Para quienes puedan mostrarse interesados en las humoradas satíricas de don Blas Cabello y Chocero (por los apellidos me suena a que pudiera ser natural de Bujalance) y su íntimo el Reporter X, que en esta ocasión coinciden como compañeros de redacción en el diario LA VOZ de Córdoba, incluyo una entrevista que el segundo le realiza al primero (personaje célebre en la Córdoba de aquellos años), fechada en noviembre de 1923, cuando aún el conflicto marroquí estaba sin resolver.
Como consecuencia de la emergente afición al foot-ball, coincidiendo con el inicio de la temporada 1923/24, nace en Córdoba el Semanario Córdoba Deportiva, de cuyas páginas ya me he servido para escudriñar los orígenes del fútbol en Castro del Río y Porcuna. Al frente de la nueva publicación, un tal Escobita, que se había curtido y rodado en esta nueva faceta del periodismo deportivo en la redacción de La Voz. Su hueco, en funciones de redactor deportivo, lo ocuparía, nada más y nada menos, que don Blas Cabello, mas conocido por el sobrenombre de “El mago de la pelota” (Veremos más adelante el porqué).
Firmaba sus crónicas como Blas (a secas), y por la especial atención que, durante los escasos tres meses que ejerció de periodista, le dedicó al fútbol modesto cordobés, se ganó la simpatía de amplios sectores de la sociedad cordobesa, con la que pudo convertirse en un batallador “concejal de cuarto de hora”.
Blas Cabello que lo mismo extirpa un callo
que hace un penalty.
Hablando con "el mago de la pelota"
- ¿Pero que estás leyendo con tanta atención, amigo Blas?
- Calla hombre, lo más grande “El Balón Oxigenado”. Fíjate lo que dice: “Los del El Viso Sporting Club hicieron todo lo que les dio la gana, venciendo al Alcaracejos K.K. por quince goals a cero. El Alcaracejos ante la calidad del enemigo huía a la desbandada.
- ¿Pero eso es en Marruecos?
- ¡Qué te calles! “Pérez carga violentamente contra Régulez, quedando este jugador en el suelo sin sentido. De la enfermería dicen que tiene los intestinos fuera”.
- ¡Que bárbaro!
- ¿Quién?
- ¿Quién?
- El autor de la carga.
- No digas tonterías. Este juego es el más culto y europeo de todos. Además, tú, como todos los compañeros, te dedicas a tomarme el pelo porque sabes que en el periódico el que corta el bacalao soy yo… ¿Quién tiene más lectores de todos? ¿Quién? ¡Dilo enseguida!...
- Tu, hombre; tu… ¡No faltaba más!
- Como que los lunes cuando sale LA VOZ hay más de diez mil chiquillos esperando leer mis brillantísimas crónicas.
- ¿Eres buen redactor deportivo Blas?
- El mejor del mundo. ¡No tengo competidor!
- Entonces como el purgante Besoy… ¿Qué dinero tienes en el bolsillo?
- Lo de siempre; treinta o treinta y cinco duros en la cartera y mira, veintitantas pesetas sueltas…
- Pues convida a toda la redacción.
Nuestro compañero Blas toca el timbre y llama al botones. No necesitamos presentar público al redactor deportivo de LA VOZ. Se presenta él sólo, y además es más popular que el caimán de la Fuensanta. ¿Quién no ha visto en los balconcillos de la barbería de Domingo Fernández, un hombre enjuto, ni alto ni bajo, afeitado, relamido, con una tirilla de pajaritas que se la colocó el día de su boda y aún le dura? Ese, ese mismo es Blas Cabello, profesional del callo, malabarista, ex vendedor de décimos de lotería, ex aventurero y ex vendedor de cocos.
Blas – y volviendo a la charla- extrae del bolsillo un duro y dice olímpicamente.
- Niño, ponte a las órdenes de la concurrencia.
Rafael Manzini pide café con copa y puro; Julifer, un café y dos puros, porque no bebe; “Don Paco” gran gastrónomo, una ración de riñones; Aquino, para trotar bien las calles, pide un par de medios; Miranda, bicarbonato; Juanito Aguilar, unos pastelitos de cabello de ángel, y el cronista no pide nada, porque lo prefiere en metálico.
- Eres un hombre desprendido. ¡Viva Blas!
- ¡Viva!
- Señores, muchas gracias por todo, pero este homenaje que me tributáis es inmerecido. Todo el dinero que tengo yo es vuestro…
- (Este tío me paga el alquiler de la casa, me dice Miranda por lo bajo).
