Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

29 octubre 2011

"Entre garamantas fieros" (sobre la estancia de Bartolomé Gallardo en Castro del Río)


Retrato caricaturesco

    Ya he referido, en alguna que otra ocasión, los años de confinamiento o residencia forzada sufridos por el polifacético extremeño (escritor, bibliófilo, bibliógrafo, bibliotecario, periodista, político, poeta…) Bartolomé José Gallardo en Castro del Río (1827-1831), y de qué manera  se las hicieron pasar las famosas huestes absolutistas de esta villa cordobesa, hasta donde sería derivado ex profeso por el subdelegado del gobierno absolutista de Fernando VII en Córdoba, expuesto a merced de aquellas.
    La especial animadversión de realistas y absolutistas en su contra obedece al espíritu de amplia libertad que trasmite en algunas de sus obras y a su valiente animosidad hacía quienes «tratan de vedarnos el uso del pensamiento, y cuando necesitamos ver más claro, apretamos nudo sobre nudo la venda del error y la ignorancia». Sus análisis sobre el tradicional atraso cultural del país podían resultar molestos para los cómodamente instalados en los privilegios que les otorgaba el Antiguo Régimen: “España es un país desgraciado; en la mayor parte de sus pueblos y aldeorrios, todos los vecinos ponen la señal de la cruz por no saber firmar; no hay libros en ellos, a lo sumo se encuentran el breviario del cura, el catecismo, algún Belarmino, o el David perseguido y alivio de lastimados».
   Las dos citas pertenecen a su famoso Diccionario crítico-burlesco, publicado por primera vez en 1812, en el Cádiz de las Cortes, que desencadenó la ira de obispos y reaccionarios contra él por su aguda y mordaz sátira que le dedica el tradicional oscurantismo español.

Edición de 1838

    Su amor por los libros pudo medio saciarlo durante su retiro castreño gracias a la amistad salvadora que trabó con Fray Juan de Castro y la comunidad de frailes carmelitas calzados de Castro del Río, de cuyo convento era vecino, y del que terminaría haciéndose habitual, atraído por su biblioteca. Se daba el título entre los frailes de Sr. Forzado o Sr. Bartolo.
   No debía ser un anticlerical tan irredento, cuando en más de una ocasión a lo largo de su vida buscaría el sosiego y el retiro de un convento:

    “Le he visitado en su habitación a la que se ha mudado recientemente del convento de Monserrate, calle muy excéntrica de la Corte. Es de notar cómo se aviene a vivir y estrecha su amistad con frailes, quien tan hostil se les muestra en escritos y conversaciones. Me ha indicado que ciertas consideraciones le obligan a oír misa cotidianamente… En su albergue monástico no había sillas para sentarse, sino una cama, una mesa y muchos infolios, que prestaban el oficio de sofás o taburetes” (1).

    La copiosa correspondencia que remitió desde Castro nos sirve también para conocer detalles sobre el trato recibido por parte de sus acérrimos enemigos y otras circunstancias de su confinamiento:

    “Fui desterrado a esta insigne villa de Castro del Río, donde ha más de un año que me tienen vegetando como un hongo” (2).

   Casi recién llegado tuvo que sufrir la acometida del lapidario Carrasquilla que le arreó con un canto en la cabeza, en medio del día con toda la impunidad, provocándole daños en el oído, hasta el extremo que casi le deja sordo (3).
   Otro realista, J. Ambrosio irrumpió en su busca en la vivienda del Llano Convento donde se alojaba en compañía de una familia humilde. Los caseros que llegaron a denunciar el caso, tuvieron que retirarla presionados por instancias superiores (4).

Convento del Carmen Calzado de Castro del Río
Tomado de la acuarela de Pier Maria Baldi


   Otro día cuando transitaba por el acerado de la calle Corredera en dirección al Convento se topó de frente con la batería realista de Tomás Aguilar, cuyo sargento, un tal Rafael Bravo, sacó del bolsillo unas monedas y dirigiéndose a Don Bartolo pronunció las siguientes palabras:

   “Aquí están cinco duros para el guapo que a este hombre me le dé una puñalada, y se le deja en el sitio que no tema, que yo salgo a todo” (5).

   La claridad y descaro con la que interpeló en cierta ocasión a las autoridades locales por su pasividad ante tal cúmulo de abusos y despropósitos, le trajo aparejada una invitación para pasar unos meses de reclusión en la vieja cárcel de Castro, denominada popularmente como Higuerillas ( entonces en Plaza Real nº 2 ) :

   “Una vez se expresó hallándose en las casas del ayuntamiento de Castro, diciendo que las leyes no se extendían a las opiniones sino a los actos exteriores únicamente, y que el siempre pensaría como mejor le pareciera, sus enemigos, aprovechándose de esta confesión que creyeron o afectaron que era criminal, le formaron causa en 1829, y lo tuvieron preso en la cárcel algunos meses, de la cual salió después de haber sufrido los disgustos y malos ratos que se dejan entender, y tenido que hacer gastos, tanto más gravosos, cuanto Gallardo no disfrutaba de facultades muy amplias” (6).

    El instigador principal de este hospitalario trato dispensado en Castro a tan distinguido huésped, no era otro sino Lorenzo Antonio Calderón, Comandante del Batallón de Voluntarios Realistas acuartelado  en el castillo de la villa, herederos de aquella famosa Brigada de Carabineros sublevada durante el trienio constitucional.



