricho”. Somos todavía muchos los que tuvimos la suerte de haberlo conocido con esa apariencia muy cercana a la tuviera cuando fue abierto a finales de la década de los 20 por el joven Federico Millán Moreno, al poco, convertido en primer Alcalde republicano de Castro del Río. 
     Cuando visité por primera vez Castro del Río, aquel viejo café con veladores de mármol, mobiliario de época y columnas de fundición, con regusto a antiguo y clásico, se convirtió pronto en uno de mis habituales locales de alterne. Aquellas concentraciones de “auroros” y esas copitas de anisados con dulces en las madrugadas castreñas de invierno son difíciles de olvidar.
     En la piso superior, disponía de amplias dependencias en las que supongo circularía el naipe y donde celebraban sus reuniones políticas los integrantes de la agrupación local del Partido Republicano Federal, liderado a nivel nacional durante aquellos primeros años de la Republica por el abogado, periodista y diputado Eduardo Barriobero y Herrán. El propio Federico Millán formo parte de su Comité Regional.


CÍRCULO DE LABRADORES

     A renglón seguido se puede apreciar la fachada del que fuera Círculo de Labradores (hoy moderna y funcional Biblioteca Pública Municipal). En torno a él se aglutinará la patronal agrícola castreña tras aquellos primeros envites huelguísticos protagonizados por la S.O. "Luz del Porvenir" de principios de siglo. Apaciguados los conflictos decae en cuanto a número de asociados, que se vuelven reunir a raíz de la nueva oleada conflictiva del trienio bolchevista.
     A partir de 1918, acogería en su seno y en su sede al Sindicato Católico Agrario Nuestra Señora de la Salud, desde el que se buscaba una armónica, idílica e interesada convivencia entre patronos y obreros agrícolas. Aunque éste llegaría a constituirse como tal, no llego a tener nunca demasiada pujanza debido al fuerte arraigo entre los trabajadores castreños del ideario anarcosindicalista. Durante el periodo de crisis del obrerismo local, que transcurre en paralelo a la Dictadura de Primo de Rivera, consigue algunos adeptos (gatopalo) y se convierte también en sede y lugar de encuentro de los equipiers del  Castro del Río F.C. desde él patrocinado.
     Persona de peso en el seno de esta organización patronal y patrocinador del S.C.A, fue don Antonio Navajas Moreno “Barbitas de Alambre”.


CIRCULO LICEO

Salón Círculo Liceo de Castro del Río
     El Circulo Liceo (el último de la fila), es el único casino o circulo de recreo que pervive en Castro del Río. Como se he publicado recientemente un libro, entre histórico y anecdótico, sobre su ya más que centenaria existencia, y aunque dispongo de algunos datos sobre sus orígenes y vicisitudes, los omito pues los supongo recogidos en ese libro al que no he tenido aun la posibilidad de acceder.


CASINILLO DE GUZMÁN

     De manera que centrémonos en el Café Bar la Primera, popularmente conocido como Casinillo de Guzmán, cenáculo de izquierdistas republicanos, que hallábase encajonado entre los otros dos grandes centros de reunión de la burguesía agrícola castreña, osease, utilizando terminología propia del periodo historiado, "entre casinos de señoritos".  
     Ocupaba el edificio en el que habita hoy otro negocio hostelero, Ca Pedro “El Liebre”. Aunque en la publicidad antigua aparece a nombre de Rafael Guzmán Navarro, también participaba del negocio un hermano llamado Joaquín. Ambos eran hijos del zapatero Juan Guzmán Cuenca (1860-1937) relacionado con el republicanismo local de finales del XIX e integrante de la Logia Masónica García Vao de Castro del Río (1888-1893) con el nombre simbólico de “Zorrilla”. En torno a estos hermanos Guzmán, que debieron de heredar los posicionamientos ideológicos del padre, empiezan a darse cita desde antes de la proclamación de la República personas relacionadas con la izquierda política local. Fueron los radicales socialistas, seguidores de la política liderada por MarcelinoDomingo a nivel nacional y el Dr. Manuel Ruiz Maya, a nivel provincial, los primeros en instalar sus tertulias en esta casa en la que suponemos no debía faltar prensa provincial y nacional cercana a sus ideas.
     Figuras destacadas y motores de la agrupación radical socialista local fueron don Misael López Díaz (Administrador de Correos) y don José Rodríguez Rodríguez (Posthumio), ambos posteriores víctimas de la represión franquista.   
     Fueron varios los reportajes publicados por Antonio Verdú Suarez, un conocido redactor del diario socialista el Sur, sobre la situación política de Castro del Río durante este periodo histórico, que tomaron cuerpo y forma rodeado de los habituales que se daban cita en el café tertulia política que aquí solía celebrarse casi a diario. Precisamente de uno de ellos, publicado con un efectista encabezamiento, nos vamos a servir para entrar en detalle sobre lo que allí se cocía.



