Espacio abierto dedicado al estudio de las historias locales de los municipios de Castro del Río (Córdoba), Porcuna (Jaén) y Motril (Granada), así como sus adyacentes. Recomiendo la utilización del apartado de comentarios para aportaciones, consideraciones, críticas o rectificaciones. De igual manera, está disponible para quienes deseen colaborar con la publicación de artículos o aportando documentos, sobre cualquier tema de carácter histórico relacionado con dichas poblaciones.

16 diciembre 2010

HISTORIA PARA TIEMPOS DE CRISIS

   
   Recientemente, en un establecimiento de una conocida cadena de supermercados, he sido testigo presencial de un hecho insólito y doloroso. Guardando la cola, un señor que me precedía en el turno, llegado el momento de efectuar el pago, se excuso ante la cajera por no disponer de dinero. Estaba a la espera que le ingresaran el subsidio, de un día para otro, y le ofrecía el DNI como garantía para volver cuando tuviera liquidez.
   La señorita le hizo saber de que no se les permitía fiar, pero se topó con el firme propósito de éste de llevarse el genero, so pretexto de que sus hijos necesitaban alimentarse y no estaba dispuesto a delinquir ni a ejercer de pedigüeño en la vía pública.
   En la cesta llevaba unos cartones de leche, pan, pasta, tomate frito, salchichas, arroz y legumbres. La cajera requirió la presencia del encargado. La mayoría de los allí presentes empezamos a sentirnos incómodos, pero ninguno tuvimos el arrojo suficiente para sacar nuestras carteras. Este hombre se retiro a la oficina con el encargado y desconozco el desenlace final de la historia.
   Este hecho me trae a la memoria aquellas antiguas tiendas de comestibles, más directas y humanizadas, en las que la clientela habitual tenía asegurado el crédito alimenticio, a cuenta de jornales, lo que les permitía superar situaciones de paro y penuria económica. 



   La reciente supresión del PRODI (426 euros) no deja de ser una medida arbitraria y antisocial, ya que los realmente necesitados, los que no dispongan de ahorros ni de respaldo familiar, se verán tristemente condenados a situaciones de exclusión social.
   La palabra hambre, que hoy asociamos a países del tercer mundo o a tiempos pretéritos, la tenemos al acecho.
   Es al pasado al que recurro para denunciar el abuso de aquellos que se han instalado fraudulentamente en el subsidio como ayuda complementaria, frente a la injusticia de quienes necesitándolo verdaderamente se pueden ver privados de él.

   La acción trascurre en la villa cordobesa de Espejo, en el corazón de la campiña cordobesa, durante una coyuntura socioeconómica difícil. En febrero de 1933, los trabajadores agrícolas se verán abocados a una más de las muchas crisis de trabajo que se reprodujeron en el marco de aquella república democrática de trabajadores. La famosa coletilla “que os de de comer la república” ya la venían poniendo en practica los elementos mas reaccionarios de la patronal agraria, que se retraen en la contratación de personal, en un momento en que la desunión entre las diferentes fuerzas que habían traído la república era ya manifiesta.

 Castillo feudal de Espejo

HAMBRE

   Es verdaderamente angustiosa la situación por la que atraviesa la clase trabajadora de este pueblo austero y luchador.
   Bajo su cielo límpido, de un azul purísimo, la tragedia del hambre se hace tangible, amenazando hogares y destruyendo ilusiones. De día en día el número de los parados aumenta considerablemente. Por doquier llegan a nosotros manos implorantes que confían en la caridad ajena para acallar las voces temblorosas de sus hijos hambrientos.
   Niños lívidos, macilentos, luciendo entre harapos la acusación inapelable de sus miembros escuálidos; mujeres jóvenes envejecidas prematuramente; hombres honrados que sufren en silencio la vergüenza ignominiosa de un “ perdóname hermano”, son escenas que vemos todos los días.
   Estallan odios contenidos, se recuerdan injurias y ruge la fiera hambrienta en el cubil de su impotencia. El grito “pan y trabajo” ya no se oye, cansadas las gargantas de repetirlo en vano. Y la crisis obrera culmina en nuestros días.