    El propio Gallardo en su correspondencia, poco antes de abandonar definitivamente la villa del Guadajoz, sibilinamente le señala como responsable directo del cúmulo de humillaciones referidas:

   “Últimamente era ya bien visto y apreciado por todos, pero siempre aborrecido por Cn (Calderón) y algunos RR (realistas)” (7).

Otro retrato de Gallardo


   Sus quejas epistolares fueron casi una constante, pero dejando siempre claro quiénes eran los verdaderos culpables de sus desdichas. En otra ocasión escribió:

   “En Castro amigo, mi vida y mi honra están pendientes de un cabello. Esta gente es atroz, pero no hablo de la gente de gallaruza, la de corbata es la mala. El brazo fuerte que aquí podría escudarme, no hace poco en defenderse así  propio, y por desgracia además, está siempre pronto a mi ofensa, al más leve amago de ofensa que le hagan sus contrarios. ¡Si usted supiera que villana y bastamente me tratan! (8).

    Este fragmento de su correspondencia nos corrobora que el poder efectivo durante aquellos convulsos años en Castro lo ostentaba clara y prepotentemente los Voluntarios Realistas, mientras que la primera autoridad municipal, don José Tercero Luengo, se limitaba a hacer la vista gorda y le faltaba valor como para poner freno a las tropelías de aquellos.

    Entre la escasa producción poética que se le conoce a Don Bartolo, destacan dos poemas gestados  durante su destierro cordobés. Su obra maestra lírica es un delicado romance titulado Blanca Flor, compuesto y firmado desde Castro del Río, publicado por primera vez en el Diario Mercantil de Cádiz en 1828. Incluido en varias antologías de poesía española, está considerado por algunos especialistas como precursor del Romanticismo en España.
    Otro poema, también compuesto en Castro en 1929, de cuya estrofa primera me he servido para titular la entrada, es el conocido como “A Zelinda, preso y ausente”, subtitulado “Romance”. Son redondillas octosílabas, en las que como los romances forzados, se dirige a su amada, lamentando su ausencia:

    Ausente, y en tierra ajena
sin la luz de tus luceros,
entre garamantas fieros
arrastro dura cadena,
    Y el alma en ti, bien que adoro,
cantando engaño mis penas,
como al son de sus cadenas
el cautivo en grillos de oro.

     El resto del poema, así como una merecida reseña biográfica dedicada al Comandante de “aquellos garamantas fieros”, el ya mencionado Lorenzo Antonio Calderón, para no extendernos en demasía, lo dejaremos para próximas entradas.

NOTAS

(1)    Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Año X. Abril - Mayo de 1906. Números 4 y 5. Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos. Contiene numerosas anotaciones de Francisco de Borja sobre sus visitas en Madrid a Bartolomé José Gallardo.
(2)    Correspondencia de don Bartolomé José Gallardo (1825-1851) / Antonio R. Rodríguez Moñino.1960.
(3)    Ángel M. de Barcia / D. Francisco de Borja Pavón: traducciones de poetas latinos.
(4)    Op.cit. de Rodríguez Moñino.
(5)    Ibidem.
(6)    Durante los meses de mayo y junio de 1853, al año siguiente de su muerte, el erudito cordobés Luís María Ramírez de las Casas Deza, se convirtió en su primer biógrafo, al publicar por entregas, en el Semanario Pintoresco Español varios artículos sobre la trayectoria vital del  polifacético Bartolomé José Gallardo. Su amistad parece remontarse a su etapa de destierro en Castro del Río (Córdoba) durante la cual llego a visitarle y mantuvo una profusa correspondencia con él, cuyos manuscritos se conservan en la Biblioteca Nacional.
(7)    Rodríguez Moñino, A. “Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852). Estudio bibliográfico”. Madrid 1955.
(8)    Ibidem.

    Para referenciar algunas y localizar otras de las vicisitudes sufridas por Gallardo en Castro, me ha servido de guía el meritorio e interesante trabajo del bibliotecario Antonio Flores Muñoz titulado “Castro del Río y D. Bartolomé José Gallardo (1827-1831)” que vio la luz por primera vez en la Revista de Feria de Castro del Río del año 1990, cuando había que proceder aun cual ratón de biblioteca para poder acceder a las fuentes.


24 octubre 2011

"Primera Medalla de Porcuna" obsequiada al Caudillo de España.



    Aprovechando el tirón de la entrada publicada sobre la visita de Franco a Porcuna, perfectamente complementada con valioso material fotográfico e interesante información adicional proporcionada por Todos los Nombres de Porcuna en su blog, concateno con otra nueva, complementaria a su vez de lo publicado por ellos con el título de “Porcuna, al Caudillo de España, 1953”.
    Recordaba haber visto La Primera Medalla de Porcuna” obsequiada al Caudillo por algún sitio. Descartada la Historia de Porcuna de M. Heredia Espinosa, donde sólo consta la descripción de la misma, eché mano a una vieja carpeta con fotocopias y originales de antiguas revistas de feria de Porcuna.
    Efectivamente allí estaba, en concreto, en la del año 1954.