En el Casinillo

    Esperamos a Balbotín, no el diputado ex social revolucionario y hoy comunista, sino a este concejal federal que por su vehemencia y tesón fiscalizador ha cargado con tan popular apellido (Pedro Martínez García). Los amigos don Juan Manuel Jiménez (el practicante), don Juan Antonio Rodríguez, don Toribio Recio y don Misael López, dialogan sobre temas locales con una noble inspiración política: la actuación del Ayuntamiento es honrada y beneficiosa para el pueblo…, y los ideales imperantes en el obrerismo son susceptibles de encauzamiento por la buena fe con que son profesados.
Así, a este tenor, ya subrayándose la hora en el Casinillo. Hombres cultos y conscientes los que los frecuentan, reflexionan la voz a un contorno de elevación sin incurrir en las naderías de otras tertulias.
    Propaganda, propaganda; eso es lo que necesitamos – resume el radical socialista y corresponsal de El Sur don José Rodríguez y Rodríguez.
    
    El tono jocoso con su correspondiente dosis de guasa e ironía, tampoco faltaba entre los tertulianos del casinillo. Verdú plasma sobre el papel una anécdota, que por lo visto llegó a rebasar el propio ámbito localista, con “Luquitas”, diminutivo cariñoso por el que era conocido el farmacéutico instalado en la acera de enfrente y significado tradicionalista, don Lucas Criado Tejada, que invitado a participar en aquella tertulia-debate de predominio izquierdista, al objeto de dar su opinión sobre cierta noticia recogida en el diario ABC, alarmadísimo se despachó de tal guisa: “Yo no puedo leer ese periódico porque es de izquierda”.




    Las discrepancias surgidas entre las filas radicales socialistas en el año 1932 y el posterior fracaso de las candidaturas de izquierda en las elecciones de 1933, provocará su disolución, integrándose sus militantes en formaciones republicanas de izquierda de nuevo cuño (Izquierda Republicana y Unión Republicana). Tras el regresivo periodo de libertades vivido durante el bienio radical-cedista (1933-1936) el Casinillo de Guzmán se convertiría en sede de una reorganizada Agrupación Socialista, con nombres como los del practicante Juan Manuel Jimenez o el sastre José Porcel Rivas al frente de la misma (ambos también victimas de la posterior represión).



    Finalizada la guerra los hermanos Guzmán Navarro, que consecuentemente se pusieron de parte de la Republica durante el periodo bélico, se verán seriamente afectados por la ola represiva desatada  por los vencedores. Rafael, según testimonios orales, pudo exiliarse a Francia. Otro hermano llamado Cristóbal, panadero de profesión, fue ejecutado en las tapias del cementerio de Castro del Río en mayo de 1940. En la base de datos de represaliados y víctimas del franquismo del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca aparecen también los hermanos Joaquín y Antonio Guzmán Navarro, aunque desconozco en qué grado pudo afectarles esa represión.
    Y efectivamente, como se apuntaba en los comentarios de “Vivencias Castreñas” por una amiga con ellos emparentados, el popular Juan Guzmán (militante histórico del socialismo) establecido con una taberna en la calle el Baño, lugar de encuentro clandestino de disidentes del franquismo, y cuyo nombre sirve hoy para nominar a la popular plaza del Parque Piojo (Plaza Juan Guzmán) debía de ser hijo de alguno de estos hermanos.

21 enero 2012

"Es menester que se nos mantenga, señor" (Alimentación mangurrina)


     La publicación reciente en el blog de un amigo castreño de un artículo dedicado a enaltecer la excelencia de la tradicional producción de granadas de las huertas del valle del Guadajoz, además de, para recordarme esa peculiar manera de extraer su jugo (bota)  y de ilustrarme sobre sus diferentes variedades, me ha traído a la memoria una anécdota o chascarrillo perteneciente a la tradición oral de mi pueblo (Porcuna), en el que las granadas adquieren especial protagonismo.
     Un labrador de Porcuna, hallábase especialmente preocupado por la cantidad de pan, a su juicio desproporcionada, que consumían los acomodaos, gañanes y demás personal que residía y trabajaba a su servicio en el cortijo, y de cuya alimentación era responsable según usos y costumbres de la época.
     En  la feria y mercado agrícola-ganadero de San Miguel, en el vecino pueblo de Cañete de las Torres, creyó encontrar la solución a su inquietud. Pactó con un hortelano de Castro del Río la compra venta de una partida de este sabroso fruto, que desgranado, tan bien acompaña a las migas de pan (cuyo consumo se generaliza a partir de esta fecha una vez superado el largo estío) y que por tratarse de un producto de temporada, era siempre bien acogido entre los comensales cortijeros. Su racanería le llevo a cerrar una operación mixta, dos terceras partes de género de ínfima calidad (agria, fuerte y más bien seca) y una de la denominada azucarí (dulce y jugosa). 