   Para remediarla se ha establecido un comedor de caridad, pero es insuficiente. Los parados engrosan las listas de manera alarmante y todos no pueden participar de sus beneficios.
   De seguir así, será necesario condimentar alimento para el pueblo entero.
   ¿Es que todos en Espejo gimen bajo las garras fatídicas del hambre?
   ¿Por qué entonces centenares de personas retornan del comedor a sus hogares, con el estomago vacío y el rencor en sus pechos?
   ¿Acaso la tacañería y el abuso pretenden pescar en el rió revuelto del desconcierto actual?

   A mis oídos han llegado dos relatos, opuestos en un todo, que refleja fielmente la situación tristísima de nuestro pueblo.
   Uno de ellos trágico y doloroso, cual la humanidad misma. El otro, cínico como la realidad imperante:

Relato primero:

   Una casa humilde de obrero. Un matrimonio y cinco hijos que piden pan. El marido ha implorado vanamente la caridad de sus semejantes y regresa dolorido, abrumado por el peso de aquel desvió. Las criaturas claman inútilmente, desgarrando con sus gritos las entrañas de su madre que llora. El hombre cavila. En estas circunstancias se dibuja en el dintel de la puerta la silueta de otro trabajador que con su bestia cansina, transporta el hato de un cortijo cercano. Y con él el pan tan ansiado. Corre el padre infeliz. Lo detiene, le pide dos panes y ante la negativa del hatero, los toma por su propia cuenta. A la hora escasa, la guardia civil en cumplimiento de un deber como consecuencia de una denuncia, presentada legalmente, procede a la detención del ladrón, entre los gimoteos de la esposa y los ojos asombrados de los muchachos que se preguntan llorando, que delito ha podido cometer su padre.

Relato segundo:

   Otro hogar humilde. Pero aquí los hijos no lloran, ni piden acuciados por la necesidad. Un matrimonio con idénticas características que el anterior; mas éste ha comido bien y la satisfacción brilla en sus semblantes. ¿La causa? Hace pocos días mataron su marranito y su despensa no está vacía. Además, aún le quedan unas gallinas en el corral para casos extremos. Eso es todo…Llega una vecina. Viene desolada. Se ha terminado la comida en el comedor de caridad y solo dan pan para remediar el hambre. El marido sonríe. Sale y al momento vuelve con dos panes bajo el brazo. A la noche se ahorrarán una peseta con cuarenta céntimos que tanta falta hacen en estos tiempos de penuria. Su mujer le felicita. Ha tenido un buen acuerdo. La guardia civil no va a buscarle como el del anterior relato…

Y los verdaderamente necesitados sufriendo en silencio tanta injusticia.

José de Aris
Espejo. Febrero de 1933.


   No faltará quien, tras leer estos párrafos los tilde de caducos, trasnochados, sensibleros o demagógicos. Pero desde mi punto de vista, con un lenguaje claro y conciso, su autor, intenta y consigue poner en evidencia la condición humana, propensa a la insolidaridad en situaciones de crisis.



   Me apetece terminar la entrada volviendo a la situación actual en la que mandatarios, mandarines y aspirantes a serlo, no terminan de ponerse de acuerdo sobre el como afrontar la crítica situación reinante. Es mas, su acción parece limitarse a  hipócritas y torticeras luchas electoralistas. Parece lo normal, entre una clase política cada vez mas desprestigiada y alejada de la problemática real de la ciudadanía. Su presunta vocación de servicio a la sociedad hace ya bastante tiempo que derivó en una actividad profesional reglada. Señores profesionales de la política,  rentabilicen sus jornales, sean productivos. No vaya a ser, que cualquier día, el empleador ( PUEBLO) por hartazgo o por rebeldía les mande al paro sin subsidio.

2 comentarios:

  1. ENHORABUENA por el artículo, gracias por ilustrarnos, tienes toda la razón, ojalá esta crisis se solucione. En mi pueblo la sangría migratoria viene desde aquella época, y la patronal agraria local (o sea, los señoritos) siguen pensando igual que en 1933, aunque hoy es otra época y se avanzado socialmente mucho. Desde Espejo, saludos y gracias.

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  2. esto no se soluciona mientras el ser politico sea una profesion, cuando se deja un cargo, siempre es para ocupar otro de la adminstracion
    Así no , cuando uno es elegido , es para cuatro años , y despues deberia de irse a su profesion , el problema es que la mayopria no tienen profesion alguna

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