    Al tratarse de copias sacadas del original impreso en su día, no nos permite apreciar con nitidez ciertos detalles estético-artísticos. Pudiera ser, incluso, que llegara a publicarse en color. Si así fuera, y algún paisano en posesión de la misma estuviera dispuesto a remitirnos copia, tanto “mi menda” como otros curiosos le estaríamos, no eternamente (me asusta la eternidad), pero sí bastante agradecidos.
    Las fotografías del anverso y reverso de la medalla vienen acompañadas de un artículo histórico-literario donde aflora forzosamente la típica prosopopeya del franquismo, titulado, nada más y nada menos, que:

“Los cuarteles del Escudo de Porcuna, blasones para el pecho del Caudillo Cristiano de la escolta mora”
(Visiones eucarísticas y cábalas de media luna).

Alegoría de Franco y la Cruzada

Escolta mora del Caudillo
    Su autor José Mª de Damas y Hernández (1912-1976), que se intitula como perteneciente a la Asociación Española de Escritores Médicos:

   “Esos cuatro cuarteles del Escudo de Porcuna, en fondo de “azur”, gules, plata y oro, parecen concebidos ex profeso para una medalla cristiana, forjada para el Caudillo Católico de la escolta mora, que sin desdoro pueda lucir, junto a la laureada misma de San Fernando.
    Hace unos meses la hemos visto expuesta en suntuoso escaparate, junto al Arco de la Plaza del Generalísimo, y pronto la veremos adornando el mismo pecho de Franco. Una medalla forjada en platino y oro, colocada sobre ramas de laurel de esmeralda auténtica, dibujada en ardiente esmalte, orlada de brillantes finos y coronada con rubíes sangrantes con destellos de exquisito oriente.




   Y todo en ella…corona, laureles, colores y blasones, formando sus cuatro cuarteles, poseen un simbolismo mágico de epopeya giennense y un aromático perfume de cristianismo en forja, que no han podido borrar ni el correr de los siglos, ni la pátina del tiempo”.

    Le sigue una extensa concatenación de fechas y datos históricos sobre el pasado guerrero, cristiano y glorioso de nuestros antepasados, expuestos de una forma un tanto inconexa y descontextualizada, que cuesta sinceramente bastante trabajo digerir durante el proceso de lectura.

   Termina rebosante del ultra patriotismo apuntado desde su inicio:

   “En el reverso de la medalla del Caudillo aparece esculpida en oro la Torre Nueva con la dedicatoria sentida del pueblo de Porcuna…Parece como decíamos antes, una gigantesca peana de Custodia elevada en medio del solar hispano, que más tarde completarían Isabel y Fernando de Castilla y Aragón, con las flores y gemas del paraíso de Alhamar consiguiendo para siempre la unidad católica de una raza, que ahora acaba de consolidar Francisco Franco Bahamonde.
   Y por ello. No debe extrañarnos que este inmortal Caudillo de la escolta mora y de la liberación de España, émulo de San Fernando, cuya gloriosa laureada ya ostenta en su pecho, haya aceptado la Primera Medalla de Porcuna, cuyos históricos blasones en nada de ella desdicen, pues la enseña de Calatrava es la misma Cruz de Cristo; el Sol de Castilla, su Hostia Santa; la Torre de Don Álvaro, pedestal de Custodia, y hasta la medias luna en ella Santo Grial, con las dulces notas del “Plange lingua” y el sonoro rin tintín angélico de los címbalos de Chesterton”.


    Como podrán comprobar, el final es apoteósico, rayano en una erudición patriótica ridícula y desenfrenada. El remate con “Los címbalos de Chersterton”, que no me molesto siquiera en averiguar lo que son, excita a gritar aquella famosa proclama de“Gibraltar Español”, culpable de que quienes tuvimos ocasión de estudiar el bachillerato aun en vida del Dictador, seamos hoy un poquito francófonos y  francoparlantes.



    Sobre el autor del “Chronicón” (Sr. Damas) aporto un enlace donde se pueden encontrar algunos detalles sobre su actividad y relación con Porcuna. Era de origen granadino y se dedico profesionalmente a la medicina, especialidad de pediatría. Fue director del presuntuosamente denominado Hospital Municipal - Casa de Maternidad de Urgencia, construido junto a las Casas Nuevas por la Dirección General de Regiones Devastadas. Casado con la porcunense de linajudos apellidos, doña Guillermina Sebastián Dacosta, hija del también galeno de reconocido prestigio y trayectoria don Cesar Sebastián González. En el catalogo de la Biblioteca Nacional aparece un libro a su nombre titulado “Disquisiciones históricas”, impreso en los talleres gráficos del Diario Jaén en el año 1961.

    Para terminar quería referirme a la circunstancia ya apuntada por Todos los Nombres en su entrada, sobre esa rara, rara, más que rara demora en la entrega (11 años desde la fecha de 1953 que aparece inscrita en en la Medalla). No me atrevo a entrar en análisis sin suficientes elementos de juicio. De momento tenemos que conformarnos con lo apuntado por Heredia Espinosa, sobre posible obstruccionismo a la labor de don Benito Garrido en un momento dado, lo que nos induce a elucubrar sobre la existencia de varias familias o confrontación de intereses entre los incondicionales del régimen en Porcuna, y sobre las también posibles interferencias de los capitostes provinciales.