     Para que le salieran aún más baratas, hasta se comprometió a retirarlas en origen. De ahí que, de mañana temprano, encima de un carretón tirado por una yegua vieja, por el camino de Castro, tomaba rumbo en busca de esa salvadora y deseada mercancía, cuyo advenimiento había sido anunciado, a bombo y platillo, entre los cortijeros. El hortelano castreño, agradecido por la generosa y cuantiosa compra de este porcunero, que le permitía deshacerse de una producción cuyo destino más probable hubieran sido porquerizas, tuvo el gesto galante de invitarle a almorzar (aceite y vinagre según crónica imaginaria).
      Ese mismo día, a la caída de la tarde, envasada en grandes esportones, la mercancía llegaría a manos y boca de sus destinatarios.
      A los pocos días, tocaba hacer las oportunas comprobaciones en cuanto a consumo de hogaza, y personado en el cortijo, se dirigió a uno de los operarios más guasones y reivindicativos, preguntándole:

-        ¿Qué Manuel?  ¿Cómo están esas granás?
-        Algunas amargan y están un poquillo fuertes, pero usted no se preocupe, que más pan se le mete.
      Refranero: “El dinero del mezquino anda dos veces el camino”.

     Dejando de lado el género chascarrillero, del que me he servido para introducirnos en materia, nos ocuparnos de “la hatería”, un tipo de retribución en especie muy común entre los trabajadores agrícolas de nuestra geografía, hasta hace relativamente poco tiempo, y que desaparece a la par que se generaliza el uso del motor en el campo y los vehículos automóviles, cuando deja de ser precisa la permanencia de los jornaleros durante largas temporadas en los cortijos para efectuar las correspondientes labores de temporada, así como la del personal destinado al cuidado del ganado de sangre.
      Hasta entonces, en las bases de trabajo, pactadas o impuestas, se establecía la diferencia remunerativa entre el “jornal a seco” (retribución exclusiva en metálico) y el jornal “con hatería o mantenio” a cuyo importe ordinario se le restaba una cantidad estipulada o impuesta, que el patrono se reservaba para suministrar de su cuenta los alimentos necesarios para sus asalariados durante las viajadas agrícolas. El primer tipo, era norma común para las tierras del ruedo, cuya proximidad al casco urbano permitía al jornalero pernoctar y cenar en su propio domicilio y aportar se su propio peculio el hato para el almuerzo, mientras que en las tierras acortijadas se impone tradicionalmente el segundo modelo. La costumbre suele ir acompañada de la tradicional queja del jornalero sobre la calidad y cantidad del condumio aportado por el patrón o señorito.
    Hasta principios de siglo XX, en que los obreros agrícolas se empiezan a organizar en torno a sociedades de resistencia, la hatería quedaba a merced de la bonhomía del encargado de suministrarla.  Durante aquellos  primeros envites huelguísticos, que tuvieron lugar en el año de 1903 en la provincia de Córdoba, recogidos por Juan Díaz del Moral en su famosa monografía, las demandas obreras se centran mayormente en la supresión del destajo, aumentos salariales y reducción de jornada. No me consta que el tema de la alimentación estuviese recogido en las bases como punto esencial de desencuentro, aunque intuyo que debió también estar presente.
     Únicamente, en el marco de Jerez de la Frontera, cuyas sociedades obreras ya estaban revestidas de un importante historial reivindicativo y de lucha desde atrás, en la huelga de siega de ese mismo año de 1903, que coincide cronológicamente con la protagonizada en Castro del Río por la sociedad obrera Luz del Porvenir, en las bases alternativas presentadas se rechaza abiertamente la manutención del obrero por cuenta del patrono, apostando por el jornal a seco, aunque exigiendo que se pusiera a disposición de las cuadrillas de segadores un costero o aguador, para acarrear desde el cortijo al tajo el agua, los alimentos y los utensilios necesarios para prepararlos.
    El propio notario e historiador de Bujalance, en su Historia de la Agitaciones Campesinas Andaluzas, se hace eco de ciertas modificaciones experimentadas en la campiña de Córdoba en el tema alimentario después de aquellas primeras demostraciones de fuerza protagonizadas por los jornaleros agrícolas asociados:

     “De ésta época data la costumbre de Castro, Fernán Núñez y otros pueblos de dar a los campesinos un frito por la mañana. Entonces también aumentó la ración de tocino, mejoró la calidad del pan y del aceite y se redujo la tarea de los ereros de tres carretadas a dos y media, y más tarde a dos”.