- Y es vuestro porque el dinero no tiene valor…
- ¡Bien!
- No tiene valor alguno. Y si el placer de gastarlo, de disfrutarlo, de vivirlo.
- ¡Castelarino! ¡Viva el mago de la pelota!
- ¡Hurra!
La redacción se revoluciona, y a costa de grandes esfuerzos impongo silencio para seguir preguntándole.
- Vamos a ver, Blas ¿Cómo nació en ti la afición a este deporte?
- Hijo, mi profesión. Soy callista, y siempre he estado cerca de los pies.
- ¡Es posible!
- Natural. Yo, desde que tenía quince años, me he dedicado al arte de arreglar los pies. Media vida que me he pasado en el suelo.
- Como los betuneros. Y dime, inmenso Blas ¿Qué es eso que llevas en el lado izquierdo del chaleco?
- ¡Ah! Una ampliación del delantero centro del Barcelona F.C. ¡Un coloso!
- ¿Pero en serio, sientes estas cosas?
- ¡Vamos hombre!, mira a mi me cuesta el deporte del foot-ball de veinte a veinticinco mil pesetas anuales.
- ¿En serio?
- La biblioteca que poseo a base de libros y folletos de este incomparable deporte, vale una millonada. Además, todos los nenes que forman sociedades de balompié, me eligen presidente de honor para costearle de todo. Y convido a café al que hable bien del juego de la pelota.
- ¡Viva el foot-ball! ¡Mueran las corridas de toros! – grita Miranda con vistas al moka.
- Nada, nada, lo dicho.
- ¿Y eso que tienes en la cinta del sombrero, que es?
- Un retrato en miniatura de Santizo.
- ¿Quién es ese?
- ¿Quién es ese?
- Otro fenómeno.
- ¿Y lo del cinturón?
- Una composición preciosa de Zamora, el portero.
- Estás loco, Blas. Pero sigamos: ¿Qué se dice por ahí de “no se yo que pendiente” entre Escobita y tu?
- Nada, que se han empeñado en que le pinche y lo van a conseguir. ¡Pero yo soy el más grande! ¡¡El más grande!! Ponlo con letras “así”.
- ¡Basta, Blas! Dejemos el deporte a un lado, y vamos a otra cosa. ¿Es verdad que has sido prestidigitador?
- Clarísimo. Con el nombre de Monsieur Saball. Por cierto que en el año 1908, en Linares, anuncié que iba a hipnotizar a un burro, en la plaza de toros. Ante miles de espectadores hice el experimento, y con disimulo le metí al semoviente en las narices un algodón impregnado de amoniaco; pero se me olvidó extraérselo y el burro la diñó en serio. ¡Bueno, el público me comía!
- ¿Y que más has sido?
- ¡Uf! Necesitaríamos dos periódicos para contar cosas. Hasta cura.
- ¿Cura?
- Si, hombre si, cura, en Méjico, cuando la Revolución. ¡Pocos muertos que he levantado yo!
- Lo creo.
- ¿Qué tiempo hace de eso?
- Ya ves, nací en 1858.
- ¿El 58? ¿Pero tu has visto edificarse la Malmuerta ?
- Tanto no, pero he asistido a la batalla de Guadalete.
- ¿Y con esa edad quieres jugar todavía a la pelota?
- Vaya. Mañana quizás juegue de portero contra el de Sevilla. Verás que agilidad... Pero vamos a dejar esto de lado. Préstame atención, que voy a continuar con la lectura del “Balón Oxigenado”. Íbamos por la enfermería.
- Justamente.
- Por la patada…Espérate…¡Ah! Ya está “Gracia le pasa el centro que tira un cañonazo…”
- ¿Seguimos en Marruecos?
- ¡Silencio! “Tira un cañonazo que el portero bloca”.
- ¡Bravo!
- ¡Silencio! “La línea de delanteros se le echa encima”.
- ¡Pobrecitos!
- “…y los esquiva valiente y con agilidad”.
- ¡Bueno, señores! En vista de la guasa un servidor ahueca el ala para asistir a la reunión que el “Puerta del Puente F.C” celebra en la taberna de la fotografía.
Con que…
El botones interrumpe:
- Un hombre pretende ver a don Blas.
- Que pase.
- ¿Quién es don Blas Cabello?
- Servidor.
- De parte de mi señorito que vaya usted enseguida, porque el “juanete” se le ha hinchado y no puede meterse la bota.
EL REPORTER X