Fotografías de la Medalla y de la recepción oficial en el Palacio del Pardo
Gentileza de Antonio Recuerda Burgos, que nos las ha proporcionado

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20 octubre 2011

LA VISITA DEL CAUDILLO A PORCUNA



    Efectivamente, tal como se anuncia en el recuadro de texto inserto en la parte superior izquierda de esta fotografía, el personaje de corta estatura, portador de un elegante traje de chaqueta cruzado de color oscuro, se trata de Su Excelencia el Generalísimo Francisco Franco, a la sazón Jefe del Estado de aquella pretérita España: “Una, Grande y Libre”
    El montador de la portada del diario barcelonés La Vanguardia del día 8 de junio de 1951, de donde ha sido capturada esta imagen, la sitúa erróneamente a la salida de la Santa Iglesia Catedral de Jaén, cuando resultan perfectamente reconocibles la arcada de medio punto en piedra y el rosetón de la fachada principal del Templo Parroquial de Porcuna (Jaén).
    El Caudillo aparece flanqueado por la ineludible compañía del obispo de la diócesis jiennense, doctor García y García de Castro, y por el efímero y poco conocido alcalde de Porcuna, don Cristóbal Muñoz Rodríguez, quien porta el típico bastón como atributo de su autoridad municipal.
    Poca información ha trascendido sobre este hombre que estuvo al frente de la máxima responsabilidad del gobierno municipal durante un corto periodo de tres años (1949-1952), en sustitución de don Benito Garrido Palacios, “quien por obstruccionismo o cansancio dimitió alegando motivos de salud” (Heredia Espinosa).
    La única noticia que tenemos sobre don Cristóbal Muñoz, es que desde 1934, con el paréntesis obligado de la guerra, desarrolló funciones de inspector municipal veterinario.

    La fotografía fue tomada durante la fugaz visita girada a la localidad por el Jefe del Estado en la tarde del 5 de junio del año 1951, en la que después nos detendremos.

    El nuevo régimen, recién terminada la guerra, para paliar los numerosos daños causados sobre el casco urbano de Porcuna por la aviación y baterías de artillería de ambos bandos, antes, durante y después de la ocupación definitiva por parte del Ejercito Nacional (1 de enero de 1937), tuvo la deferencia de otorgarle a esta localidad de la campiña jiennense  el privilegio de “Ciudad adoptada por el Caudillo” lo que terminaría traduciéndose en importantes inversiones a efectos de reconstrucción, de la que se ocuparía la Dirección General de Regiones Devastadas creada al efecto.
    Con estas dádivas, de alguna manera, se buscaban simpatías entre los habitantes de poblaciones como Porcuna, donde las formaciones políticas y sindicales de la izquierda gozaron de histórica vitalidad, y cuyos líderes y elementos más significativos perecieron frente a un pelotón de fusilamiento, sufrieron largas y penosas estancias carcelarias, o fueron resignadamente reinsertados mediante el humanitario y lucrativo sistema de "la redención de penas con el trabajo", del que supieron y pudieron beneficiarse empresas allegadas a los mandatarios de la Nueva España.
     Fueron numerosas las localidades diseminadas por todo el país las que gozaron de la generosidad y magnanimidad del Caudillo. Curiosamente Porcuna, en el decreto de adopción publicado en el Boletín Oficial del Estado, aparece en el mismo lote que la ciudad vasca de Guernica, prácticamente arrasada por los junkers de la Legión Cóndor alemana, en uno de los más feroces e indiscriminados bombardeos sobre objetivos civiles de nuestra guerra, hoy internacionalmente conocido, gracias al famoso cuadro de Picasso, convertido en paradigma artístico universal sobre el horror que generan las guerras. 




    Después de esta breve y necesaria introducción, centrémonos en la visita objeto de nuestra curiosidad. Hay que enmarcarla dentro de una general realizada por diferentes provincias andaluzas durante la primera quincena del mes de junio del año 1951, no exenta de las tradicionales inauguraciones de pantanos, otras obras hidráulicas y baños de multitudes.

    Se inicia con dos intensas jornadas en la provincia de Jaén, con el Parador del Patronato Nacional de Turismo de Bailén elegido, por su posición estratégica, como lugar idóneo  para el descanso del “Guerrero” y de su numeroso séquito: Ministros de Agricultura (señor Rein), Obras Públicas (Fernández Ladreia) e Industria y Comercio (Suances), jefes de la Casa Militar y Civil, ayudantes de servicio…
    Especialmente intensa la segunda de las jornadas (día 5 de junio de 1951), que se inicia a las 10 h. de la mañana en la ciudad de Baeza con un acto protocolario en el que se le hace entrega de la medalla de oro de la ciudad, se le nombra Alcalde Perpetuo e Hijo Adoptivo, acompañado de los pertinentes discursos, y zumbando velas para Jaén Capital donde hace su entrada triunfal poco después de las 11.00 h. 



    “Grandioso el recibimiento el tributado al Generalísimo en la capital, balcones y ventanas engalanadas, vítores, aplausos y aclamaciones populares”. Nueva recepción oficial, más discursos, y saludo al pueblo desde el balcón del Ayuntamiento “ante el requerimiento enfervorecido de la multitud”. Tuvo tiempo aún para departir con las autoridades provinciales sobre un denominado “Plan de Ordenación Económico Social de la Provincia”.