     Aunque la patronal, desde la prensa conservadora, justo inmediatamente después de aquella oleada de huelgas generalizadas, se desmarcaba de esa presunta racanería que les atribuían los órganos de prensa antidinásticos. El Diario de Córdoba reproduce un artículo de Manuel Carretero, redactor de El Globo, en el que en base a las entrevistas realizadas a patronos cordobeses, saca sus propias impresiones sobre aquella preocupante cuestión social:


Diario de Córdoba 30 de julio de 1903
       La obra de Díaz del Moral, testigo de excepción de aquellas conflictivas tesituras socio laborales (1903 y trienio 1918-1920), no parece ratificar esas aseveraciones patronales. Menciona la costumbre, muy extendida entre los labradores de la campiña cordobesa, de proporcionar a los cortijeros el peor aceite y el mejor vinagre, con vistas a evitar consumos excesivos e inapropiados para sus intereses.
      Otro analista social, Pascual Carrión, en un artículo publicado en El Sol en mayo de 1919, ya en pleno trienio bolchevista, nos informa sobre como aquellas mejoras de principios de siglo en materia alimenticia habían desaparecido:

     “La comida del gañan está constituida básicamente por el gazpacho (pan con agua, aceite, ajos y vinagre) y un guiso de garbanzos por la noche”.
     
     Una versión invernal del gazpacho o gazpachuelo, que se elabora con los mismos ingredientes, es una especie de sopa de pan y ajo conocida en algunas comarcas como maimones.



    Una vez proclamada la II Republica, tras una larga travesía de desamparo para el jornalero durante la Dictadura de Primo de Rivera, junto al proyecto de Reforma Agraria nace una nueva legislación laboral que contempla la creación de los denominados Jurados Mixtos de Trabajo Rural, como encargados de velar por su cumplimiento. El jornal a seco seguirá conviviendo con la hatería, pero se convierte en opcional:


     El obstruccionismo de la patronal agraria a esta nueva legislación, que consideraron lesiva desde un principio, seguirá generando problemas en lo referente a la calidad de los alimentos proporcionados al jornalero mantenido. La prensa socialista provincial recoge la denuncia formulada por la Sociedad de Trabajadores de la Tierra de Espejo (UGT) sobre ciertos abusos por parte de algún patrono especialmente reacio a aceptar la normativa:

El Sur , 29 de noviembre de 1932
      Los vaivenes políticos del periodo republicano, además de paralizar y casi hacer inviable la proyectada y deseada Reforma Agraria, provocaron en muchas ocasiones que  la ley se convirtiera en papel mojado. Las frecuentes crisis de trabajo, con la consecuente pauperización del proletariado agrícola, fueron debilitando las conciencias proletarias, y se volvió a implorar al patrón el mantenimiento.
      Un testimonio oral, obtenido de la misma persona de la que me serví para elaborar la entrada sobre los carnavales en Castro del Río durante la Segunda Republica, pone en boca de uno de los lideres más veteranos y carismáticos del anarcosindicalismo castreño, José Dios Criado, las siguientes palabras, pronunciadas durante un mitin celebrado durante una de las numerosas huelgas del periodo:

     “Todavía hay quien le dice al burgués: ¡Es menester que nos mantenga, señor! ¡Pero para que queremos que se nos mantenga! Para que nos echen en la olla el tocino hediondo y los garbanzos que se cuelan por la criba”.

      Este elemental argumento, era más que suficiente para sacar de su apatía y envalentonar a los más amilanados a la hora de secundar los conflictos.


05 enero 2012

Frasquito María de Porcuna (Impresiones de un viajero)


    Aquel viejo proverbio de que “quien guarda halla” no está exento de razón. El problema es, que cuando no se guardan las cosas con orden el hallazgo se convierte en toda una odisea. Es lo que estaba padeciendo últimamente en relación al ingente volumen almacenado de noticias, referencias e informaciones en diferentes formatos de las que me valgo para elaborar mis entradas de blog.
     Como habrán podido comprobar, quienes me sigan, me he visto obligado a parar la fábrica y entregarme a imprescindibles tareas de organización. El fascinante mundo del Facebook, en el que me he iniciado recientemente, también tiene su parte de culpa.
     Estos trabajos me han permitido rescatar el recorte de un artículo periodístico dedicado a la ciudad de Porcuna y en particular a uno de sus moradores, al parecer, célebre en su época, conocido como Frasquito María.
     Su autor, un hasta ahora para mi desconocido periodista, escritor y propagandista del republicanismo lerrouxista, llamado Eduardo Andicoberry Ruiz.
     Esta remitido desde Porcuna y fechado en el mes de Diciembre de 1919. La presencia de este señor por estas fechas en Porcuna, pudiera estar relacionada con algún acto de propaganda republicana organizado por los adeptos a la causa de la localidad, que aunque minoritarios en relación a las fuerzas dinásticas dominantes, intentaban despegar aprovechando el malestar social reinante. Aquel otoño-invierno fue especialmente conflictivo en Porcuna, donde su cada vez más pujante sociedad obrera socialista “Paz y Libertad”, arropada por la fuerza del número, plantea varias huelgas, enmarcadas dentro de ese periodo de agitación social y laboral generalizada por toda Andalucía, que ha pasado la historia con el nombre de Trienio Bolchevista


     No todo fueron huelgas, conflictos y detenciones practicadas por la Guardia Civil durante aquel convulso año, que finalmente se despidió con un sexto premio del sorteo extraordinario de Navidad de la Lotería Nacional (28.382), vendido íntegramente en la administración de Porcuna (Jaén), con 70.000 pesetas que llegaron hasta los bolsillos de los afortunados vecinos que lo jugaran.
     Nuestro protagonista, Frasquito María, era barbero. Los pertenecientes a este charlatán gremio han sido históricamente muy loteros, por lo que no estaríamos muy descaminados si pensamos en que pudiera haber resultado agraciado.

        Les dejo ahora con el trabajo periodístico de Eduardo Andicoberry, para finalmente analizar su contenido, así como, un pequeño esbozo biográfico sobre su autor y sus avatares existenciales. 

Frasquito María

     La antigua Obulco, modernamente denominada Porcuna, hállase situada en lo más alto de Andalucía. Al menos así nos lo ha parecido, tanto, que resistimos la tentación de consultar los datos oficiales temerosos de sentir el vértigo. Porcuna es una ciudad histórica donde actualmente se mueren sus moradores víctimas de la gripe en complicidad con los médicos. Porcuna fue cuartel general de Cesar y teatro de memorables batallas. Tiene un Castillo edificado por los caballeros que acompañaban a Isabel la Católica, donde estuvo encerrado el suspirante Boabdil el Chico- el Chico de Moraima- después del estropicio de Lucena. Posee también una iglesia cuadrilonga, con la consiguiente torre, en la que lo más notable es el hecho de que se olvidase el Arquitecto que la planeó de hacerle escalera para subir al campanario. Sus calles son de una estimable variedad. En unas se precisa de maromas para ascender a su cumbre; en otras los garfios para no resbalar, y en casi todas de zancos para no ahogarse. Tiene en cambio una amplia plaza, y una rúa, denominada la Corredera (Carrera), con caracteres de gran vía. Cuando llueve los señoritos se refugian en el Casino y lo convierten en paseo. Cuando no llueve se refugian también en el Casino. El libro de la biblioteca que más se lee es el de las cuarenta hojas.
     Para llegar a Porcuna hay que subir en un cochecillo destartalado y gimiente una enrevesada carretera que, sin duda alguna, fue trazada en razón directa al hambre de grava que sentía el autor del proyecto. En virtud de ese disparate lineal, la antigua Obulco juega con el viajero al escondite, aunque, por la altura, más parece al juego del “higui”. A cada instante cree uno que alcanzará pronto la población y a cada instante desaparece como por arte de magia. Si en vez de una ciudad fuese un chorizo, sería para los hambrientos un suplicio tantálico.



     Pero de todas las cosas dignas de mención de Porcuna, ninguna tan acreedora al recuerdo como Frasquito María. No se trata de un cacique ni de un petimetre. Frasquito María es un honrado rapabarbas, que hace también de conductor del correo, y al que cuadra muy bien lo de fígaro por los ribetes filosóficos con que adereza su personilla. Frasquito María es un hombrecillo de enjuto rostro y ojillos vivaces, pero todo un hombre “que se viste por los pies”, como él dice, en cuanto a tesón para defender su albedrio. A Frasquito María le han declarado el boicot sus colegas por negarse a engrosar las filas del sindicalismo y, como represalia a su terquedad, la clientela socialista se le ha retirado. No obstante, Frasquito María es inexorable. Él ha leído mucho y “aunque de cortas luces”, comprende que la nación irá a la ruina  si no se opone a los avances de la anarquía bolchevista. Y no porque Frasquito María sea un adulador de las clases acomodadas. Todo lo contrario. Frasquito María tiene a gala decir las verdades al más poderoso señor que se le ponga por delante, porque, como afirma, “tiene los calzones bien sujetos a la cintura”. Ha consentido perder un cliente de veinte años por no darle su voto en las elecciones y ha consentido perder una iguala de 30 pesetas anuales por negarse a confirmar que había oído en su establecimiento cierta frase molesta para determinada persona. Frasquito María es la integridad hecha barbero. Nadie tan ecuánime ni tan leal para los adversarios. Todo esto lo hemos sabido por labios de el propio Frasquito María, mientras el carruaje nos conducía, dando tumbos espantosos, hacia la estación de Villa del Río.
     Y hemos sabido más, aunque ello se deba a nuestra perspicacia y no a la confesión del interesado. Frasquito María se cree un creador formidable y sueña con regir los destinos de España. Porque en su charla, copiosa como las cataratas del Niágara, y salpicada de barbarismos pintorescos, suele intercalar paréntesis de esta jaez: “Y perdonen, señores, si molesto su atención, pero aunque hagan caso omiso de mis palabras, creo un deber pronunciarlas para que cada uno forme juicio y no se extravíe la opinión alucinada por la oratoria de los explotadores del proletariado. Si la suerte me ayudase y algún día llegase a gobernar esta pobre Patria mía - ¿no veis como asoma la oreja? – tengan por seguro que sabría hacer justicia para reprimir los desmanes de los de arriba y de los de abajo. Y no digo más. ¡Ya ustedes me comprenden!”.
     Este es el hombre, borrosamente siluetado. Tan interesante, tan pintoresco, tan español, en suma, que si volviéramos a la antigua Obulco prometemos dejarnos desollar cada tres cuartos de hora por el gusto de escucharle. ¡Oh, quien fuera millonario para permitirse el lujo de llevar permanentemente a este antídoto contra la melancolía! Porque Frasquito María, a pesar de la pequeñez de su talla, es, sin disputa, un hombre muy grande.