    Tras el almuerzo la obligada visita a la Catedral:

    “Fue recibido en la Basílica por el obispo de la diócesis, doctor García y García, y el Seminario en pleno. El obispo le dio a besar la famosa Cruz de Jaspe, una de las joyas de la Catedral. S.E. de dirigió bajo palio, portado por concejales y caballeros de Jaén, al Altar Mayor donde adoró las reliquias del Santo Rostro, ocupando un reclinatorio bajo dosel”.

Reliquia del Santo Rostro

     A la tarde le esperaban en Martos. Torrecampeños y tosirianos tuvieron que conformarse con la fugaz contemplación del paso al galope del numeroso cortejo de vehículos que arrastraba S.E. Llegó a la ciudad de la Peña sobre las 5.20, siendo recibido con “volteo general de campanas y el clamor popular de la multitud”, y más de lo mismo a trote cochinero, pues apenas una hora después hacía su entrada en Porcuna, el siguiente destino de a pie de aquella jornada maratoniana:

PASO DEL GENERALÍSIMO POR PORCUNA

   “A las 6.20 llegó S.E. el Jefe del Estado a esta población, donde fue recibido con las mismas muestras de entusiasmo que le acompañan a lo largo de su recorrido por la provincia de Jaén. Fue saludado por el alcalde y autoridades, y acompañado de los ministros y demás personalidades de su séquito, se dirigió a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde entro en medio de una lluvia de flores que arrojaban a su paso señoritas ataviadas con trajes típicos de la región. Los concejales portaron las varas del palio hasta el altar mayor, donde se situó el Caudillo, que oró unos instantes, y después se rezó una salve.
    Con las mismas muestras de adhesión y entre delirantes ovaciones S.E. el Jefe del Estado abandonó Porcuna, camino de Andújar, a donde llegó a las 7.10 de la tarde”.

Baño de multitudes en Andujar


    Habida cuenta que el desplazamiento entre Porcuna y Andújar, por mucho despeje previo de carretera que practicase la guardia civil, sería imposible hacerlo en menos de 40 minutos, recurriendo a una elemental operación matemática, el tiempo que S.E. le dedico a visitar a aquellos ciudadanos adoptados, que según la agencia Cifra le tributaron tan cálido recibimiento, estribaría en torno a los 10 minutos.
    He buscado noticias de esta visita en diferentes cabeceras nacionales y de provincias, y en todas se repite la información oficial suministrada por una denominada agencia Cifra, especie de filial de Efe que cubría los eventos nacionales y en especial los relacionados con el Jefe del Estado.

 
    Pese a lo fugaz de la visita, las cámaras del Noticiero Documentales Cinematográficos (NO-DO) que cubrían aquella gira, tuvieron tiempo de captar lo ocurrido en las escalerillas de acceso a la puerta principal de la Parroquia:

   “Al tiempo que el General subía los escalones de la iglesia un grupo de jóvenes ataviadas con traje folclórico andaluz le tiraban flores con tal euforia que tuvieron que ser sujetadas por los hombres encargados de la seguridad del Caudillo. Seguidamente un plano cercano mostraba el rostro satisfecho de éste”.

Otras fotografías de la visita en Albúm fotografico (deporcuna.com)
 
    Esta información la suministra Araceli Rodríguez Mateos en su libro “Un franquismo de cine: La imagen del régimen político en el noticiario NO-DO (1943-1959)”. Aunque la anécdota es sobradamente conocida por la tradición oral. Algunos más fantasiosos, llegaron a contar que la seguridad privada del caudillo tenía consigna de extremar las precauciones, temerosos de que cualquier marxista resentido pudiera atentar contra la vida del Generalísimo Franco en Porcuna, especialmente castigada por la represión.



    Ya para finalizar, haciendo uso, como de costumbre, de mi legítima propensión reclamante, estimo que no supondría ningún sobreesfuerzo para entidades locales, bien públicas o privadas, solicitar de la Filmoteca Española, donde se custodia el Archivo de No-do,  reproducción de aquella visita. La referencia, por si alguien estima a bien sufragar los gastos y poner a disposición de los naturales o adoptivos de Porcuna este trozo cinematográfico de su historia, es N, 441 B. 1951.


   Otra gestión o pesquisa, en este caso a realizar, estrictamente por vía oficial, sería la de investigar sobre el paradero actual de aquella Medalla de Oro y Brillantes entregada por las autoridades locales de la época, en nombre del pueblo de Porcuna, a S.E. el Generalísimo en la recepción oficial de la que fueron objeto en el Palacio del Pardo (1964), por si existiera la remota posibilidad de recuperarla. Aquellos reiterativos regalos, que no llegaron nunca a engrosar el Patrimonio Nacional, los presuponemos en manos de sus descendientes.

15 octubre 2011

Apuntes sobre un vino perdido: los pagos de Magdalite de Motril (1ª parte).


La vendimia (Goya)
     Fue en el artículo “Motril” de los tomos del Diccionario de Geografía Moderna pertenecientes a la “Encyclopédie Méthodique” (arranca en 1782) donde descubrí hace ya algún tiempo las excelencias históricas de los vinos del terreno:

    “El vino que se hace de sus uvas es mucho y bueno, llevando la preferencia el que allí llaman Magadalite”
.
    Movido por la curiosidad y mi afición por los caldos, busqué el término entre diferentes fuentes, con la esperanza de conocer algún detalle más sobre estos históricos y perdidos vinos de pagos motrileños. Los resultados en un principio totalmente infructuosos, motivados por un fallo en la transcripción/traducción del término desde la edición francesa original de la Geografía Moderna (1782) a la española editada años después (1792). Por fin, tanteando, preguntando y buscando, descubro que el término alude al paraje conocido e identificado sobre un mapa de 1722 como Pagos de Magdalite o “Viña Vieja”. En otras fuentes también aparece como Magalite o Magalete.

Terreno o pago de Magdalite

    Me valgo de la descripción que hace el botánico Simón de Rojas Clemente  (el sabio moro) en su Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía (1807):



  “El Magalete, antiguo y célebre partido de las viñas de Motril, es otro grupo de lomas y cerros muy semejante a la Axarquía, no sólo por la naturaleza de su roca, su estructura y forma, sino también por la bondad de su esquilmo; pues de los vinos que produce, a pesar de hacerse con poco aseo e inteligencia, compiten en bondad con los malagueños.  No son sus cerros y lomas tan altos ni tan pendientes como los de la Axarquía, ni la capa de tierra que las cubre es tan delgada, ni se halla tan expuesta a ser arrastrada por las lluvias; antes bien la circunstancia de dominar en esta la cal, y algunas observaciones geognósticas, manifiestan claramente que lejos de deber su existencia al deshecho de la pizarra, fue depositada sobre ella por las aguas, probablemente quando se formaba la roca caliza de las montañas inmediatas.


    El Magalete [Magdalite] se extiende media legua de N. a S., y cerca de una de E. a O. Confina por este punto con el rio Guadalfeo; por el E. con el camino de Granada; por el N. con la rambla de Escalate; por el S. con la vega de Motril, avanzándose una punta suya hasta distar del mar menos de media legua.

Detalle mapa costas Reyno de Granada (1722).La mancha negra (roto)
 oculta el nombre y parte del caserío de la ciudad de Motril

    En los cerros que están al levante de Motril se va extendiendo mucho el cultivo de la vid sobre una roca igual en todo a la de Magalete, excepto que es más húmeda. Resulta de esta diferencia que las viñas criadas en ella dan más esquilmo, pero menos espirituoso y delicado que el de Magalete”.

Calidades

    La Memoria presentada por la Sociedad Económica de Amigos del País de la ciudad de Motril en octubre del año 1806, recoge las virtudes y defectos de los vinos motrileños ya apuntados por Simón de Rojas en su Ensayo, y manifiesta la urgencia de corregir las deficiencias en cuanto a elaboración:



    “Las viñas de Motril, por su clima y situación, pueden producir vinos tan exquisitos, como los mejores de España. Don Simón de Roxas Clemente, Archivero del Real Jardín Botánico, y uno de los Directores del Semanario de Agricultura, que las ha examinado muy despacio en diversas épocas, y los vinos también, asegura que nada tenemos que envidiar a otro país. El arte de hacer el vino es lo que nos falta para ponernos a nivel de los pueblos más adelantados; y es lo que importa conocer y practicar, para lograr las ventajas grandes que sacan de este ramo las ciudades de San Lúcar, Xerez y Málaga: en cuya concurrencia podremos entrar nosotros en tiempo de paz, que los buques mercantes frequentarán nuestro puerto de Calahonda, y nuestras playas”.


    Donde mejor se nos describen las excelencias y características especiales de los vinos motrileños es en una serie de artículos sobre vinos, de autor desconocido, publicados en 1820 en el periódico de la corte Miscelánea del Comercio, Artes  y Literatura, del que fue director y principal redactor el motrileño Francisco Javier de Burgos:


Busto F.Javier de Burgos (1778-1848)



    “Volviendo a la costa, conocida con el nombre de Málaga, se encuentra a quince leguas al levante de esta ciudad los excelentes vinos de Itrabo, Molvisar y sobre todo de Motril que ya son conocidos de los estrangeros, pues que Peuchet los califica de excelentes, y por lo común se transportan a Gibraltar y al campo de San Roque, algunas veces a Cádiz, y muchas a nuestras Américas. Los vinos de Motril, llamados de Magdalite, porque se cogen en el pago de este nombre, son de mucho espíritu, y desde que tienen dos años son esquisitos vinos de licor; pero en aquel país se vendimia mal, porque todas las uvas se cortan al mismo tiempo; se pisa mal, porque lo podrido, lo verde y lo seco cae junto en el lagar; se hace mal el vino, porque se recoge en las mismas tinas, y se encierra en los mismos toneles el zumo de los escobajos estrujados en una prensa particular; y en fin no se mejora el vino ya hecho, porque no se sospecha siquiera el arte de las clarificaciones, y apenas se trasiega en todo el año. Nosotros hemos sido testigos de los errores que allí se cometen en este ramo como en todos los demás del cultivo, errores que ya empiezan a reconocer los labradores de más alcance, y de que la prosperidad del terreno se ha resentido notablemente. Si hubiera en Motril un solo propietario de viñas bastante instruido de las operaciones que exige esta industria, en breve los vinos de su distrito igualarían a los de Jerez”.