EDUARDO ANDICOBERRY
Porcuna, Diciembre  919

El Orzan··3 de Diciembre de 1919
    Andicoberry, haciendo alardes de ironía y de republicanismo, en su artículo semblanza dedicado a Porcuna, cuyos destinos regían en ese momento autoridades dinásticas conservadoras, intenta, como es lógico, sacarles los colores a éstas, y además de manifestar ingeniosa y exagerada sorpresa por la elevada posición geográfica de la antigua Obulco, critica socarronamente las pésimas condiciones de sus carreteras de acceso, la salud pública y las deficiencias urbanísticas que detecta durante su visita. También se muestra censor con ese típico señoritismo de casino caracterizado por sus escasas o nulas inquietudes culturales. Con la Iglesia parece mostrarse algo más condescendiente, pero no omite esa chanza-anacronismo sobre las escaleras del campanario, que posiblemente le contara Frasquito.
    Aunque, soy de la opinión, de que la silueta que traza sobre este personaje, a su juicio, integro y ejemplar, llamado Frasquito María, que intercala con alusiones peyorativas a la lucha de clases desatada por los socialistas, tiene un propósito claro de captación o recuperación de sus tradicionales apoyos electorales (profesionales, comerciantes y clases populares), de las que también se surten los socialistas y con los que recientemente han dejado de ir de la mano.
    Rota la coalición electoral  de las fuerzas antidinásticas, para las elecciones celebradas en junio de ese mismo año de 1919, aprovechándose del periodo de efervescencia social que se estaba viviendo en el campo andaluz, el PSOE presenta candidatos en varios distritos de la provincia de Jaén. Será Ramón Lamoneda, a quien le corresponda hacerlo por el distrito de Martos, al que estaba adscrito electoralmente Porcuna. El importante número de votos socialistas obtenidos en localidades como Porcuna, Martos o Torredonjimeno, cuyas organizaciones impidieron que aflorara el típico pucherazo, estuvo a punto de otorgarle el acta de Diputado a su candidato. Finalmente, descarados amaños caciquiles perpetrados en la villa de Jamilena, impidieron que Ramón Lamoneda se convirtiera en el primer diputado socialista jiennense de la historia.
    Visita y artículo de Andicoberry, hay que interpretarlos a razón de esa necesidad imperiosa por parte del republicanismo histórico de recuperar el electorado arrebatado por los socialistas. Con el tiempo,  republicanos y socialistas volveran a encontrarse y desencontrarse dependiendo de la tesitura política y social.



Eduardo Andicoberry Ruiz (1888-1945 aún vivía).

    Era natural de Erandio (Guipúzcoa), aunque criado y educado a caballo entre Sevilla y Cádiz, donde su padre gestionaba una compañía comercial dedicada a la exportación, principalmente de vinos de Jerez.
    No he localizado en la red a nadie que se haya interesado en aproximarse siquiera a su vida y obra. De ahí que, dejándome llevar por mi afición por el género biográfico, y valiéndome de diferentes fuentes, me he aventurado en este intento de desentrañar diferentes aspectos relacionados con su trayectoria vital y profesional.
   Su producción literaria (novela, teatro y poesía), si no abundante, es lo suficientemente notoria numéricamente. No sé hasta qué punto este olvido se fundamenta en la calidad de su producción, lo que desconozco, de momento. En los artículos periodísticos  y algún cuentecillo suyo que he tenido la oportunidad de leer derrocha imaginación e ingenio. La crítica de su tiempo parece mostrarse benevolente con su narrativa. 