     El tal Peuchet, mencionado como propagandista de las excelencias de los vinos de la costa granadina, debe de tratarse del geógrafo francés Jacques Peuchet, autor de un Dictionnaire universal de la géographie comercante (Paris 1799-1800; 5 vols) al que no he podido tener acceso.
     De una fecha algo posterior, es ya la noticia recogida en el Diccionario de agricultura práctica y economía rural , dirigido por Agustín E.Collantes, y editado en 1852, donde se menciona un informe sobre la vega de Motril en el que se plantea la siguiente interrogante crítica:

     ¿Por qué en vez de enviar al extranjero por caballos de coche y por vinos delicados, no enviamos a buscar los métodos de criar a los primeros y de manipular a los segundos?

     En una próxima entrega nos ocuparemos de las variedades de uva utilizadas en estos pagos, y de la evolución del cultivo hasta su desaparición casi definitiva durante la segunda mitad del siglo XIX.

10 octubre 2011

FUERZAS OCUPANTES

Fotografía Serrano

    Quienes se nos muestran en esta fotografía, recogida en portada por diario ABC, son los jefes y oficiales de la Policía Montada de Sevilla, después de participar en la ocupación de Porcuna el primero de Enero del año 1937.
    Esta pintoresca unidad del “Ejercito Salvador” tiene su origen en cuadrillas de caballistas integradas y financiadas por el gran capitalismo latifundista andaluz, que se ponen inmediatamente al servicio de “su causa” en aquellas provincias andaluzas, casos de Sevilla, Córdoba o Huelva, en las que prosperó la militarada desde su inicio.
    Francisco Moreno Gómez nos suministra algunos detalles sobre su composición en Córdoba:

    "Caballistas de la capital, capataces y aperadores de las grandes fincas, señoritos acostumbrados a recorrer sus cortijos a caballo, aficionados a la equitación y mozos de las ganaderías bravas, que se agruparon bajo el mando del conocido rejoneador Antonio Cañero".

Antonio Cañero


    Su valiente actuación, en un principio, consistió en recorrer el territorio ocupado practicando razias entre los jornaleros “marxistas” escondidos por los campos. Famosa fue por sus hazañas, además del escuadrón Cañero, ya mencionado, la cuadrilla encabezada por el falangista y torero de tronío, Pepe García “El Algabeño”.
    La prensa y propaganda progubernamental recoge alguna noticia sobre el proceder de estas peculiares unidades paramilitares:

    “Cuando una partida de señoritos andaluces, de las que al mando de Algabeño, Cañero y otros tales, merodean por campiñas y playas, serranías o pueblecillos, cogen a un bracero, a un pegujalero, a un colono, a un hombre, en sumo, de los que trabajan la tierra de verdad, lo fusilan sin más explicaciones. A eso le llaman “aplicarle la ley de Reforma Agraria”.
     “Por las tardes, en el Casino de Labradores de Córdoba, y en los cafés y círculos de la calle Sierpes de Sevilla, los señoritos narran sus proezas entre chato y chato. Salieron a media noche. Llegaron a un caserío. Sorprendieron a unos campesinos. Los empujaron contra una tapia sin hacer caso de sus lamentos ni de la desesperación de sus familias. Viejos, hombres en la fuerza de su edad, mozalbetes, niños, todos cayeron en un montón de carne palpitante bajo las balas de sus rifles. Fueron seis, ocho, diez, doce, veinte… No se acordaban del número exacto… y tras la explicación detallada del crimen, el chiste macabro. “Querían la Reforma Agraria. Ya la tienen”.

(La Voz 3 de septiembre de 1936)


     La propia prensa nacionalista cordobesa se hace eco de la valerosa contribución del “Escuadrón Cañero” durante aquellos primeros compases del conflicto. Un famoso periodista tránsfuga recurre al romance para ensalzar el patriotismo del famoso rejoneador:

Guión (28 de julio de 1936)


 El cineasta  Edmundo Barbero pone en boca de Algabeño las siguientes palabras que, de ser ciertas, nos sirven para hacernos una idea de la catadura moral e intelectual de este personaje, que ya se había destacado por sus ideas ultraderechistas durante el periodo republicano:

    “Nosotros somos España; ellos, la anti-España. Nosotros hemos fusilado a muchos, es verdad, pero confesándolos y comulgándolos, y ellos, no. Ya ven ustedes la diferencia”.

     Estas columnas de voluntarios solían llevar entre su séquito un cura capellán, encargado de ejecutar tan macabro, humanitario y cristiano objetivo.
     

     En los últimos días de diciembre de 1936, entre las fuerzas desplegadas por el ejército nacionalista para participar en la denominada “Campaña de la Aceituna”, estaba el famoso y valiente grupo de voluntarios de la Policía Montada de Sevilla, al que se le brinda la oportunidad de participar directamente en los combates, aunque reforzado para la ocasión por escuadrones moros de regulares a las órdenes del Comandante Sánchez Ocaña.
    La edición sevillana del diario ABC se hace eco de su “gloriosa y valiente” intervención en la Batalla de Lopera,  y de la propuesta para que le sea otorgada la Medalla Militar Colectiva.

Abc Sevilla 31 de enero de 1937
     Otra muestra gráfica de los hombres de la Policía Montada de Sevilla, con su característica escarapela en el sombrero, patrullando por las calles de Porcuna: 



   Precisamente fue en esta batalla donde resultaría herido de muerte José García Carranza “El Algabeño”, cuando realizaba funciones de enlace entre las tropas nacionalistas desplegadas y el cuartel General de Queipo de Llano. Trasladado al hospital militar de Córdoba, no sobrevivió a la operación que le fue practicada.


Romance
   Tras la caída de Lopera el siguiente objetivo del Ejercito del Sur era la escalada y toma de Porcuna.  La Policía Montada se ocupó en un principio en labores de hostigamiento contra posiciones enemigas:

   “El día 29, la Policía Montada, con Sánchez Ocaña y dos escuadrones de Regulares maniobraban sobre la carretera de Arjona, a sólo 2 km de Porcuna. Se entabló recio combate, y se retiraron hasta Lopera.”

    Participa igualmente en los combates definitivos de ocupación, aunque con un papel secundario en comparación con otras unidades que se “revistieron de gloria” durante la misma (columna Redondo):

    “Y el 31, último día del año, se repitió el ataque, cortando las comunicaciones entre Porcuna, Arjona y Jaén. Y el día 1, a las 4 de la tarde, eran asaltadas las defensas de Porcuna. Y al anochecer, entraban en el pueblo los Regulares a las órdenes del comandante de la Policía Montada, don Alfredo Erquicias. Estas brillantes y heroicas jornadas, costaron a los jinetes del comandante Erquicias, tres muertos y nueve heridos”.



     El comandante Alfredo Erquicia Aranda, emparentado con lo más granado de la elitista y aristocrática burguesía sevillana, era uno de esos muchos militares profesionales, quienes tras participar en la última fase de la guerra de África conseguía alcanzar el empleo de Comandante por méritos de guerra (1926), resultando afectada considerablemente su meteórica carrera en un postrero momento ( retiro-reserva), como consecuencia de la reforma militar emprendida por don Manuel Azaña, al frente del Ministerio de Defensa, durante los primeros compases de la II República.
    Como tantos otros, con el golpe de estado retoma las armas y el grado que tenía al retirarse.
    Es el que ocupa la posición central en la fotografía de su unidad, también conocida como “Los Pancho Villa”, por su peculiar indumentaria, a su paso por el pueblo de Azuaga (Badajoz). Detrás de él su inseparable asistente moro. 



06 octubre 2011

UNA PIEZA DE MUSEO


Cabeza masculina de Porcuna  (Jaén)

    Esta cabeza masculina de mármol blanco, que engrosa los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Málaga, hoy todavía pendiente de su instalación definitiva, procede del subsuelo de la antigua Obulco, y está catalogada como correspondiente al periodo alto imperial romano ( 31 a. C.- 235 d. C.).
    La primera noticia que tenemos de ella se remonta a 1736, cuando de las manos generosas de un clérigo de Porcuna, donde fue hallada, pasó a las del erudito, historiador y coleccionista de antigüedades cordobés, Pedro Leonardo de Villaceballos (1696-1774).  Así aparece recogido en una de las varias copias manuscritas que se conservan del catalogo que éste realizó de las piezas albergadas en su particular museo cordobés.



Antigualla 2ª de Porcuna. Cabeza de estatua de Personage.

    Por el remate de otras inscripciones hay en dicho patio puesta la presente cabeza de personaje alabastrina de pelo también corto, que en lo truncada por la garganta se deduce que fue y sirvió de estatua entera de proporción natural, y esta me la traxeron de la villa de Porcuna, por donde transitando en el año 1736 la hallé en las casas de Don Bartolomé de Escabias Presbytero, que me la regaló, y haciendo entonces memoria de lo antiguo de aquel pueblo, a quien llamaron OBVLCO, y también MUNICIPIO PONTIFICENSE celebré el ver y considerar sus rastros, y aun lo que todavía permanece de sus calzadas, castillos, fortalezas, y entre ellos el nombrado LVNA, en que estuvo y murió preso el Conde de Fuen Saldaña, padre de Bernardo del Carpio, en tiempo, por el rigor del Rey Don Alfonso el Casto. Todavía parecen alguna inscripciones Romanas que leí, y muchas de ellas se hallan copiadas en diversas Piedras que juntó en el año 1665 Don Miguel de Padilla y Gallo, vecino de dicha villa, y las puso por adorno en la fachada de la Puerta regular o de Campo del Hospital de San Juan de Dios; que lo bien o mal leído enteramente de sus originales no es competente por ahora expresar.

    Los posteriores avatares de esta pieza, van en paralelo a los del resto de la colección que logró reunir, en vida, Pedro Leonardo de Villaceballos. Sus herederos en 1895 malvendieron el conjunto al marqués de Casa-Loring de Malaga en 1500 pesetas. Enrique Romero de Torres, que acababa de acceder a la dirección del Museo Arqueológico de Córdoba, intentó gestionar su compra para evitar que saliera de la ciudad, aunque entre las autoridades cordobesas de la época sólo encontró indiferencia y pasividad.


    El marqués de Loring engrandecerá así su Museo Loringiano ubicado en los jardines de su finca de la Concepción en Málaga. Cuando en 1911, fallidos negocios le llevan a casi la ruina, la finca y la colección pasarían a manos del matrimonio vasco Echeverria-Echevarrieta. El resto de vicisitudes hasta que el Estado adquiere en 1947 lo que quedaba de aquella colección, con la que se constituye el núcleo fundacional del Museo Arqueológico de Málaga, consúltese en los enlaces.