El Imparcial 29 de Enero de 1922

   Su trayectoria como periodista también fue intensa y variada. Después de desfilar por diferente cabeceras de línea editorial republicana y partidista (España Nueva, El Radical de Madrid, El Mundo, Semanario El Momento) en 1919 recala en la redacción de un veterano de la prensa española, El Imparcial, en  la que permanece hasta su desaparición definitiva en el año 1933 (fue su último director).
   Con la proclamación de la II Republica retoma su actividad política en las filas del partido en el que militara desde sus orígenes, el Republicano Radical de don Alejandro Lerroux (perteneció a su Juventud en Cádiz y fue redactor en 1908 de El Radical Gaditano). En las elecciones a diputados a Cortes convocadas en 1931, comparece como candidato por la provincia de Jaén, por el PRR, no resultando elegido. Al año siguiente sería nombrado secretario de su Comité Nacional. En una gira de propaganda (marzo de 1932) por la provincia de Jaén, con la que parece tener cierto vínculo histórico, mitinea por diferentes poblaciones con el propósito de estructurar agrupaciones afines a su partido, en un momento en que entre las filas socialistas jiennenses se vivía una nueva etapa de conflictividad social. En la vecina localidad de Arjona, un mitin conferencia anunciado bajo el epígrafe “La Republica y sus problemas” fue reventado por grupos de alborotadores que lanzaron piedras y hasta se perdió un tiro, teniendo que ser evacuado el Teatro Cervantes donde se celebraba el acto.
    Tras el triunfo de la coalición antimarxista, en la que se hallaba integrado el PRR, en la elecciones celebradas en Diciembre de 1933, es nombrado para hacerse cargo del Gobierno Civil de la provincia de Lugo, en cuyo cargo permanece hasta finales de 1934 que es cesado  por diferencias con su partido. Parece ser que abandona del todo la política, el periodismo y la literatura. Una crisis existencial motivada por su separación matrimonial pudiera ser la responsable de dicha actitud.
     No volvemos a tener noticias suyas hasta ya iniciada la guerra civil. Por su pasada militancia Radical sufrirá la represión de los dos bandos. Primero en Madrid, siendo  detenido y puesto a disposición de los Tribunales Populares de Urgencia por presunta desafección a la Republica. En aquella época trabajaba como operario en una fábrica de gaseosas. Tras pasar una buena temporada en la prisión de Porlier, fue finalmente puesto en libertad gracias a los testimonios exculpatorios de significados dirigentes republicanos.



    Sobre cómo le afectara la represión puesta en práctica por los vencedores no tengo noticias, aunque su nombre aparece relacionado en la base de datos de víctimas del franquismo (Portal Pares) y su expediente se conserva en el fichero general de la sección político-social del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, al que no he podido tener acceso.
    Creo que en el hecho de quedarse entre dos aguas pudiera estar el motivo determinante de su olvido.


04 enero 2012

SOLIDARIDAD OBRERA


    La historia entendida como disciplina, a veces va mucho más allá de ser una mera fuente de cultura y transmisión de conocimientos, y se presta a encontrar en ella reflejos o ejemplos con parangón en la actualidad.
    Vivimos un largo y cada vez más incierto periodo de crisis económica que se está cebando primordialmente con la clase trabajadora en forma de desempleo masivo, salarios precarios, abaratamiento del despido, juventud sin expectativas, recortes, congelaciones… y lo que nos espera, si finalmente se pone en marcha esa interesada reforma laboral en la que algunos quieren ver la panacea para salir de la crisis.
    Da la triste impresión de que se ha perdido la conciencia de clase y los propios trabajadores (entre los que parece predominar el conformismo) hasta dudan de su histórico poderío a la hora de plantar batalla a la adversidad. Los sindicatos mayoritarios se han ido progresivamente desprestigiando y  han perdido por completo su capacidad de movilización. Es más, les cuesta consensuar medidas de unidad de acción y parecen estar más pendientes de lo que hace mal el vecino que de lo que se podría hacer en defensa de los legítimos intereses de clase. Con el tiempo el sindicalismo se ha hecho cada vez más sectorial e individualista,  y aquella “Solidaridad” que marcó el origen del sindicalismo moderno parece difuminarse entre intereses oscuros y la desidia generalizada.
    Para intentar romper con ella, me valdré de las reflexiones de José Montilla Doncel, un militante anarcosindicalista de Castro del Río, plasmadas en un escrito publicado bajo el título de “A mis hermanos campesinos” (Acción Social Obrera, nº 74 de 7 de diciembre de 1929), donde se detiene en la regresión o derrumbe sufrido por aquel pujante sindicalismo campesino de la campiña de Córdoba del periodo 1918-1923, durante la larga travesía de la Dictadura de Primo de Rivera, a la vez que azuza y saca los colores a sus hermanos de clase por el acomodaticio nivel de inconsciencia en el que habían caído.



     Creo que estas sencillas palabras, salidas de la pluma de este humilde campesino castreño, nos pueden servir de ejemplo para comprobar cómo su lucha y la de un reducido elenco de compañeros (José Dios Criado, José Criado López, Bartolomé Montilla Ruz, Lucas Centella Aranda, Rafael Villegas Sánchez, Juan Gómez Gutiérrez…) que supieron permanecer en la brecha pese a las adversidades y la indiferencia, permitió que el anarcosindicalismo de la campiña cordobesa resurgiera con nuevos bríos, convirtiéndose en hegemónico y poderoso durante la década de los treinta.
    El contexto histórico no tiene nada que ver con el actual, ni aquellos sindicalistas con los de ahora. El parangón, lo establezco simplemente porque creo en se hace necesario romper con ese  letargo y conformismo en el que andamos  sumidos tanto quienes tenemos la suerte de tener un puesto de trabajo, como quienes lo han perdido o quienes aspiran a conseguirlo. Debemos de procurar que el peso de la crisis no recaiga principalmente sobre los asalariados y las clases medias, y evitar a toda costa la perdida de históricos derechos y la devaluación de las políticas sociales. Se me ocurren fórmulas, pensemos juntos, aunemos nuestros esfuerzos, revolucionemos nos con inteligencia si fuese preciso. Quedarse cruzados de brazos supondría entregarse a la arbitrariedad, abuso e indolencia de quienes se supone deben adoptar medidas correctoras. Mantengamos nos en guardia, recelemos, desconfiemos…y empecemos a exigir con conciencia de una puñetera vez.
    Dejo de lado este pequeño mitin-desahogo-pataleta individualista en busca de la movilización colectiva y transcribo tal cual el artículo de José Montilla. Espero que os azuce el espíritu:


A mis hermanos campesinos

    El periodo entre 1918 y 1923 también fue una etapa gloriosa en las luchas del campo. El noventa por ciento de los trabajadores estaban asociados en las Federaciones de la CNT, los trabajadores eran respetados, se ganaban jornales que si no cubrían en todo las necesidades de nuestros hogares, en parte quedaban satisfechas. En los periodos de huelga los obreros de una localidad cualquiera prestaban solidaridad a los que […] se encontraban impedidos de recorrer los cortijos e imponer dejar el trabajo a los esquiroles. Se alimentaron nuestros estómagos e impusisteis un respeto que lo uno y lo otro tenéis perdido a consecuencia, quizás, de creer que todo lo teníais resuelto y la realidad del momento confirma que no había nada hecho. Desde que cambió el régimen político de la nación suprimieron la poca libertad de prensa que había […] y quedamos recaídos al silencio.
    Como nuestras conciencias no estaban preparadas para salvar los múltiples obstáculos que han sobrevenido, desmayasteis y abandonasteis el sitio de vuestro valer. El enemigo al acecho, aprovechó ese momento de abandono y reconquistó el terreno perdido  ¿De qué sirvió tanto luchar, pasar tantas privaciones si nos encontramos en la misma o peor situación que antes?   ¿A qué obedece el cambio doloroso de abandonar las filas de nuestras organizaciones para lanzarse a ciegas por el camino de las confusiones y fracasos? Comprendo que una gran responsabilidad recae en los individuos que lucharon a nuestro lado como elementos significativos y hoy sirven de contrapeso a nuestros sacrosantos ideales. Muchos de los que se llamaron compañeros están entregados en cuerpo y alma a esa organización antítesis de nuestra confederación: la UGT.

(Acción Social Obrera nº 74 de diciembre de 1929)

    Para entender ese transfuguismo denunciado desde las filas anarcosindicalistas tenemos que recordar que la otra gran central sindical del país, la UGT, durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera permaneció dentro de la legalidad y hasta colaboró con el nuevo orden, mientras que la CNT pasaba a la clandestinidad y era perseguida.



    El articulista, imbuido por los esquemas de lucha de clases que se estilaban en aquel pretérito agro andaluz, señala claramente como enemigo a la patronal, que sabe aprovecharse a la perfección de la debilidad organizativa obrera para imponer clausulas y condiciones. El enemigo principal del trabajador del siglo XXI, ya no son los patronos, ni la crisis, sino aquellos que la han provocado. Son enemigos invisibles, que no necesitan dar la cara y disponen de herramientas lo suficientemente poderosas como para evitarse perder el tiempo en negociaciones estériles e insulsas. Saben y pueden imponer políticas en favor de sus intereses.
    Juguemos al “enemigo invisible”, arrebatémosle la máscara a los poderosos. De todos depende.